lunes, 29 de abril de 2019

DE LA REFLEXIÓN AL DÍA "D"

El día de reflexión especial fue el anterior al de las votaciones generales del presente 28 de abril. El día "D" es el posterior a las elecciones generales, es decir, hoy. Despejado el escenario de incertidumbre y enfrentamientos partidistas, conviene ahora retomar los retos planteados en el contexto de un nuevo horizonte.

Ya no valen latiguillos ultramontanos o levantiscos como el de "Tiempo de rojos, hambre y piojos"; o el de "home roig i gos pelut primer mort que conegut". Eso se remonta al ayer de la Dictadura. Hecho el ejercicio de desentrañar lo mejor de la Constitución de 1978, que nos ha permitido vivir en paz y en justicia, importa afianzar la separación de poderes: legislativo, ejecutivo, y judicial, pero viendo la forma también de poder garantizar declaraciones de intenciones y derechos propios de los principios rectores de la política social y económica (objeto del capítulo III de la Constitución), así como una mejor organización territorial y distribución de competencias, con sentido federal integrador, en ningún caso excluyente (ver el título VIII de la mencionada Constitución de finales de 1978).

Hoy me resulta significativa una comunicación próxima a los cuarenta que ha ejercido su voto, y que en familia, dice lo siguiente: En nuestra Mesa Electoral terminamos las tareas sobre las 23: constatando una participación del 80%... Tras el día de ayer, veo un horizonte de Gobierno (PSOE+UP) ..., que necesitará de pactos concretos (con ERC, y/o con PNV, ...). Espero que algunas cosas se sea capaz de sacarlas adelante con más consenso. Es un horizonte propio para vislumbrar alguna posible reforma de calado. Los escaños nacionalistas, que suman más de 30, no es poca cosa, y podrían tenerse en cuenta para mejorar el encaje territorial, evolucionar y empezar a hacerlo desde el propio marco constitucional. Esperemos que las fuerzas independentistas lo comprendan así, mirando el interés general y no el de cada nacionalismo de forma independiente. Sería incluso deseable pactar también aspectos importantes de Estado con Ciudadanos, pero esta fuerza no parece que vaya a mostrar un talante colaborador... Vamos a ver como se evoluciona"
El lenguaje bélico, de soberbia e hinchazón, es poco cervantino y muy poco renacentista; conviene templar hasta las cuerdas vocales y los gestos, para mejorar racionalmente y cordialmente en nuestro amor humano colectivo hacia la sociedad, el Estado y la Comunidad Humana. Hay que seguir proclamando la voluntad de:
1. Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las Leyes conforme a un orden económico y social justo.
2. Consolidar el Estado de Derecho
3. Proteger a todas las personas españolas y a todos los pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, culturas y tradiciones, lenguas e instituciones.
4. Promover el progreso de la cultura y de la economía para garantizar una digna calidad de vida
5. Establecer una sociedad democrática avanzada, y
6. Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra (nuestra madre Tierra, que debemos cuidar).

Por todo lo dicho, precisamente, fuimos capaces, en su día de constituir y construir un Estado Social y Democrático de Derecho, que propugna valores superiores mirando el Interés General y el Bien Común. Avancemos, pues, en garantizar derechos humanos, que deben ser fundamentales e inalienables en toda persona humana y en toda familia, comunidad o sociedad civil de convivencia respetuosa de interculturalidad y trans-culturalidad.

jueves, 18 de abril de 2019

¨VILLA-ALDEA" (1959-1960) Y LA VIDA EN LOS MARINES (y II)

          Hoy, día tradicional para conmemorar el amor divino y humano, desde la simbología del cordero familiar y el pan compartido para toda la Comunidad Humana, puede ser el día indicado para publicar la segunda parte de nuestro trabajo conjunto, en el contexto de un pueblo de vecindad en la Sierra Onubense, cerquita de Aracena. 
          El texto es del tenor literal siguiente:

