sábado, 7 de noviembre de 2015

MUNDIALIZACIÓN DE LAS MIGRACIONES


     En el análisis de los movimientos migratorios estamos ante un record de movilidad planetaria. El ejemplo más cercano es el del Mare Mortuorum. Se  dice que, durante el mes pasado (octubre), 218.394 personas vencieron todos los obstáculos del Mar huyendo de la guerra o de la miseria e intentando comenzar una nueva vida en Europa. Pero es claro que la movilidad se ha mundializado, que el concepto de ciudadanía se va transformando y que ya es evidente la necesidad de nuevas relaciones diplomáticas e internacionales. La movilidad es factor esencial del desarrollo humano integral. Ayer, así lo expuse en la Jornada celebrada en la Universidad de Huelva sobre el fortalecimiento del asociacionismo inmigrante y pro inmigrante de Sevilla y Huelva. 

      El compendio legislativo de Normas Políticas, actualizado y editado en Tecnos se queda encorsetado en un positivismo de referencia, pero necesitado de transformación

         Hay un libro de Catherine Wihtol, del 2013, que lleva por título: El fenómeno migratorio en el siglo XXI. Migrantes, refugiados y relaciones internacionales. El libro aborda 1) Las migraciones internacionales como una apuesta mundial; 2) El debate de la soberanía de los Estados (pero también de la identidad de los pueblos); 3) La ciudadanía más allá del contexto tradicional (de sangre, suelo o Imperio); y 4) Hacia una diplomacia de las relaciones internacionales. En dicho libro se ve con claridad que la mundialización de las migraciones comportan nuevas exigencias internacionales y globales.

         En 2014, cuando desde el área de Filosofía del Derecho de la UPO, en Sevilla, publicó la editorial Aconcagua el resultado de unas investigaciones sobre Alianza de civilizaciones, políticas migratorias y educación, junto con el compañero Michel-Ange Iblè Kambiré Somda, abordamos el tema de la “inmigración, ciudadanía e interculturalidad”. Partíamos de un supuesto: Tras lo acontecido en la isla de Lampedusa (en el canal de Sicilia), a partir de septiembre de 2013, por nuestra situación en El Mediterráneo, seguiría produciéndose la llegada de personas inmigrantes procedentes de países terceros (entonces el 50% de los extranjeros residentes en España).

         Ahora, cuando una doctoranda de la Universidad de Huelva, Mónica Montaño, nos recuerda que, en 2012, de los  cinco millones setecientos treinta y seis mil doscientos cincuenta y ocho (5.736.258) inmigrantes residentes en España, el 47%, esto es, 2.689.150 personas, pertenecían al continente europeo, seguidos del continente americano con 1.573.055 personas que representan el 27% de la población inmigrante  y que, en tercer lugar con un 19%, esto es, 1.102.329 personas, encontrábamos  al continente africano”, ahora precisamente, en 2015, además de las propias emigraciones, incluso de personas jóvenes de España, nos encontramos con los movimientos migratorios de personas y familias procedentes del Oriente Medio que vienen hacia la UE y que llegan, incluso a Melilla, como refugiados, por lo que se les da prioridad de incorporación al CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes), cuya infraestructura  resulta insuficiente.

         ¿Qué hacer? Asumir nuevas exigencias de ámbito global, europeo y estatal. La exigencia de garantizar derechos fundamentales está por encima de leyes positivas encorsetadas cuando no estructuralmente injustas.

          El problema básico de referencia para cualquier transformación y reversión histórica puede ser la disparidad, estructuralmente injusta, del desarrollo humano a escala mundial, tal como se ve gráficamente en el mapa que reproduzco a continuación y que facilita "internet" sobre los IDH  

                
Resultado de imagen de el índice de desarrollo humano
 
 
 Los nuevos movimientos migratorios es una gran oportunidad para proyectar un mundo y una Europa solidaria e intercultural.
 
          Frente al mal común fruto de carencias básicas, injusticias estructurales y guerras sin sentido, urge refundar la ONU, garantizar derechos fundamentales, reformular el concepto de ciudadanía, impulsar la misión específica de la Universidad con proyección social y política por su sentido originario de universitas, así como trazar como objetivo prioritario el desarrollo integral de toda persona y comunidad. Ello implica anteponer el Bien Común al Mal Común ahora predominante en la Comunidad Humana Mundial. 
 
 
          Puestos a elegir quizás sea la libertad anterior a la igualdad, pero, si no somos iguales no podemos ser libres el conjunto de todas las personas y pueblos del Planeta Tierra.