Frente al desmesurado capitalismo
financiero, que a fuerza de codicioso no sólo destruye la sociedad sino también
a sí mismo, Carlos Navarrete Merino considera éticamente exigible el diseño y
construcción de la Europa Social.
Ahora bien, como la mundialización actual requiere de actuaciones políticas
globales, postula, en consecuencia:
UN
PARTIDO EN LA ESCALA DE
LOS PROBLEMAS A RESOLVER
Desde
hace tiempo, nos dice, se venía observando que fenómenos como el cambio
climático, la existencia de determinadas
enfermedades infecciosas, el aumento de la delincuencia organizada y del
terrorismo internacional, la falsificación de moneda, la trata de blancas, los
atentados contra los derechos humanos y otras muchas actividades de escala
supra-estatal exigían de los partidos
que su actuación rebasara el marco nacional.
La izquierda lo entendió antes que otros, y su evolución
discurre paralela a la de las sucesivas internacionales, quedando actualmente
en pié la Internacional Socialista una vez desaparecidas las Internacionales
anarquistas (A.I.T.) y comunistas (III y IV).
Ahora bien, en la
actualidad el PSOE debe asumir la responsabilidad de actualizar su obsoleto
funcionamiento, … y, desde nuestra Internacional, debe contribuirse a hacer de las Naciones Unidas una organización más
eficaz y representativa.
En España se realizó un esfuerzo para adaptar la estructura
del partido a la del Estado de las Autonomías. Resta que se siga el mismo
criterio en lo que concierne a la Unión Europea.
Carlos se manifiesta a favor de la existencia del Grupo Socialista del Parlamentario Europeo,
pero dice que no basta con eso. Los partidos socialistas europeos que
voluntariamente lo decidan deben hacer una cesión parcial de sus atribuciones
estatales a favor de una nueva
estructura federal socialista europea. Queremos más Europa pero no creemos
en una Europa que se está inclinando alarmantemente del lado de los poderosos. La
luz de la cooperación y la colaboración
tiene que alumbrar al menos con la misma fuerza que la de la competencia. Las fronteras nacionales y
aún las de la misma Unión Europea no pueden servir de excusa para dejar de
entender que ante la enfermedad, el hambre, la privación de las libertades
esenciales, de los servicios públicos indispensables y, en definitiva, ante las más catastróficas formas del
dolor humano, todas las personas somos iguales, cualquiera que sea nuestra
pertenencia continental, nacional o étnica.
Los
Estados miembros de la U.E.
no pueden ser el moderno Zeus que rapte
de nuevo a Europa, imponiendo directorio y hegemonías particulares y devaluando
el espíritu comunitario. Son todas las autoridades estatales las que deben
estar subordinadas política y económicamente al conjunto de instituciones y autoridades
europeas. Ello implica combatir dos frentes: a) la simple confederación
dirigida por los más poderosos; b) los arrebatos hipernacionalistas, que hacen
un uso abusivo de su propio poder, sin considerar la solidaridad social,
territorial y económica.
Más
concretamente, y sobre aspectos que a veces se omiten, dice con claridad que, para liderar un proceso de integración y
armonización de las instituciones europeas y de sus programas de actuación,
a Europa no le debe quedar otra opción que la del desarrollo del europeismo hacia dentro y hacia fuera, combinando
inteligentemente sus capacidades de acogida
con la ayuda exterior a los pueblos
más depauperados, entendidas no sólo en la dimensión económica sino también en la cultural
y democratizadora.
Respecto a la viabilidad del Estado Social en su
versión del Estado
de Bienestar, entiende que la actual
de-construcción del
Estado de Bienestar Europeo, por parte del poder de los mercados, exige de los partidos socialistas una denuncia
decidida y constante, así como una actuación condenatoria y persecutoria de los sumideros tributarios y de los paraísos fiscales –algunos de los
cuales se encuentran dentro de la propia Unión y del Espacio Económico
Europeo- y de las prácticas bursátiles especulativas,
que van camino de provocar otra burbuja dineraria ficticia y virtual.
Para Carlos Navarrete, es fundamental para llevar a cabo la Europa Social , un sistema impositivo progresivo edificado desde la perspectiva de
la imposición directa, no solo sobre la in-equitativa imposición indirecta,
completado con una tasa sobre las
transacciones financieras y la responsabilidad
tanto individual como solidaria de los países miembros.
Este
cambio de orientación que
propugnamos, además de ser éticamente
exigible, redistribuirá la riqueza, aumentará la capacidad económica de las
personas y garantizará la senda de un crecimiento sostenido.
Urge avanzar en la Unión Política Europea, con
sentido de solidaridad e inter-culturalidad social, territorial y económica. Pues resulta corrosivo para la propia Unión
Económica la dualización y la des-estructuración social, la des-vertebración o
los Estados invertebrados, y la burbuja virtual del incremento desmesurado del
dinero por la especulación financiera del dinero.
El socialismo del futuro, en
libertad e igualdad, tiene que ser políticamente democrático y, a la vez,
estructuralmente solidario, capaz de remover los obstáculos que impidan o
dificulten el reconocimiento de la dignidad humana y la dignidad de los pueblos
de la Tierra.
Son tres las escalas a tener en
cuenta: la local –en sus distintos ámbitos del paradigma Estado –, la regional
o Europea, y la Mundial o Internacional Solidaria - con determinados vínculos
históricos y geoestratégicos para el desarrollo, en el caso de España -.
¿Se podría explicar un poco la diferencia entre imposición directa e indirecta y lo conveniente de insistir en una más que en otra?
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ResponderEliminarEntiendo que la imposición directa grava la riqueza o el capital o patrimonio y su transmisión, mientras que el impuesto indirecto grava el consumo y la compra-venta de bienes y servicios. En este sentido resulta desorbitado que si alguien tiene que cambiar la puerta de su casa y esta vale, por ejemplo, 600€ tenga que pagar un IVA superior al 20%, lo que prácticamente implica pagar 780€ ó más.
La política fiscal es necesaria para poder generar inversiones en infraestructuras básicas y de comnicaciones, y para garantizar la salud y la educación, así como la cobertura social y pensiones. Ahora bien, lo lógico sería gravar más la riqueza, el capital o el patrimonio y menos lo que se necesita de servicios profesionales o trabajos que facilitan bienes o prestan servicios.