II.- “VILLA-ALDEA” (1959/1960) y la vida local de Los Marines
José Mora Galiana
         La Revista “Villa-Aldea”, a modo de Boletín Parroquial de cinco y a veces de seis páginas y hasta siete, apareció por primera vez el “domingo 30 de agosto del año del Señor, 1959”, haciéndose eco de la procesión de la Divina Pastora (cuya novena introdujo D. Juan Flaviano), y concluyó su andadura serrana (con el nº 50), el 11 septiembre de 1960, cuando ya el padre José Luis, estaba en Riotinto (siendo su corresponsal en Los Marines Victoriano) y se acordaba del pueblo, diciendo: “En Los Marines, durante estos días, se celebra la novena de la Virgen de la Gracia que culmina el 11, con el voto. La afluencia de los marineros a la iglesia, por la noche fue aumentando de día en día. El rosario nocturno, llevados sus faroles por hombres, ha tenido este año una singular seriedad. El 8, la imagen de la Virgen recorrió diferente trayecto que otros años, pues subió a los barrios altos, por las empinadas cuestas, a hombros de sus hijos…”
            El conjunto de la revista “Villa-Aldea”, legado de patrimonio documental en la historia de las mentalidades, en los hechos y noticias de la “intrahistoria” de Cortelazor y Los Marines, y de las aldeas de Corte Rangel y Castañuelos, pero también de Aracena… y de la Provincia de Huelva, me he atrevido a dividirlo en tres partes: La primera, del 30 de agosto al 25 de diciembre de 1959, en la que -fijados los objetivos de la revista-, se ríe y se llora, se dan noticias lugareñas, se hacen comentarios sobre las mismas, y se reflexiona sobre la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, y se apuesta por la mejora de las comunicaciones y servicios, además de dialogar –desde dentro- con mentalidad cristiana y católica, incluso con el niño que parió la Madre María, en un pesebre. La segunda parte abarca desde el 1 de enero (nº 19 de la revista, con el lema: “Año Nuevo Vida Nueva”) hasta el 29 de mayo de 1960 (nº 38, que concluye con la “Charla del aldeano con el gobernador de los gobernadores”). La tercera parte, en el segundo semestre de 1960, empieza en el nº 39, el 5 de junio, con “una editorial para ricos y otra para pobres”, por aquello de que “¡todavía hay clases!”, y termina el 11 de septiembre de 1960 (en el nº 50) porque “Villa-Aldea” cambia de hogar. “Sonriendo entre lágrimas se marcha sin alejarse, aunque parezca una paradoja”. Veamos, pues, aspectos de la vida de Los Marines en cada una de estas partes:
  1. El reto de las comunicaciones y servicios
El primer reto fue la propia difusión de la revista “Villa-Aldea” (al estilo de una hoja parroquial, pero interesada, por ejemplo, desde el primer número, en que la línea de teléfono de Los Marines y de Cortelazor se pusiera en funcionamiento cuanto antes). Ya en el nº 6 (página 6) se da a conocer un artículo de Amalio García Arias, publicado en el diario madrileño “El Alcazar”, el 23 de septiembre de 1959, a modo de carta, dirigida al Señor Director de “Villa-Aldea”.
La revista reseñaba noticias y acontecimientos o costumbres de la vida de Los Marines: desde la muerte del sacristán Marcelino –rodeado en su lecho de sus cinco hijos-, y el fallecimiento de Eugenia González Romero (el 3 de septiembre de 1959, por la tarde) hasta las actuaciones de Norberto, el alcalde, en pro de la sana convivencia (ver, por ejemplo, los nºs 15, página 2; y 16, página 4),  incluyendo la procesión de la Virgen de Gracia y los “vivas” de la “señá Salú” (nº 3, página 2) o las actividades de la “Tómbola de Caridad” y el bautizo de Ascensión Velo Rodríguez, el día 16 de mayo, así como la presencia de D. Miguel, “el bondadoso arcipreste de Cumbres, hijo de Los Marines … y… la cantidad de comuniones que hubo el día del voto entre los hombres” (nº 4, páginas  2 y 3) . La revista es, sin duda, una fuente para desgranar realidades  muy vivas en aquel entonces, constatar el esfuerzo por mejorar situaciones concretas respecto a la mentalidad y la vida aldeana –en defensa de los pobres-, y para ver el empeño en mejorar las comunicaciones y los servicios que se prestaban tanto en salud como en educación.
Dentro de los servicios y comunicaciones, indicar la familiaridad de “Villa Aldea” con el médico Don Emilio Sánchez y con Don Antonio Martín (de Aracena),  el nombramiento de Victoriano, “el de David”, como nuevo cartero de Los Marines, y la existencia de un hermoso grupo escolar a estrenar (nº 4, página 4), así como las mejoras de la carretera de Cortelazor (que quedó para servicio de todos la segunda semana de octubre); la puntualidad de D. José Peña, “el veterano maestro del pueblo” en el inicio del curso escolar el 16 de septiembre (nº 5, página 2), las actuaciones teatrales en la localidad; la luz, y el teléfono que unió a Cortelazor con Los Marines “y ambas villas con el resto de España” (con la inauguración oficial, por parte del “Excmo. Sr. D. Hernán Pérez Cubillas, Gobernador Civil de Huelva, acompañado por el Ilmo. Sr. D. Francisco Zorrero Bolaños, presidente de la Diputación Onubense, y diversas autoridades” -nº 5, página 6- ).
