viernes, 15 de noviembre de 2019

EL SOCIALISMO DEMOCRÁTICO EN ESPAÑA Y LA CIVILIZACIÓN DEL TRABAJO


                En la última etapa de su vida, Ignacio Ellacuría planteaba universitariamente, de forma un tanto radical, la posibilidad de una “Civilización del Trabajo” por contraposición a la Civilización Neoconservadora dominante o  “Civilización del Capital”. Su “praxis” (y la de su equipo) conjunción de pensamiento y compromiso efectivo, aunque fundamentado en el análisis de la realidad, en la Ética y en la función liberadora de la Filosofía, fue el pretexto para segar vidas humanas, en la UCA de San Salvador (El Salvador) –sin respeto alguno a la dignidad inalienable de toda persona, y justo el mismo año de la caída del “Muro de Berlín”-. Pero… ¿cuál es nuestro contexto presente, en España? ¿Cómo se abordan los temas políticos en este sur-oeste europeo?

                Desde hace tiempo, ha venido diciendo Antonio García Santesmases que podrían subrayarse tres tendencias, o estrategias políticas, dentro del espacio socialista: a) el social-liberalismo, que trata de aproximarse a posiciones conservadoras como una especie de “tercera vía”; b) la “socialdemocracia”, que defiende los derechos económico-sociales, la regulación del mercado laboral y los derechos al trabajo, así como el mantenimiento de los sistemas de protección social; y c) un socialismo internacionalista más preocupado por la Casa Común, el desarrollo sostenible, el cambio climático, el comercio responsable y justo, y la nueva civilización de la interculturalidad y la solidaridad frente a la civilización del capital y de la globalización economicista e individualista.

                En efecto, tal como expuse ayer, en el grupo de reflexión de Senatus Trianae, en 2013 se publicó un libro:  La Filosofía ante el ocaso de la Democracia Representativa. Pluralismo, consenso, autoritarismo. En dicho libro, Antonio García Santesmases escribía un artículo: “Liberalismo y socialdemocracia hoy”, que a mi modo de ver goza de total actualidad, al menos en España.

                Interesa sobre todo la cuarta parte que trata de las opciones alternativas en el momento actual optando, frente al impacto del neoliberalismo (ahora, además, neoconservador y supuestamente “patriótico”), en pro del socialismo democrático, poniendo  valores de solidaridad, civismo y moralidad encima de la mesa. Tales posiciones pueden resumirse del modo siguiente:

  1. Exigencia ética y jurídica de respetar y garantizar los valores cívicos, sin fundamentalismos de tipo religioso, y con sentido laico abierto y dialogante.
  2. Respecto al problema y la dialéctica de los nacionalismos y las nacionalidades, hacer una nueva lectura del concepto de Nación, partiendo de la Constitución y del Estado de las Autonomías, encaminada hacia el federalismo y favorable a la interculturalidad; es decir, lealtad federal respetuosa con la diversidad, e incluso me atrevería a decir, con la transculturalidad.
  3. Relación no conflictiva con las personas trabajadoras inmigrantes, estableciendo políticas de integración y fomentando y preservando el vínculo moral ciudadano y de respeto a toda persona humana.
  4. Combatir y compensar los excesos del capitalismo y evitar los peligros de un sistema productivo depredador. Pues, en contraposición a la actividad sindical y a la escuela pública [o los servicios de salud pública y las promociones públicas de vivienda…], el neoliberalismo económico, el neoconservadurismo moral, y el neo-imperialismo internacional han ido conformando una alianza política, económica y moral extraordinariamente potente que se opone a la solidaridad y a la igualdad, a la defensa de los derechos económicos y sociales, al derecho al trabajo, a la regularización del mercado de trabajo, y al mantenimiento de los sistemas de protección social de tipo socialdemócrata.
     

                No obstante, además, y desde una perspectiva internacionalista, sigue siendo actual el pensar en una opción alternativa y sistémica al actual mundo de la globalización económica y mercantilista, individualista y poco comunitaria, ya que el socialismo democrático no hace sino defender la exigencia del Bien Común y del Interés General.

                Siguiendo las huellas calientes todavía de las personas que fueron asesinadas en la UCA de San Salvador mientras descansaban tras la tarea cotidiana de prestar servicio a la Comunidad Universitaria, por su unión y defensa de la gran mayoría pobre del país, tenemos que postular el horizonte de una Nueva Civilización del Trabajo y la Cultura, lo que implica poner en crisis la burocracia estancada de Naciones Unidas, y la voluntad efectiva de refundarla con el fin de lograr la solidaridad internacional en un desarrollo responsable, sostenible e integral de toda la Comunidad Humana.

