Desde el 25 de mayo del presente 2020, en período de confinamiento por coronavirus 19, ha dado mucho que pensar la imagen de George Floyd, persona de piel negra, maniatada, aplastada contra el suelo, y su cuello estrujado con fuerza por la rodilla de un policía blanco uniformado, en Mineápolis (Estados Unidos); y, posteriormente, las manifestaciones de solidaridad internacional en defensa de la dignidad humana. Después, con fecha del 8 de junio, se hacía público también un comunicado de la UCA ante el inicio de la vista pública del juicio que la Audiencia Nacional de España sigue contra militares salvadoreños, que participaron hace casi 31 años en el tremendo crimen, con nocturnidad y alevosía contra el equipo directivo de dicha Universidad de San Salvador (El Salvador) y dos mujeres, madre e hija -que atendían la Residencia donde vivían-. Ambos hechos, con simbolismo y significación internacional, zarandean, remueven y cuestionan la voz de la Justicia y el propio sentido de la dignidad humana.
A propósito del primer caso, del hombre que tenía dos hijas y una nieta de seis años, y que llamaba desesperado a su madre, dice José Arregi:
"Creo en la no violencia activa, en la resistencia no
violenta, y en el poder de la educación, la inteligencia, la ciencia, la
conciencia educada por la compasión espiritual y política. Creo que “nadie nace
odiando a otra persona por el color de su piel o su origen o su religión”
(Nelson Mandela). Creo en el poder de la bondad. Creo en la bondad de George
Floyd, y que ha perdonado de todo corazón a su asesino. Creo sinceramente que
yo no soy mejor que su asesino. Creo en la chispa de humanidad que luce en su
fondo, como en el mío, y que quisiera nacer, renacer, dejarse perdonar y dar la
mano y seguir caminando. Y eso significa para mí “creer en Dios” o más bien
crearlo creándonos más humanos."
¿Cómo hacer posible el camino de la paz? Esa era la pregunta que se formulaba Ignacio Ellacuría y su equipo de la Universidad.
Hoy, más que nunca, tras la experiencia del coronavirus, se nos plantea una gran posibilidad: apostar por la dignidad de toda persona, por la solidaridad internacional, y por aquello que expresara en su día Oscar Romero: "Que quede constancia de que la voz de la Justicia nadie la puede matar ya".
“No puedo respirar”, repitió el hombre negro hasta 16 veces antes de morir asfixiado. Fue asesinado.
¿Podrán respirar mañana nuestros nietos y nietas si no promovemos la solidaridad internacional y si no defendemos y garantizamos la dignidad humana de toda persona y el sentido de la Justicia igual para todo ser humano?
Como nos dice el comunicado de la UCA: "El dolor causado por un crimen no se resuelve con el olvido, sino con el reconocimiento de la verdad, el arrepentimiento y la dignificación de las víctimas. Ese es el camino del perdón cristiano y la senda para la verdadera reconciliación"
“No puedo respirar”, repitió el hombre negro hasta 16 veces antes de morir asfixiado. Fue asesinado.
¿Podrán respirar mañana nuestros nietos y nietas si no promovemos la solidaridad internacional y si no defendemos y garantizamos la dignidad humana de toda persona y el sentido de la Justicia igual para todo ser humano?
Como nos dice el comunicado de la UCA: "El dolor causado por un crimen no se resuelve con el olvido, sino con el reconocimiento de la verdad, el arrepentimiento y la dignificación de las víctimas. Ese es el camino del perdón cristiano y la senda para la verdadera reconciliación"
Gran artículo, Pepe. Muchas gracias. La Paz no es el destino, sino el Camino. Abrazos
ResponderEliminarCarlos Sánchez Rodríguez, ha mandado un mensaje que dice: "Muy interesante. La cita de Arregui(que incluye otra de Mandela: "Nadie nace odiando a otra persona por el color de la piel...") resalta con eficacia el papel imprescindible y el poder de la educación para luchar contra el racismo y en pro de la dignidad humana"
ResponderEliminarBuen artículo, Pepe. Excelente mensaje el que nos ha dejado este joven. Algo parecido le está pasando al Universo: se ahoga, se ahoga por tanta injusticia y tanto odio... C. Soler
ResponderEliminarGracias, Pepe. La memoria histórica tan débil y tan importante... Olvidar es volver a perderse. Un abrazo.
ResponderEliminarMagnífico tu pensamiento sobre tal situación y tales hechos. OUJ
ResponderEliminarMuy buen artículo
ResponderEliminarNoto que falta, en el comunicado final de la UCA, el cumplimiento de la pena que impongan los tribunales de justicia.
No es suficiente, a mi entender, el arrepentimiento.
Un abrazo, querido amigo.
El Comunicado de la UCA, enviado desde el Antiguo Cuscatlán, de fecha 8 de junio de 2020, consta de 11 puntos. En el texto al que se hace referencia sólo se reproduce la primera parte del punto noveno. ¡Saludos! JMG
ResponderEliminarHe tardado en leer el artículo y casi cae en el olvido, pero ninguno de los dos casos pueden olvidarse. El primero porque demuestra la sociedad de un país hasta donde puede llegar si sus estructuras están carcomidas de base. Y respecto al hacer de la justicia es cómica su tardanza y efectividad. Un abrazo.
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