Señalar también historias personales, como la del joven organista Jorge –discípulo de Basiliso, el veterano en Aracena-; la de Corazón, lectora de “Villa-Aldea”, a sus 82 años, que llevaba 32 años inválida en la cama (ver nº 8, página 2); y otras, referidas a aportaciones para el teléfono, el día del Domun y las Misiones (nº 7, página 3), las suscripciones de la Revista (que llega a Sevilla, Madrid y Zaragoza, Alicante, Valencia, Barcelona, Bilbao, Canarias, Huelva y Jaén; Francia, Suecia, y allende los mares: en Estados Unidos, Colombia y Argentina), o la celebración de la fiesta de la Inmaculada (ver el nº 15).
Esta primera parte concluye, el 25 de diciembre de 1959, celebrando la Navidad, invitando al aldeano que se ponga a la escucha de Dios, y diciendo, a modo de charla del aldeano con el niño Jesús: “Me gusta que eligieras una aldea. Que tu madre sea una aldeana y San José de pueblo. Y cuando os veo así a los tres, me alegro de ser aldeano” (nº 18, página 6).
2.- Año Nuevo Vida Nueva
Con el nº 19 de la Revista, se continúa riendo y llorando, se destaca como noticia que en las Misas del Gallo de Los Marines y Cortelazor, al besar al niño se llenaron las bandejas de monedas; se comenta que hay que mejorar la Farmacia de Los Marines y se ensalza la buena gestión de la Tómbola.
El nº 20, del 10 de enero, sobre todo en la página 6: “Diálogo del hombre enfermo con un Hombre-Dios que agonizó en una cruz”, el propio “Peporro”, es decir, el padre José Luis, “Villa-Aldea”, nos revela su propio ser y su talante existencial: “¡Dios! ¡Qué año viejo y qué año nuevo me has hecho pasar!... He visto dos guerras. Sé lo que son las heridas. Pero… ¡sangre por la boca! Eso es como la Muerte que te coge y que te aprieta. Como la vida que se te escapa en cada borbotón de sangre. .. Estaba limpio… Salía del confesionario. Y, sin embargo, tuve un miedo horrible… Me fui al sagrario y allí… hablé contigo… Ahora te he visto agonizar, Dios, en mí mismo. Ahora…”. En el nº 22, del 24 de enero, en el “Diálogo del aldeano con Cristo…” ( página 5) nos transmite una afirmación rotunda, desde la fe, por la propia experiencia: “Nacemos igual, vivimos igual, nos morimos igual que siempre… Pero al menos Tú viniste para que pudiéramos vivir y morir de muy diferente manera. Si no lo hacemos, culpa nuestra es.” Pero… ¿cuál fue la causa de aquella tos que –según describe- produjo como una ola de sangre que hervía subiendo por la garganta? El hecho (según el nº 20, página 2) es que “El Dr. Suarez, de Riotinto, y D. Antonio Martín padre, fueron en visita amistosa a ver al Peporro… Uno le prohibió el tabaco y el otro el vino… Peporro empezó a protestar, y entonces le dejaron a leche. Por malo…”.
En el nº 24 (de 21 de febrero), página 2, se vuelve a la vida cotidiana: una referencia a la vieja Salud, a la que se le regala una muñeca para que se entretenga en hablar con ella; y la anécdota del extravío de un sobre con 1.300 pesetas que gracias a Rosarito Moya, devota de San Antonio, apareció pero con 1.400, dinero que estaba destinado a pagar gastos de tómbolas.
El nº 25, del 28 de febrero, en la página 2 se dice: “De la tómbola de Los Marines se han recaudado casi 5.000 pts. Por cierto que, -como unos caballeros- hemos pagado todo lo que debíamos de Farmacia, que no era, al menos para nosotros, una suma pequeña precisamente.”
En el nº 27, del 13 de marzo, en la parte de “Noticias y Comentarios”, en honor de tres quintos de Los Marines, se adelantan las siguientes obras de teatro: “La loca”, un juguete cómico interpretado por Rosarito Durán, Encarnación y Mercedes Vázquez, Daniela Bermejo y Mari-Tere Peña. “El terrible Homobono” por los niños Teófilo y Eulalio Sánchez, Filiberto López, Fidel González, Rafael y Domingo Muñoz, Sixto Sánchez, Urbano Corbacho, Luis García y Pablo Sánchez. “La lugareña” por las mismas niñas. La niña huerfanita”, por los parvulitos Consuelito Corbacho y María de Gracia Romero. Un baile regional titulado ”Capullito de Rosas”… y luego, como fin, los dos carikatos infantiles Urbano Corbacho y Sixto Sánchez”.
Respecto a una referencia a la denominada actualmente “memoria histórica”, decir tan sólo que, en el nº 32, del 17 de abril, al hilo de la romería de la Coronada (en Cortelazor), y de la antigüedad del archivo parroquial, en la página de actualidad se narra lo siguiente: “Cuando la revolución roja, solamente en Corte Rangel quemaron la Iglesia. En Cortelazor, vinieron por la parte de Cumbres los rojos para quemar el templo, pero el más destacado izquierdista local se puso en la puerta de la iglesia con un trabuco en la mano… En Los Marines, el que hacía de alcalde, que era un izquierdista muy bueno, se fue con Claudio a Cumbres a rescatar a D. Miguel, cura nacido en el pueblo y al que le habían pegado un tiro en su parroquia… Total, que los oficialmente malos, se portaron estupendamente”. Quizás, sobre esos datos, convenga contrastar y completar esa parte de la pequeña Historia de los pueblos serranos.
3.- En el segundo semestre de 1960
El nº 39 de la Revista Villa-Aldea comienza con el editorial para ricos, en el que en el contexto propio del nacionalcatolicismo, se critica a los “ricachoncetes” que se desentienden de la Cáritas Parroquial e incumplen las Leyes sociales del Estado. Ahora bien,  en  “Editorial para pobres ignorantes” se manifiesta lo siguiente: “El odio de los ricos y los poderosos no nos duele. Nos da risa. Pero el caso es que también, por decir la verdad y obrar en verdad, nos creamos el desamor de los humildes. Y eso sí que nos duele”. Hay desde el nº 39 toda una dialéctica entre ricos y pobres, y el binomio bondad y maldad, poniendo como referente a “un tal Jesús de Galilea” que se metía con los fariseos hipócritas (ver nº 41).
