sábado, 30 de mayo de 2020

LA PLUMA Y LA NUEZ

LA PLUMA Y LA NUEZ,  a modo de relato histórico, está dedicado especialmente a mi nieta Olivia, que durante este curso se encuentra en Berlín, y con quien nos comunicamos en este relativo confinamiento provocado por lo que denominamos el coronavirus 19. La experiencia de vida tiene sus condicionantes y por ello, tal vez, concluyo con una moraleja como si se tratara de un cuento. El breve relato dice así:

     Cuando tu madre te regaló una pluma para escribir vi en tu rostro la alegría y percibí que eras feliz. Tu madre escribe muy bien, mejor que yo. "Coca Cola" le otorgó un premio de relatos cortos cuando era joven. Algo tiene que ver con lo que yo te escribo. Te prometí un cuento y ha salido un relato combinando el reto de la pluma con la experiencia simbólica del amor.
     ¿Por qué la nuez? Cuando se abre la nuez nos encontramos con una comidita muy sana y muy rica... Las nueces que tú conoces son las de la Sierra de Aracena, que tradicionalmente se secan en el pueblo de Los Marines (en Huelva)... Pero yo quiero hablarte también de la "nuez de cola" -que algo tiene que ver con la "Coca Cola"-, la que yo conocí en Cameroun, en el poblado de La Moumé (1968/69) y en la llanura de Santchou (del 72 al 75).

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     Quizás algún día, con tu pluma mágica, escribas tú sobre la importancia de la nuez de cola, sobre sus secretos, y sobre su sentido simbólico del amor. En aquellos tiempos pasados, compartían la nuez de cola la mujer y el hombre que salían de su casa para ir a trabajar al campo, muy temprano, acompañados normalmente por alguien más de la familia. Con esa nuez a modo de corazón compartido, trabajaban todo el día hasta su vuelta a casa, al atardecer, y sólo entonces se preparaba la comida para el conjunto de la familia. Imagínate comer una sola vez al día y mantenerse con la nuez de cola. Es posible que ello te invite a descubrir los secretos de la nuez con la que saborear el sentido de la unión, de la solidaridad en la lucha contra el hambre, y el amor compartido como signo de amistad duradera.
     Por mi parte, como ya te ocurre o podrá ocurrirte, gracias a la pluma o a un simple bolígrafo, guardo recuerdos que moldearon y fortalecieron mi vida. En efecto, el 20 de junio de 1975, con un amigo francés que daba clases de tecnología en el Instituto de Nkongsamba, terminado el curso, salimos en auto-stop hacia Maroua (ciudad situada al norte de Cameroun). Allí, en el mercado, compré yo un par de nueces de cola para el viaje que emprendimos por el desierto. Con muy poca comida y dos barriles de agua envueltos en sendas toallas bien empapadas recorrimos de sur a norte, Níger y Argelia hasta la ciudad de Gardaïa -pasando antes por la zona de El Hoggar y por una ermita en Tamanrasset-.
     Yo ni tenía cámara ni hacía fotos. Entonces no existía el móvil...Pero mi amigo Gerard sí hizo fotos para el recuerdo.
      Una vez llegados a la ciudad de Argel en un camión, descansamos un poco. Gerard volaría a la ciudad de Lyon (en Francia), y yo lo haría un par de días después a Mallorca y de Mallorca a Valencia, donde vendría a buscarme mi hermano Rafa. Con él me tomaría una tortilla de patatas en el aeropuerto. Después, tras compartir con su familia un cachito de nuez de cola que me quedaba, me regalaron un buen bolso de viaje, me acogieron en su piso, y a la mañana siguiente cogí un tren para llegar a casa, en Onteniente, con muchas ganas de ver a mi madre, a mi hermano mayor, y a mi hermana, a quienes di abrazos inolvidables. Y... "colorín colorado" este cuento se ha acabado.

     Moraleja: "Cuida de tu pluma mágica y escribe con amor tu propia vida"


