lunes, 27 de febrero de 2017

LA JUSTICIA Y LA CONSTITUCIÓN


La Justicia implica virtud, fuerza, espíritu,  inteligencia y voluntad de hacer el bien, de hacer lo que se considera justo, obrar conforme a derecho, conforme a un código ético y jurídico por el que se da a cada cual lo suyo, lo que corresponde...
No es nada fácil, a veces, la concreción de la Justicia. Por eso, precisamente, en la gestión de la Res Publica, es importantísima la separación de Poderes y la no interferencia, en democracia, entre el poder ejecutivo, el poder legislativo, y el poder judicial.
De hecho, ya en la Roma clásica, la  Iustitia, «La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar (conceder) a cada uno su derecho». Los preceptos o mandatos del Derecho eran y siguen siendo los siguientes: «vivir honestamente, no hacer daño a nadie y dar a cada uno lo que le corresponde».
La evolución contractual, de "consenso", de Transición en España, al pasar de la Dictadura a la Democracia, nos llevó a la voluntad de "garantizar la convivencia... dentro de la Constitución y de las Leyes conforme a un orden económico y social justo." (ver el Preámbulo).
Todo esto supuesto, en estos momentos de incertidumbre y de excesivos casos de corrupción, en ningún caso se puede bajar la guardia sobre legalidad e imparcialidad en un Estado Social y Democrático de Derecho.
Conviene, pues, recordar el Título VI de la Constitución Española: Del  Poder Judicial; especialmente, el art. 117 sobre la exigencia de Magistrados, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la Ley; así como el art. 124 sobre el Ministerio Fiscal y la defensa de la legalidad, el principio de imparcialidad y la sujeción a la Ley; o el art. 127, sobre incompatibilidades y garantías para asegurar la total independencia de Jueces y Magistrados así como Fiscales.



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Cristaleria del Palacio del Tribunal Supremo de Justicia


Las supuestas interferencias y presiones respecto del Poder Judicial son simplemente "nefastas", no justas, contrarias al sentido recto del Derecho, que debe conjugar libertad e igualdad en la Justicia, pero que debe ser referente de rectitud.

domingo, 19 de febrero de 2017

¿ENEMIGOS?

En tiempos, tenía yo un compañero de trabajo, Excmo. Sr., que me decía en mis tareas de Secretario Técnico del Consejo Social de la Universidad de Huelva: No borres nunca a nadie de la Agenda. El que quiera que sea él quien se borre o nos borre a nosotros. Dicho lo cual, pasemos al tema que nos ocupa.


En estos momentos parece claro como siempre que, contra la injusticia, hay que luchar con todas la fuerzas. No sólo debemos defendernos nosotros de toda injusticia sino que tenemos la obligación moral de defender a los demás ante toda clase de injusticia.  Pero… ¿debemos eliminar la injusticia con violencia? ¿Debemos nosotros borrar a alguien de nuestra Agenda?
En la reflexión dominical de hoy, dice el maestro José Ellacuría lo siguiente:  


“Si utilizamos la violencia para eliminar una injusticia, estamos manifestando nuestra incapacidad de eliminarla humanamente. No convenceré al injusto si me empeño en demostrarle que me hace daño a mí o a otro. Pero si soy capaz de demostrarle que con su actitud se está haciendo un daño irreparable a sí mismo, sin duda cambiaría de actitud.
Habéis oído que se dijo: “amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo" Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos. Hay que aclarar que para ellos el prójimo era el que pertenecía a su pueblo, a su raza, a su familia. El “enemigo” era siempre el extranjero, que atentaba real o potencialmente contra la seguridad el pueblo. Para poder subsistir, no tenían más remedio que defenderse de las agresiones. Jesús da un salto de gigante y podemos apreciar que la diferencia entre ambas propuestas es abismal.
¿Por qué tengo que amar al que me está haciendo la puñeta? El camino para la comprensión de esta norma, es largo y muy penoso. Tenemos que llegar a … tomar conciencia de  que todos somos una sola cosa, y que en realidad, no hay enemigo. En el fondo, el amor al enemigo no es más que una manifestación del verdadero amor, que por ir en contra del instinto de conservación, se ha convertido en la verdadera prueba de fuego del AMOR.
La dificultad mayor para comprender este amor, está en que confundimos amor con sentimiento… El verdadero amor, sea al enemigo o a un hijo, no es el instinto que nace de mi ser biológico. El amor de que estamos hablando es algo mucho más profundo y humano. Ni siquiera nuestra razón nos puede llevar a ese nivel.  
Enemigo es el que tiene una actitud de animadversión, no el que la sufre. El enemigo no tiene por qué obtener una respuesta de la misma categoría que su acción. Alguien puede considerarse enemigo mío, pero yo puedo mantenerme sin ninguna agresividad hacia él. En ese caso, yo no convierto en enemigo al que me ataca. Si le constituyo en enemigo, he destrozado toda posibilidad de poder amarle. 
Un ejemplo puede aclarar lo que quiero decir. En el mar siempre habrá olas, de mayor o menor tamaño, pero siempre estarán ahí. Al llegar al litoral, la misma ola puede encontrar la roca o puede encontrarse con la arena. ¡Qué diferencia! Contra la roca estalla en mil pedazos. Con la arena se encuentra suavemente y de manera imperceptible. Incluso si la ola es muy potente, en la arena rompe sobre sí misma y pierde su fiereza.
¿Necesitas explicación? Pues voy a dártela. Los enemigos van a estar siempre ahí. Pero la manera de encontrarte con ellos dependerá siempre de ti. Si eres roca el encuentro se manifestará estruendosamente y ambos se dañarán. Si eres playa todo su potencial queda anulado y llegara hasta ti con la mayor suavidad. Un detalle, la roca y la arena, están hechas de la misma materia, solo cambia su aspecto exterior. “ 




 Con José Ellacuría en la Concha de San Sebastián



Versificando la meditación, digo yo: Es Primavera
 

No seamos olas agresivas./Seamos arenas de acogida/frente a la violencia/ que quedará frustrada./ ¿Hay enemigos?/ Descubre lo contrario./ De ti dependen/ Amor y violencia./ Las injusticias,/ estructurales o no,/ combátelas con amor, /cual primavera/ tras el duro invierno.