Las críticas de Villa-Aldea y su modo de entender y decir la verdad en aquel entonces producían, sin duda, su “pequeño revuelo” –sobre todo en Aracena-, al igual que la propia revista, en sí misma, a la que estaban suscritos escritores como Tico Medina –vinculado al periódico Pueblo- y José María Gironella (ver nºs 47 y 48). Gironella, conocedor de las clases sociales y de la guerra civil española, en 1953 ya tenía publicado el libro Los cipreses creen en Dios. De hecho, quizás el “pequeño revuelo” formado con motivo de los editoriales para los ricos y para los pobres, fuera uno de los motivos del traslado del padre José Luis a las Minas de Riotinto (ver “Charla de VILLA-ALDEA con Dios”, en el nº 43, de 24 de julio).
Mientras el Director de la revista recibía amenazas y anónimos, la vida en Los Marines seguía con normalidad: “Los Marines se lleva la palma en la venta de números de Lotería aldeana. Los niños han sido los héroes. Urbano se dedicó a cantar flamenco por las tascas para conseguir vender billetes” (nº 40, página 4); la “Biblioteca circulante” tendría su sede en la casa parroquial, bajo la dirección de D. Ignacio (nº 41). Salud decía enérgicamente: “Escribiré al Padre Santo de Huelva” –refiriéndose al Obispo- (nº 44, página 5). Con motivo del día de la “Divina Pastora”: “Los muchachos de Los Marines estrenan una obra para las Cáritas parroquiales… [y] obtienen una buena taquilla, que, después de pagarle al Braulio diez duros por poner el tablado y otros gastillos, dejan limpias mil pesetas. La Piedad, contenta…” (nº 47, página 3).
La Cátedra ambulante de la Sección Femenina, para los primeros días de septiembre, siendo la Delegada Provincial Doña Carmen Granell, se dejó al arbitrio de “VILLA_ALDEA”; se echó a suerte, para ser imparciales, entre Los Marines y Cortelazor, y a pesar de que el padre José Luis era muy amigo del alcalde Norberto, salió Cortelazor (nº 48, página 2).
El nº 49, en “Comentarios y Noticias” se narra la intervención rápida de la Benemérita para combatir un fuego, así como la “emocionante intervención del pueblo en masa”, siendo el alcalde de Aracena, Don Victorino Orcajo, el director de las operaciones de extinción. A Aracena, se dice, “con la que nos metemos con frecuencia y muy a gusto, nuestras excusas… y… nuestra felicitación” (ver página 2). En Los Marines (página 4) se habla del nuevo párroco, D. José María Camacho Prieto, nuevo vicedirector de la revista. La página 5, con la que concluye este número de la revista que habla de Dios y de los hombres… se titula “Charla del pastor de guarros, con Cristo”.
En el nº 50, del 11 de septiembre de 1960, “VILLA-ALDEA cambia de hogar. Sonriendo entre lágrimas se marcha sin alejarse, aunque parezca una paradoja”.   
CONCLUSIONES Y PROPUESTAS:
            Las conclusiones y propuestas son propias de “VILLA-ALDEA”, aunque ya sea “VILLA-ALDEA MINERA” o, simplemente, su referencia histórica: “VILLA-ALDEA seguirá trabajando” (nº 45), contra la muerte y en pro de la vida en plenitud –ahora desde otra perspectiva, democrática, pero con el mismo sentido "comunitarista"-.
Balance
            En el nº 48, exactamente al año del primer número de VILLA-ALDEA, se hace un balance, en los siguientes términos:
            “¿Qué ha hecho la revista en un año? Muy poco, desde luego. Pero a donde no llegó la luz ni el teléfono ni el sacerdote ni el médico, ni siquiera el recaudador de contribuciones, allí fue la revista y sigue yendo.
            Los teléfonos aldeanos, la Farmacia inter-parroquial, la reconstrucción de iglesias, la atención a los necesitados, el transporte de enfermos, fueron obra de la revista.
            Llegó, si no a todos, a muchísimos hogares. Con los dedos de una mano se podrían contar en algún pueblo la familia que no lo adquiriera”.
            La revista tenía sin duda sus detractores: “Curiosamente, la gente humilde y sencilla y la intelectual bien formada, fueron los apologistas de la revista.
            Curiosamente, una parte de piadosos tradicionales y de poderosos sin cultura se convirtieron en detractores. Curioso, muy curioso” (nº 48, página editorial).
            Desde nuestro punto de vista fue un instrumento informativo y formativo, de impacto, en su contenido, con una opción clara en beneficio de la comunicación y el bienestar de las personas y las familias aldeanas, dentro de un contexto religioso y social en el que era propio del ministerio sacerdotal la defensa de los mandamientos de Dios y de la Iglesia,  administrar los sacramentos, y favorecer las celebraciones festivas, introduciendo el sentido de la caridad y la ayuda a los más necesitados.
Propuestas
La Educación de calidad al servicio de toda la Comunidad Humana, a todos los niveles formativos, ante todo y sobre todo, así como la Salud Pública, la cobertura social y la farmacéutica; la mejora de las comunicaciones, las infraestructuras, e internet al alcance de toda familia y de toda persona, ya sea hombre o mujer, persona rica o pobre, de muy culta ciudad, de capital, de pueblo, o de aldea.
Y una petición universitaria: Extensión de la Formación Profesional Superior en la Sierra y Cátedra "Naturaleza y Persona", bajo el referente de "Arias Montano"...
Esas nos parecen las propuestas actualizadas que defendería “VILLA-ALDEA”