sábado, 16 de mayo de 2020

SOBRE LA POSTMODERNIDAD EN ESTE MOMENTO HISTÓRICO




INTRODUCCIÓN

         En el Foro de comunicación y Debate (FOCODE), desde primeros de mayo 2020, en pleno contexto de la pandemia producida por el denominado coronavirus 19, se ha invitado a repensar que estamos en “tiempos de cambio”. Se ha planteado el tema al hilo de unas reflexiones filosóficas de uno de su Presidente (Antonio Durán Sánchez) que, según mi lectura, invita a tomar conciencia de las limitaciones y las capacidades de la persona humana. El asunto merece ser tratado con detenimiento.
         La “postmodernidad”, frente al pretendido progreso o desarrollo lineal –ahora mismo interrumpido-, nos desvela la interculturalidad o al menos la diversidad cultural en el conjunto de la realidad histórica siempre abierta. Por eso, tal vez,  nos resulta fácil comprender que el mundo interior del sujeto personal o la subjetividad se trataron y se afrontan en las diversas culturas de forma bien diferente. La cosmovisión del Mundo Oriental es otra que la del mundo de la Grecia clásica, la Edad Media o el Renacimiento occidentales. 
         El racionalismo cartesiano es bien distinto y distante del sentir negro-africano del ser familiar-comunitario, a su vez diferente en los dominios del desierto, en Sudáfrica, en la costa occidental y el interior, y en la zona de los grandes lagos, en el Congo o en la parte oriental. Las religiones abrahámicas (Judaísmo, Cristianismo e Islamismo, con sus propias variables) resulta difícil que puedan dialogar a partir de un denominador común. Se intentó un par de años antes de la caída del muro de Berlín y no se logró. La India, China, Rusia y Gran Bretaña o Estados Unidos y Canadá son pueblos bien diferentes entre ellos y al interior de sus Estados. Lo mismo cabe decir de Cuba y Méjico, de Centroamérica y  de América del Sur, o de la cuenca del Mediterráneo, del Oriente Medio y de los países nórdicos de Europa. 
         La pluralidad de contextos en el mundo actualmente globalizado por el poder económico, a pesar de las multinacionales, los medios de comunicación y las denominadas “nuevas tecnologías” y sus monopolios, en un contexto de pandemia como se está viviendo, se ve como realidad compleja y diversa. Ni las pretensiones de universalidad kantiana de su Razón Práctica, y su sentido federalista, ni la subjetividad romántica del siglo XVIII tienen ahora mismo consistencia, salvo en el ámbito individual, si acaso. Incluso la Ciencia flaquea ante la realidad de la Naturaleza. También la Medicina en el ámbito de la Salud. Por eso tal vez, y por causa de confrontaciones políticas y ambiciones de poder, es muy difícil llegar a consensos normativos y buenas prácticas en beneficio del conjunto de la sociedad, aunque lo más urgente sea salvar vidas y hacer frente a las graves adversidades que nos condicionan en la vida actual, tanto en nuestro contexto como en lo global. 
         LA PERSPECTIVA HISPANA  
         En España, en concreto, en la vida social y política, parece que se agranda el “desencanto”, se deterioran las relaciones laborales, políticas y económicas. No obstante, en Europa, se recuerdan como hitos de post-modernidad los movimientos de mayo de 1968 y la caída del muro de Berlín de 1989… ¿Acaso se está produciendo una ruptura cultural, política, social y económica? ¿Hacia dónde nos encaminamos? ¿Desde dónde? 
         Tal como nos recuerda Antonio Durán, ya Kierkegaard y Unamuno ponían sus reparos a toda idea de sujeto abstracto y desencarnado. Pero serán Nietzsche y luego Heidegger quienes centren sus críticas en la misma idea de sujeto, por  empobrecer la diversidad que contiene la realidad del hombre. Por eso: El pensamiento orientado a lo próximo constituye lo que Nietzsche llama "la filosofía de la mañana". Heidegger, en su Carta sobre el humanismo, señala la crisis humanista tras la segunda guerra mundial, desde el momento en que se toma conciencia de no ser el sujeto el centro del Universo y que lo importante es ser capaz de encontrar una pequeña estancia en la verdad del ser.
         En estos momentos, Antonio Durán parece invitar a una “cura de adelgazamiento”, asume la crisis del humanismo, sin abandonarse ciegamente en la técnica, y da un carácter relativo e histórico a los surcos que el lenguaje ha ido trazando al modo como un campesino, con paso lento, abre los surcos en el campo. Quizás, partiendo de esa percepción, Zubiri hablara de la realidad compleja y dinámica, en vez del ser, y Ellacuría planteara la realidad histórica como realidad abierta desde lo ya hecho hacia lo que deba ser desde la praxis.
         Efectivamente, el ser pierde su carácter de estabilidad, de solidez metafísica, de fuerza o energía, y cobra un sentido más débil en cuanto que vinculado a lo que pasa, lo mortal, lo que se transmite de generación en generación: la tradición cultural que se despliega y se desvanece con las generaciones. Este ser tiene mucho que ver con la nada, con el nacer y perecer. 
         Afirmando la historicidad del animal humano, afirmando la historicidad de la diversidad cultural, afirmando la historicidad de las personas, de las comunidades, de las sociedades y de los pueblos, no podemos sino decir que somos una pequeñísima parte de la Comunidad Humana, en una pequeña casa de nuestro lenguaje, de nuestro saber y entender, y hasta de nuestras ciencias y técnicas, que forman parte de la Casa Común, en el seno de un Universo que nos trasciende sobremanera.
         La subjetividad, pues, el sujeto, el yo, está necesariamente sometido a una cura de adelgazamiento que le permita captar que lo importante de la realidad (el ser), e incluso de la praxis transformadora en el seno de la realidad compleja, dinámica y abierta,  no es sino una relativa andadura hacia el horizonte de lo que nos une solidariamente como personas.   
         LA PREGUNTA CLAVE  
         La pregunta que Antonio Durán nos formula es la siguiente:
“¿Puede tener todo esto alguna relación con las experiencias solidarias que estamos experimentando en estos días de confinamiento?”  
         Personalmente coincido con Federico Mayor Zaragoza, al vislumbrar una nueva era y una nueva forma de vivir. Todo un reto de ayer, de hoy y de mañana que se puede concretar en lo siguiente: 
  1. Transición de una cultura de imposición, dominio, violencia y guerra a una cultura de encuentro, diálogo, mediación, conciliación, alianza y paz. De la fuerza a la palabra. (Declaración y Plan de Acción sobre una Cultura de Paz, Asamblea General de las Naciones Unidas, septiembre 1999).  
  2.  Transición de una economía basada en la especulación, deslocalización productiva y guerra -cada día mueren de hambre millares de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad, al tiempo que se invierten en armas y gastos militares más de 4000 millones de dólares- en una economía basada en el conocimiento, en la cooperación y no en la explotación, para la eficaz puesta en práctica de la Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible, Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas de noviembre de 2015 "para transformar el mundo" ) y los Acuerdos de París sobre Cambio Climático. Para ello es impostergable reducir los gastos de defensa y aplicar los medios necesarios para la diligente aplicación en todo el planeta de un nuevo concepto de seguridad con las seis prioridades establecidas por las Naciones Unidas: alimentación, agua potable, servicios de salud de calidad, cuidado del medio ambiente, educación a lo largo de toda la vida, y paz.” 
         CONCLUSIÓN
        El momento actual, la experiencia mundial de la pandemia coronavirus 19, invitan a otra forma de existir aquí y ahora, invitan a otra forma de vivir, con la mirada puesta en la dignidad de toda persona y en el conjunto de la Humanidad,  pequeñísima parte del Universo. Nuestra tarea y quehacer actual está en cultivar la solidaridad  y el respeto hacia el Universo, hacia la Naturaleza de la Madre Tierra, y hacia nosotros mismos como personas de igual dignidad, con sentido de un “nosotros” y “nosotras” incluyente, y no excluyente.  