                Un liberal del siglo XX como Bertran Russel, en su análisis social, introdujo en su libro El Poder, el siguiente pensamiento práctico: “No hay esperanza para el mundo mientras el poder no sea domeñado y puesto al servicio, no de este o aquel grupo de tiranos fanáticos, sino de toda la raza humana, blanca, amarilla y negra, fascista, comunista y demócrata, pues la ciencia ha hecho inevitable que todos vivan o que todos mueran”.

                Como concluíamos ayer, en las reflexiones de Senatus Trianae: Saludemos como positiva la posibilidad de un gobierno socialista democrático en España. 
                            Importa, y mucho, el diálogo y el consenso, la flexibilidad y la firmeza, el análisis económico y la praxis política, capaz de conjugar de forma coherente Ética y Derecho.
 

domingo, 3 de noviembre de 2019

PROPUESTA DE REFLEXIÓN ANTES DE LAS ELECCIONES


     Tal vez el "sirimiri" serrano me ha animado a escribir una propuesta de reflexión para que, mediante el grupo de Senatus Trianae, se pueda hacer pública con sentido político de actualidad.
     Paso, pues, a transcribir el texto cuya lectura facilito en este blog de "desarrolloliberador":
     "La Democracia, teóricamente, en cuanto ejercicio de la soberanía por el propio pueblo, podría ser directa o indirecta (como democracia representativa). En nuestras democracias occidentales, claro está, la soberanía se ejerce por representantes intermediarios. Es decir, nos movemos en un contexto de democracia representativa. Pero… ¿Ejerce el pueblo su soberanía? ¿Se tiende, en nuestro Estado social y democrático de Derecho, a mejorar efectivamente las condiciones de vida del pueblo?

                Egolatría se entiende como culto o amor excesivo de sí mismo. Es lo que se percibe y observa en los liderazgos actuales de los distintos partidos políticos.

                “Partitocracia”, como neologismo y expresión coloquial, viene recogida en Wikipedia como predominio excesivo de los partidos políticos en el sistema democrático. De hecho, se reseña lo siguiente: “La concepción del Estado democrático, tanto en su versión de democracia representativa, como de la directa, se asienta sobre una relación bilateral entre ciudadanos y Estado. Tal y como la conocemos hoy, la naturaleza de la democracia estriba en la apropiación por parte del pueblo del poder político y de allí surge la necesidad de nombrar representantes para que, proviniendo de y a nombre del pueblo le administren su original poder. Sin embargo, en la práctica histórica, esta relación bilateral pasa a adquirir crecientemente un carácter trilateral: ciudadano-partido político-Estado, de tal manera que el ejercicio de la soberanía popular ya solo es posible mediante la mediación de los partidos.”

                Conjugando democracia representativa, egolatría en los liderazgos, y predominio de los partidos políticos en el ejercicio del poder, la democracia (ya sea popular, liberal, conservadora y neoconservadora, socialdemócrata u otra, en su caso, de tendencia “orgánica” o “paramilitar”), la Democracia en mayúscula, se debilita por difuminarse la separación de poderes, porque el poder ejecutivo invade el poder legislativo, por constatarse enfrentamientos partidistas permanentes en el parlamento en vez de mejorar el marco legal, y por percibirse, a veces, interferencias ideológicas o partidistas en el sistema y ejercicio del poder judicial.

                En consecuencia, en vísperas electorales o en cualquier momento de nuestra vida diaria, si de verdad se quisiera mejorar y revitalizar la democracia, el paso previo debe ser escuchar atentamente a la sociedad civil y apostar por mejorar sus condiciones de vida, educando en la solidaridad, mirando el interés general, y haciendo posible y efectiva la participación del pueblo y el ejercicio real de su soberanía.

                La tarea no es nada fácil, frente a egolatrías desmesuradas, individualismo lacerante, y partidocracia ramplona, que condicionan el presente. Ni la opción anti-sistema ni la tendencia a una democracia orgánica de corte paramilitar o totalitarista van a mejorar la democracia. Importa, pues, como indica el Preámbulo de la Constitución Española de 1978 : “Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la Ley como expresión de la voluntad popular”, lo que implica garantizar los derechos humanos, promover el progreso de la cultura y la economía al servicio de la vida digna de la sociedad en su conjunto, y colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de cooperación y solidaridad entre todos los pueblos de la Tierra. 

                El paradigma del Estado y la Federación o Confederación de Estados – propios de la Teoría Política- hay que entenderlos al servicio del pleno desarrollo integral de toda la Comunidad Humana."