lunes, 15 de abril de 2019

"VILLA-ALDEA" (1959-1960) Y LA VIDA EN LOS MARINES


          Con motivo de las XXXIV Jornadas del Patrimonio Histórico de la Comarca de la Sierra de Huelva, junto con un humanista -Carlos Sánchez Rodríguez- nos hemos atrevido a abordar el tema de la impronta personal de Don José Luis Bernabéu Amo, y su legado o patrimonio documental de la revista denominada "Villa-Aldea".
          La ponencia ha tenido tal eco que se nos ha pedido difundirla de inmediato, aunque vaya a ser objeto de publicación de las Actas de las mencionadas Jornadas.
          Consta de dos partes. Reproducimos ahora la primera parte, que transmite la experiencia personal de Carlos Sánchez:

I.- La efímera pero memorable presencia del P. “Villa-Aldea” en la Sierra

Carlos Sánchez

Introducción

            Mi intervención pretende evocar la singular figura de José Luis Bernabéu Amo (Madrid 1923-1996 Valencia), el popular Cura “Villa-Aldea”, como introducción a la Ponencia de Pepe Mora: El vivir de  Los Marines en la Revista Villa Aldea. 

            Yo quizás sea el menos indicado para hablar del P. José Luis porque muchos de los que estáis aquí seguro que lo conocisteis mejor que yo, que tan solo estuve con él en tres ocasiones (que en total no sumarían más de 3 ó 4 horas), pero me quedó un recuerdo muy vivo de tan fugaces encuentros. Y también fui testigo del impacto que tuvo su presencia en aquel momento.

            Como digo en el título de esta intervención mía, la estancia, la presencia del P. José Luis en la Sierra de Aracena, fue efímera, fugaz, muy breve. Duró poco más de un año [del 13 de abril de 1959 al 30 de junio de 1960], pero en tan poco tiempo supo “Villa-Aldea” remover, zarandear las conciencias y llegar a la gente, más allá del reducido ámbito de sus tres parroquias rurales, Cortelazor la Real, Los Marines y Corterrangel-Castañuelos. Fue un hombre controvertido, pero a nadie le resultó indiferente.

            ºFue efímera, pero memorable, es decir, digna de ser recordada. Dejó en la Sierra un recuerdo de su paso. Prueba de ello es que cincuenta y nueve años después, hoy nos estamos ocupando de él y de su Revista en estas Jornadas.

            La irrupción del Padre José Luis Bernabéu, "Villa-Aldea", -exclaustrado de los Terciarios Capuchinos e incardinado en la diócesis de Huelva "ad experimentum"- fue, como la calificaría con acierto su amigo Leopoldo Alés, "un bombazo".

            El 31 del pasado agosto habría cumplido 95 años. En esa fecha, evoqué mis encuentros con él en un relato: Tres momentos con el cura “Villa-Aldea”. Aquí voy a referirme brevemente al primero y el último: un viaje en moto a Corterrangel y cuando fuimos a darle la Extremaunción.
1.- Un viaje en moto a Corterrangel.



Mi primer encuentro fue un viaje que hice con él a Corterrangel en su moto, una Montesa. Pasé un miedo tremendo. Aquella máquina volaba.

Lo primero que yo destacaría: en aquel momento, “Villa-Aldea” apareció como un cura diferente, distinto. Con un dinamismo arrollador. Sus maneras, sus modos, sus palabras no eran clericales. Como símbolo de su singularidad, puede servirnos su MONTESA. Era un cura diferente como la Montesa que manejaba.

Aquella moto cubierta del polvo de los carriles recuerdo haberla visto reluciente, flamante, en la relojería-joyería "Casa Seco" de Aracena. La tenían allí en exposición y atraía la atención de todo el mundo. Recién llegado el Padre José Luis a la Sierra, entró en la joyería y se dirigió a Manuel Seco: "Quiero esa moto. No tengo ahora ni una peseta. Te la pagaré hasta el último céntimo, puedes estar seguro. Pero la necesito ya, hora mismo, para atender a los feligreses de mis aldeas". Con su labia irresistible, su desenvoltura y seguridad desconcertaba a cualquiera. Manuel Seco telefoneó al proveedor de Montesa que terminó dando su conformidad. Supo comerle el coco a Manuel Seco, convencerlo para sacarle la Montesa sin adelantar un solo duro. A partir de ese momento, la figura del Padre “Villa-Aldea” cabalgando su Montesa sería familiar en la comarca yendo sin parar, arriba y abajo, por aquellos carriles pedregosos y polvorientos, para hablarles de Dios a aquellos campesinos, suscitar su solidaridad y cooperación, llevarles consuelo y medicinas, mejorar, en fin, su estado de incomunicación y aislamiento.

