miércoles, 17 de agosto de 2016

SOBRE LA PAZ, LA GUERRA Y LA LIBERACIÓN

El domingo pasado expresaba mi maestro José Ellacuría que, examinando distinta realidades a las que llamamos guerra y paz, podemos constatar que ni  todas las guerras son malas ni toda paz puede ser bendecida sin más. Evitar los dualismos y entrar en el pensamiento complejo y liberador parece que es lo razonable.


Veamos:
 
1.- La paz romana, respondía al lema “si quieres la paz prepara la guerra”. La paz, pues, implicaba no sólo ejercicio bélico sino violencia. En realidad se aspiraba a la paz que se conseguía cuando se conquistaba un país…Es una paz que nace de la injusticia, nunca puede ser auténtica ni duradera, Es una paz injusta. Es una paz que se sigue dando también hoy, a escala internacional y a escala doméstica (por anulación del otro).  
 
2.- Podría denominarse paz justa la que se da entre personas o países que dialogan, que defienden posturas distintas, pero que saben atender y respetar los derechos de los demás. Sería un equilibrio de fuerzas o de intereses. Es una paz positiva, aunque no se trata de la verdadera paz, porque no es suficiente.
 
3.- La paz que equivaldría a la ausencia de problemas,… es una trampa. Es una paz que todos de alguna manera buscamos, incluso al modo religioso, para que se resuelvan los problemas pero sin complicarnos la vida. Pero, en realidad, es una paz que anula la vida, porque la vida es, por naturaleza lucha, superación de obstáculos. Si llegáramos a conseguir esa paz, y en la medida que la consigamos, dejamos de vivir, estamos ya muertos.
 
4.- La paz de Jesús propone  la armonía interna; es el equilibrio que un ser humano alcanza cuando es lo que tiene que ser, cuando todo su ser está de acuerdo con las exigencias de su ser profundo. Esta es la autentica paz. Esta es la paz (Shalom) que los judíos se deseaban al saludarse y al despedirse. Esta es la base de toda paz verdadera…, es la consecuencia de un descubrimiento de lo trascendente como fundamento de nuestro ser.
 
En contrapartida, tenemos al menos cuatro clases de guerra que debemos analizar con cuidado:
 
1.- La guerra que se hace para someter al otro, para subyugarlos y utilizarlo, para ponerlo a nuestro servicio y anularlo como persona libre. Es la ley de la selva. Es el fruto del egoísmo más refinado. Surge siempre que utilizamos la superioridad biológica, mental o sicológica para machacar al otro. Es la guerra más frecuente y más dañina.
 
2.- La guerra que hace el que está sometido, para salir de su situación. Es una guerra que se ha llamado "justa". A primera vista, parece lo más natural del mundo, pero hay que tener mucho cuidado de no caer en la trampa de la misma violencia contra la que se lucha. Todo ser humano tiene la obligación de luchar por su libertad, pero si lo hace utilizando los mismos medios que el opresor, no tiene el valor ni la fuerza de no-violencia-activa, que surge de la opresión y contra la opresión pero sin entrar en la dinámica de la espiral de la violencia.
 
3.- La guerra que se le hace a otro por ser auténtico y justo, porque su manera de ser denuncia nuestra maldad. Es la guerra que le hicieron a Jeremías por ser fiel a sí mismo por no querer halagarles el oído a aquellos jefes, que por su mal comportamiento estaban llevando a su pueblo al desastre. Esta guerra no hay que temerla. Esto no es nada fácil, pero es profético y, en política, socialmente comprometido y auténtico.
 
4.- La guerra que debemos hacernos a nosotros mismos. Dentro del ser humanos existen fuerzas y tendencias que le obligan a estar en tensión. Tenemos que pelear contra aquellas partes de nosotros mismos que nos impiden alcanzar un objetivo humano. No podemos transformar sin transformarnos nosotros mismos…. Pues instintos, apetitos, y pasiones están ordenados a la supervivencia y bienestar del ser biológico, no están orientados a la plenitud específicamente humana. Al decir esto, la mayoría de los mortales caemos en la trampa de creer que los instintos son malos. Para nada. Todos los logros de la evolución son buenos. Solo el ser humano es capaz de tergiversar los instintos y hacerlos malos. Para conseguir el objetivo de su existen­cia, el ser humano tiene que esforzarse en desarrollar su verdadero ser.
       
Con todos estos datos, cada uno podrá descubrir, qué paz hay que buscar y qué paz hay que evitar, qué guerra debemos evitar a toda costa, y que “guerra” debemos aceptar como la cosa más natural del mundo. Pero debemos estar muy atentos, porque la diferencia es a veces muy sutil. El falso yo, que creemos ser, nos puede jugar una mala pasada porque puede hacernos ver que estamos luchando por nuestro bien cuando estamos potenciando ese falso ser.
      
Por todo lo dicho, este próximo domingo José Ellacuría nos invita ya a “entrar por la puerta estrecha”. Ello exige la aceptación de la propias limitaciones y la renuncia a ser o creernos perfectos, pues hasta nuestro conocimiento tiene condicionantes materiales, biológicos, físicos y psicofísicos, culturales, religiosos, políticos y económicos, al menos.





Papa Francisco en Chiapas (marzo 2016)

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  “Los jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas y características diversidades culturales en pos de un mundo homogéneo, necesitan que no se pierda la sabiduría de sus ancianos.”


La liberación no es sólo el reto de combatir carencias básicas y de realización personal sino el logro de una realización armónica e integral en el reconocimiento de que somos seres limitados, pequeñísima parte de un Universo abierto a lo trascendente. Por eso la justicia y la paz no se pueden alcanzar si no es por el reconocimiento de la propia pequeñez personal y comunitaria, parte de la Comunidad Humana… y del Universo.