 

domingo, 3 de mayo de 2020

HACIA LA ÉTICA EN LA CASA COMÚN


        Desde el curso de 1981/82, siendo conscientes del lento devenir y evolución de la persona humana, parecía importante incorporar en la dimensión ética de la filosofía el denominado imperativo categórico de Kant, a modo de preámbulo de su “Crítica de la Razón Práctica”: “Obra de tal modo que puedas erigir en Ley Universal tu comportamiento”. ¡Menudo reto!

         Desde las religiones, aunque se haya formado en sus seguidores una conciencia ética hacia el Bien Común,  se ha sido por lo general muy dogmático y han existido guerras de religión que se saltaban  - y se saltan-  las exigencias básicas de una denominada Ley Natural de tres exigencias básicas: “no matarás, no mentirás y no robarás”. Se ha sido demasiado cruel frente a supuestas herejías, disidentes y seguidores de religiones enfrentadas, usando el nombre de Dios en vano. En ese caso, mejor la Ética de respetar la vida y amar la verdad, sin más connotaciones. Una religión que rompe los lazos de “religación” con las demás personas, comunidades o pueblos, en vez de practicar el amor se vuelve desalmada, hasta despreciar la vida del contrario y robar su propia dignidad.

         Por ello, tal vez, previo a cualquier imperativo moral, religioso o ideológico, ya Ortega y Gasset invitaba a conjugar Vida y Razón, para saber a qué atenerse en la vida. Pues a nuestras espaldas está lo que hemos sido, y que quizás en no pocos aspectos pueda actuar negativamente en lo que seamos capaces de ser. Pero ante nosotros está la potencialidad de aprender de lo vivido y proyectar en la realidad histórica las diversas posibilidades de ser, eligiendo la más coherente y humana, venciendo por supuesto las circunstancias adversas.

         Esta perspectiva, desde 1987, completada por la experiencia práctica y desde un talante ético liberador,  ha ido evolucionando hacia un sentido crítico más allá de ideologías al uso y de opciones partidistas, ya fueran individualistas y capitalistas, sociales y comunitarias, o comunistas.