A diferencia de la Vespa o Lambretta,  que eran entonces las más usuales entre el clero, para cabalgar la Montesa había que remangarse la sotana que resultaba un estorbo. Al padre “Villa-Aldea”, de andares rápidos y nerviosos, se le enredada la sotana entre las piernas y por eso llevaba siempre desabrochados los últimos botones de la rodilla hacia abajo. Nunca llevaba alzacuello. Calzaba botos. Me decía que los aldeanos le habían enseñado cómo andar a campo través y subir sin fatigarse cuando se pateaba el monte desde Cortelazor a Corterrangel para estudiar por dónde habría que tirar los cables entre las encinas y alcornoques para llevar la luz y el teléfono a las aldeas. "He aprendido que de nada sirven las prisas; hay que subir despacio y a grandes zancadas. Ellos me han enseñado a caminar". Claramente quería darle a esta última frase un alcance metafórico.

Yo tenía entonces 20 años y él, 36. Lo veía como un Superman. Representaba todo lo que yo no tenía: seguridad, coraje, nervio, dinamismo, decisión, entrega ilimitada.

¿Pero qué era exactamente lo que me cautivaba? Creo que sobre todo, había en su personalidad algo contradictorio y desconcertante que seducía: Por una parte, un dinamismo arrollador, una especie de urgencia que se manifestaba en sus maneras impositivas, apabullantes y hasta broncas a veces; y por otra, un volcarse en compasiva delicadeza por los más débiles, en lucha por mejorar la condición de aquellas aldeas pobres y olvidadas.

Lo poquísimo que conocemos de sus antecedentes personales nos deja ya entrever ese fondo contradictorio y bipolar. En 1936, con tan solo 13 años, se alistó en un tercio del requeté y luego fue legionario. Más tarde, entró en los Capuchinos, en la "orden seráfica". Mezcla extraña, sin duda: un cruce o mestizaje entre legionario y franciscano. El empuje indomable de la legión con la delicadeza estética franciscana. Eso era, creo, lo que me atraía en aquel hombre resuelto, enérgico y atlético: un franciscanismo a las bravas, a lo bárbaro; unas formas imperiosas y ásperas para camuflar su ternura. En ocasiones uno se hace el duro para no dejarse ablandar por la emoción y ocultar los sentimientos. Pues a mi modo de ver, el Padre "Villa-Aldea” vivía así de forma permanente.

Desde luego el aspecto atlético y el ímpetu del P. José Luis para nada recordaban al Santo Seráfico, pero siete siglos después, este hombre -estoy seguro- se alimentaba del ideal de Francesco, il poverello d'Assisi, el santo que más se acercó a los hombres para acercarse a Dios. El Padre "Villa-Aldea" también se acercó a aquellos aldeanos pobres cuyos nombres desfilan por las páginas de su revista.

            Porque siempre manifestó una clara preferencia por las aldeas, que en aquella época vivían en un enorme atraso y aislamiento; eran “La Periferia”, como diría hoy el Papa Francisco. Con estas palabras se abre la portada del primer número de la Revista, como una especie de manifiesto:

“VILLA-ALDEA” SALUDA A AQUELLOS A QUIENES VA DIRIGIDA. A LOS ALDEANOS EN PRIMER LUGAR (LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS) DE CASTAÑUELOS Y CORTERRANGEL, LOS QUE VIVEN SIN LUZ ELÉCTRICA Y DESCONOCEN EL USO DEL TELÉFONO. LOS QUE VIAJAN TODAVÍA PARA LLEGARSE A ARACENA COMO EN EL SIGLO XVII LO HICIERON SUS ASCENDIENTES, SOBRE EL LOMO DE LAS BESTIAS O EN EL MÁS BARATO DE LOS VEHÍCULOS, QUE ES QUE LLEVA CADA PERSONA EN SUS PIERNAS. […]

“VILLA-ALDEA” ES UNA REVISTA ALDEANA. ORGULLOSA, ADEMÁS, DE SERLO. PORQUE  RESULTA QUE CRISTO ERA UN ALDEANO Y LA VIRGEN FUE UNA ALDEANA. Y AL SERLO ELLOS, NOS ENNOBLECIERON A NOSOTROS. […]

           
2.- Extremaunción



            El seis de enero de 1960 acompañé a Leopoldo Alés, capellán de las Carmelitas de Aracena y párroco de Carboneras, para darle la Extremaunción al Padre José Luis. A propósito de ese encuentro quiero fijarme en dos aspectos. En la Revista Villa-Aldea que era su propia ‘persona’ en el sentido etimológico de esta palabra, su “máscara de actor”. Y así lo entendió el pueblo que siempre lo llamó por ese nombre, El Padre “Villa-Aldea”. Y, en segundo lugar, en su temple frente a la muerte.

            Seis de enero, día de Reyes de 1960. Aparece cariacontecido don Leopoldo, “Sé que no vengo en el mejor momento, pero quiero que me acompañes. Voy a Cortrelazor a darle la Extremaunción a “Villa-Aldea”.

