INCLUSO SOLANA SE INDIGNA COMO EUROPEO

Javier Solana, un "senior" con gran capacidad internacional, siempre tan comedido y educado, está indignado porque los europeos sufren incertidumbres radicales mientras las miradas externas se centran en Grecia, en nosotros (tan "hispanitas") y en la evolución de la crisis en la eurozona, primera economía mundial convertida, de la noche a la mañana, en un problema acuciante y grave. ¿A dónde vamos?

En "El diario de la crisis" que ofrece EL PAÍS, hoy 14 de junio, Solana no oculta su enfado: Estamos asistiendo a una quincena de infarto. La crisis se vuelve cruenta. Se ha concentrado en los países desarrollados (sobre todo en sus periferias -diría yo-). Y, desde hace varios años, el crecimiento mundial recae sobre las espaldas de los países emergentes. La primera economía mundial (Europa) se muestra incapaz de autogestionarse conforme a sus responsabilidades mundiales. Estamos en situación incierta y esta incertidumbre seguirá agravándose en estas semanas.

Ya nadie acepta soluciones incompletas (y engañosas, añadiría yo). Hay que "acabar con este juego macabro de incapacidad decisoria en tiempo útil".

¿Qué está pasando? Desde mi punto de vista, se quiere enterrar la pretensión de los Estados Sociales y Democráticos de Derecho, más formales que reales y se quiere volver al Estado Liberal, con menos Servicios Públicos en Salud, Educación, Investigación, Asuntos Sociales y Seguridad Social, ... o infraestructuras y omunicaciones públicas, con el fin de facilitar la iniciativa privada y cobrar el peaje correspondiente o los porcentajes de los prestamos y rescates. ....

"Mientras, los europeos sufren y el resto del mundo observa enmudecido cómo una bella historia se suicida".

¿De qué bella historia habla Solana?  De aquella historia de un grupo de países que, tras las tinieblas de las guerras, fueron capaces de formular la Carta Universal de los Derechos Humanos con un grito de "nunca más" a la bajeza y la violencia del animal humano. Ahora esos mismos países pueden fracasar. Con el pecado del afán desmesurado de lucro a costa de los demás, viene ahora la penitencia.

En 2008, el profesor de Economía Aplicada, José Vallés Ferrer, postulaba (en el libro ECONOMÍA ESPAÑOLA) la necesidad de elaborar una política económica (macro y micro) que permita regenerar la actividad productiva desde nuevos patrones de crecimiento, altamente reformista y que busque el reparto de los costes de la crisis de forma concreta.

El problema, ciertamente, es grave, afecta a toda la sociedad (yo diría a toda la Comunidad Huna), y de forma particular a los responsables políticos y a los interlocutores económicos y sociales, que deben participar tanto en la busqueda de soluciones como en el reparto de los costes de la crisis.

En estos temas el desarrollo jurídico del Derecho Internacional tiene que ser jerárquicamente superior al Derecho Estatal -como ya dijera hace mucho Hans Kelsen en su TEORÍA PURA DEL DERECHO-.

El desarrollo humano no es lineal ni es estrictamente natural en el sentido de la evolución de Darwin. La variable humana, la variable cultural, la variable social y la solidaridad de la especie modifican nuestra realidad en un sentido o en otros posibles sentidos del proceso histórico siempre abierto.

Cabe la esperanza, pero el momento es especialmente complejo e indignante porque, desde algunos centros de poder, se quiere recular hacia el Estado Liberal, donde mande no la Sociedad Civil sino el Capital y el mercado, es decir el Dios Mamón, para que no haya ni sombra del ideal de la Fratenidad Humana, que tanto costó alumbrar a partir de las semillas más fructíferas del pasado.

No sé si merece la pena indignarse, pero sí ser radicales, ir a la raíz de las cosas y de los hechos, y  desenmascarar las falacias del presente para, mediante, acuerdos y tratados, encarar un futuro con la esperanza de un proyecto no excluyente, no dual, no elitista, no individualista, sino solidario, en donde libertad e igualdad sean pilares básicos del pórtico de entrada al acceso a derechos y deberes de todos los seres humanos, y de la propia naturaleza y planeta en donde habitamos.