         En el contexto de la sociedad española, desde finales de la Dictadura, de los años de 1970 al 75, hubo un giro en las relaciones entre Religión y Política, acentuándose la posibilidad de la Democracia gracias a la propia sociedad civil en su conjunto. En realidad, mucho antes, el profesor Aranguren había ofrecido un manual de Ética acentuando el sentido ético de la Filosofía, distinguiendo entre Ética y Teología, entre Moral y Religión, con el fin de reforzar la formación de la conciencia y acentuar amor y esperanza junto a las virtudes de la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza al enfrentarse la persona y la comunidad con la realidad concreta en su historicidad.       De hecho, el esfuerzo de diálogo –impulsado también en la praxis desde ámbitos universitarios- y el consenso político que culminó con la Constitución de finales de 1978, es decir, con la creación del Estado Social y Democrático de Derecho, logró establecer como valores superiores del ordenamiento jurídico: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Sin embargo, a pesar de garantizarse la libertad ideológica o religiosa en sus manifestaciones, y a pesar de establecerse  que la estructura de los partidos políticos – en cuanto que instrumentos de participación política-  deben de ser democráticos en su estructura interna y su funcionamiento, muy pronto tendencias humanas caciquiles y de ambición de poder dieron lugar a luchas de intereses, enfrentamientos, y conflictos a pesar de andar por el camino del Estado de Bienestar.

         En verdad,  aunque se realizaran muchas transformaciones sociales en salud, educación, vivienda y trabajo, pero también en infraestructuras –algunas con motivo de las celebraciones del año 1992-, ya por entonces se pedía una “regeneración” de talante democrático, ético, racional y social, y de la vida política y económica.

         Ahora, como ya dijera Antonio García Santesmases, en su libro: Ética, Política y Utopía, hay que analizar el momento histórico y preguntarse si la política al uso puede liberarse de sus servidumbres. Concretamente, viendo la realidad de inicios del año 2001, formulaba su pregunta ante: “Un mundo histórico en el que conviven la fuerza de la mundialización económica con la apuesta por la universalidad de los derechos humanos; donde conviven la utopía de los derechos humanos y la realidad de una política sometida a los dictados del mercado. ¿Puede liberarse  la política de una servidumbre tan fuerte?”.

         Nada fácil. En 2010,  aunque el propio Aranguren hubiera fallecido en abril de 1996, se nos ofrecía como libro de cabecera: Ética y Política, cuyo fundamento se remontaba al curso académico 1960/61.

         Ahora, tras las preocupaciones de los inicios del siglo XXI, retomando la dialéctica entre Ética y Política, y tras la crisis económica de 2008, estamos en otro contexto: la incidencia mundial del coronavirus y la pandemia, que tantas personas sufren en sus carnes. Ante tantas muertes, y ante la escasez de medios, instrumentos, infraestructuras y servicios sanitarios y sociales ¿cabe vislumbrar un horizonte de solidaridad  hacia la Ética, con sentido comunitario, más allá de tendencias “crisopatriotas” (de quienes ambicionan el dinero bajo un lenguaje patriótico) y más allá de la “partitocracia” (o partidocracia de oligarquías partidistas)?

         ¿Es posible un nuevo talante ético en el quehacer humano personal e institucional? ¿Puede llegar a ser nuestro comportamiento Ley Universal Humana por medios institucionales de un federalismo constructivo que llegue incluso a la tan pedida refundación de Naciones Unidas?

         No se olvide, como indicara Ignacio Ellacuría en sus aportaciones al encuentro de religiones abrahámicas (en 1987), que la confesión de un único Dios Liberador lleva consigo la confesión de una única Humanidad.

         No se olvide tampoco que, para construir el Estado de Justicia Social, hay que abordar la Ética tanto en el ámbito individual o personal como en el comunitario y social; que la democratización real abarca lo económico, lo social y la política; y que la moralización social tiene que efectuarse por medio de personas y comunidades y por medio de las instituciones.

         Por todo ello, tal vez, tanto Ignacio Ellacuría –desde su Filosofía de la Liberación- como en estos momentos Federico Mayor Zaragoza – desde su experiencia vivida en la UNESCO y desde su objetivo de educar para la paz- postulan la urgente necesidad de refundar Naciones Unidas, con el fin de combatir las realidades estructuralmente injustas, la insolidaridad entre riqueza y pobreza, y todo tipo de desigualdades contrarias a la Carta Universal de los Derechos Humanos.

         La tarea no es nada fácil, no obstante la experiencia mundial de sufrir una pandemia en estos momentos históricos de tantas contradicciones, logrando agudizar la conciencia de la solidaridad frente al egoísmo, está ofreciendo la oportunidad de impulsar un renovado sentido de Comunidad Humana, capaz de vivir en paz, en libertad e igualdad, en solidaridad y justicia, y en sintonía con la Casa Común que es nuestra Madre Tierra.