            Preciso es aclarar que en aquellos años decir Extremaunción o darle a uno el santolio era tanto como anunciar una muerte inminente. Era un sacramento que solo se administraba in extremis, poco menos que in articulo mortis. (Después del Concilio Vaticano II, pasó a llamarse “Unción de los enfermos” suprimiendo lo de “extrema” para quitarle ese carácter de ultimidad, de estar al borde o a las puertas de la muerte y se le puede administrar a cualquier enfermo cuyo mal revista cierta gravedad). “Pero ¿qué le ha pasado?”, repetí. “Parece que ha tenido un vómito de sangre”. Pero así lo contaría el propio “Villa-Aldea” días después en la revista [10 de enero de 1960]:

Tosí y como una bola de sangre que hervía subió por mi garganta. El pañuelo se tiñó de rojo y yo no sé qué color tomaría, pero o me puse morado o me quedé blanco. ¡Sangre por la boca! Es como la Muerte que te coge y que te aprieta. Como la vida que se te escapa en cada borbotón de sangre.

Cuando pasó aquello, cuando me vieron los médicos y me dijeron que no era cosa de muerte, ya me sentí feliz. Y el día seis de enero los Reyes me trajeron otro rato de sangre más terrible, más duro, con el que la muerte me parecía tan cerca que llamé al cura para la Extremaunción. Dijeron que mis ojos se vidriaron como los tuyos en la Cruz y dicen que, mientras me desvanecía, repetía “que se haga tu voluntad, Dios mío”, pero seguramente si hablé contigo, hablaba el miedo porque solo recuerdo miedo, miedo, miedo.

 

            Entramos en la casa parroquial, justo frente al costado de la iglesia de Cortelazor, con ese pellizco o aprensión ante la sospecha de lo que íbamos a encontrar. Al pasar, en la primera habitación a la izquierda, la pieza principal de la casa, estaba lo que pomposamente podríamos llamar la Redacción de la Revista ‘Villa-Aldea’, es decir, el despacho del Padre José Luis. Siempre el lugar de trabajo, el estudio, ese “territorio” marcado especialmente nos dice mucho, nos revela la personalidad del usuario. No era una habitación en desorden, pero sí un espacio algo caótico. Un amplio tablero sobre caballetes como mesa de trabajo adosado a la pared bajo la ventana, con revistas, libros, papeles y la máquina de escribir. Al otro lado, la multicopista, cajas de aquellos clichés que se perforaban al mecanografiar sobre ellos, tubos de tinta, paquetes de papel apilados. Una larga repisa corría a lo largo de la pared; sobre ella, algún portafoto, algunas botellas de whisky, pipas y sobres de tabaco de hebra, botes con lapiceros y punzones, guantes de boxeo… No era una habitación en desorden, repito; tampoco, desde luego, un despacho con ese orden impoluto de mírame y no me toques. Allí reinaba cierta anarquía que más bien denotaba lugar de trabajo de alguien dinámico y creativo. Y lo más llamativo, por supuesto, el saco de boxeo que colgaba del techo en el centro de la habitación para el entrenamiento de aquel cura púgil que descargaba sobre él su necesidad de quemar energías y acaso de sublimar su empuje y combatividad.

            Lo imagino en las noches de Cortelazor tecleando la máquina y a veces, mientras le viene la idea, plantado de un salto ante el saco descargando una serie de golpes sordos para volver de nuevo a la mesa –el saco queda en el centro balanceándose-, encender una pipa y tomar un trago de whisky. Y de nuevo tecleando y picando los clichés directamente, sin borrador previo, con ese estilo nervioso, directo, diríamos alla prima, sin tanteos ni “arrepentimientos”. En eso estriba la efectividad y fuerza de su estilo que transmite espontaneidad e inmediatez.

            Él escribía la revista del tirón, de cabo a rabo, en todas sus secciones con diferentes registros y desdoblándose en distintos personajes, periodistas, jefes de redacción, etc. que con frecuencia despotrican del “repelente” y “estúpido” Director.

            El éxito y la repercusión que tuvo en la Sierra -y mucho más allá- ese humilde boletín interparroquial, la revista ‘Villa-Aldea’, es un auténtico fenómeno que merecería un  detenido análisis. Algo sorprendente.

            En esas páginas a ciclostil queda constancia del espíritu y aliento del Padre “Villa-Aldea”.

Para mi tranquilidad, cuando entramos en su cuarto me encontré al “Villa-Aldea” de siempre, con buena cara, incorporado en la cama y apoyado sobre la almohada doblada. El único indicio de lo ocurrido era un pañuelo con manchas de sangre que tenía junto a la almohada. Acaso por los nervios hablaba aún más deprisa de lo que era habitual en él, como si las ideas le acudieran mucho más rápidas que la posibilidad física de articular las palabras.

            De pronto, avisados sin duda por alguien, aparecieron en el marco de la puerta el párroco-arcipreste de Aracena, don Amadeo, y su incondicional coadjutor, don Serafín. Estuvieron todo el tiempo de pie. Se les notaba incómodos y tensos. Don Amadeo dio un paso adelante: “Pero, bueno, ¿qué te ha pasado? Es que no puede ser, no puedes seguir así. Tienes que llevar una vida más ordenada y tranquila, tienes que cuidarte.”  “Villa-Aldea” se señalaba con el índice la boca y la garganta y movía negativamente la cabeza para significar que no debía o que le habían prohibido hablar. Don Amadeo siguió diciendo que cómo no le habían dicho nada, que había sido el último en enterarse.  Habló de su responsabilidad y que él debía estar informado de todo, que para eso era el Arcipreste. Como don Amadeo comprobó que no le sacaría una sola palabra a “Villa-Aldea” y este, cerrado en banda, gesticulaba que no podía hablar señalando el pañuelo ensangrentado, de pronto se oyó “Vámonos, Serafín, que aquí ya no tenemos nada que hacer”.

            En cuanto dieron media vuelta, “Villa-Aldea” nos miró con complicidad a Leo y a mí sin decir palabra para dar tiempo a que llegaran a la puerta de la calle. No habrían traspuesto el umbral, cuando de pronto hundió para dentro el labio inferior, dio un silbido largo y al momento, en respuesta, se oyó la carrera de un cuerpo pesado que al entrar rozó la puerta de la habitación y la dejó vibrando; aquel perrazo de un brinco se encaramó en la cama. Le acarició la cabezota y a una señal suya, Pilo, un Bulldog enorme, se echó en el suelo junto a la cama de forma que “Villa-Aldea”, con el brazo derecho caído, alcanzaba a pellizcarle una y otra vez los gruesos pliegues de piel. Me miró: “¿Ves? Lo que le estoy haciendo le tiene que doler, pero no protesta”. El perro, inmóvil, tan solo levantaba un ojo. “Tiene en mí una confianza ciega, total, absoluta. Si se lo hicieras tú, ya verías”. “Esta mañana he sentido miedo –continuó-, esto me ha herido, pero mi confianza en Dios es total. Respecto a Él me siento como Pilo conmigo: aunque le duela, sabe que yo nunca le haré daño”. Puedo asegurar que más de una vez, en distintas ocasiones, he evocado esta escena que tengo grabada en mi memoria y me ilustra lo que es la confianza, esa actitud de “abandono” de la que hablan los maestros espirituales.

Aquel día de Reyes de 1960 “Villa-Aldea” creyó que se moría.

Ya soy un hombre maduro. He visto dos guerras. Sé lo que son las heridas. Pero ¡sangre por la boca! […]

Acaso en su ardor juvenil de soldado voluntario soñó la Muerte como una pasión turbulenta y necrófila, como una amante terrible y destructora que seduce, cautiva y encumbra a los héroes cubriéndolos de gloria. Más tarde la sintió como una hermana, igual que Francisco: Laudato si,’ mi’ Signore, per sora nostra morte corporale, de la quale nullu homo vivente pò skappare.

            Pero merece subrayarse que en este trance “Villa-Aldea”, pese a su temperamento y coraje, no pretendió “dar la talla” proponiéndose como ejemplo para sus lectores y feligreses; no tuvo empacho en escribir: solo recuerdo miedo, miedo, miedo.

            Faltarían todavía treinta y seis años para que tuviera en Valencia su encuentro definitivo con la Muerte (Valencia, 17-F, 1996). En ese trance lo sorprendemos dialogando con ella: No temí nunca, hermana Muerte / que vinieras // […] En esta última ocasión apenas se deja entrever también el miedo: Hazlo leve / y aun deprisa. Lo acepto todo.

SICUT VITA, FINIS ITA

            Para mí, la biografía que conocemos del Padre José Luis se parece a un libro incompleto al que le han hurtado capítulos esenciales para tener una cabal interpretación y solo le han dejado la página final, más aún, tan solo las frases finales que cierran el último capítulo. Y uno daría cualquier cosa por salvar ese vacío, esa laguna, y conocer los capítulos que faltan. Pero el final que conocemos mantiene el alto voltaje existencial del protagonista, de ese luchador nato que nunca se anduvo midiendo las palabras. Las últimas suyas tienen su sello, su acento inconfundible. En ellas reconocemos perfectamente al personaje que fue –como él diría de su revista- “un hombre pobre, pobrísimo, pero nunca un pobre hombre”, sino alguien con madera de héroe; alguien que desde niño  eligió una forma de vivir arriesgada, intrépida, comprometida. También “Villa-Aldea”, como escribió Unamuno en su epitafio, llega a su final deshecho del duro bregar, pero, a diferencia de este, renuncia a dormir en ese misterioso hogar. No quiere –dice- soñar.

            No deseo el Cielo. / Solo deseo la nada. / Descansar en la nada para siempre. Rotundo como siempre fue, sin medias tintas, Tú que eres TODO, dame la NADA.


CONCLUSIÓN

Cuando estaba el Padre José Luis Bernabéu en la Sierra (1959-1960), eran tiempos preconciliares y en plena época franquista. La mentalidad de aquel momento no sería extrapolable al nuestro. Quizá por eso y sobre todo por su originalidad y carisma, “Villa-Aldea” no es imitable ni valdría como ejemplo a seguir al pie de la letra, pero sí merece desde luego nuestro agradecido reconocimiento. Fue como un meteoro que se abrasó en el roce de su carrera.

            La prueba de su impacto y celebridad es que hoy y aquí, en Los Marines, estemos hablando de “Villa-Aldea” 59 años después porque, además de la talla humana y cristiana, y de su ejemplo como párroco de estos pueblos y pedanías rurales, el año que él vivió aquí es seguramente el más documentado de la historia, más aún, de la intrahistoria de Los Marines, del vivir día a día de su vecindario, por el testimonio que ha quedado en su “papelucho”, como él a veces lo llamaba, en su revista Villa-Aldea.