Sobre quehacer (qué hacer) y destino, podemos afirmar que vivimos en un mundo imperfecto, y lleno de contradicciones y sucesos que nos desconciertan. No obstante, parece que se puede evolucionar a mejor, venciendo circunstancias adversas como dijera Ortega, y que incluso podemos mejorar personalmente y de forma colectiva, puesto que somos capaces de actuar frente a injusticias estructurales, frente a ciertas catástrofes y, sobre todo si, mediante el quehacer humano, tratamos de transformar y transformarnos positivamente.
La Tierra,
donde habitamos los animales humanos, es, casi seguro, uno más de los
incontables mundos que, según indicios cada vez más difundidos, poseen seres inteligentes. De hecho, en 2016,
desde National Geographic se publicó un libro que lleva por título La vida no terrestre, con el
interrogante: ¿Estamos solos en el
universo? Pero…. ¿Hasta dónde llega el conocimiento de las personas
que habitamos la Tierra? ¿Qué es la
vida? ¿Qué es lo sustantivo de la vida humana?
En estas cuestiones quizás tengamos más
interrogantes que respuestas. Por ejemplo: puesto que nuestro ser es
psicofísico, cabe formularse la siguiente pregunta: ¿Hay una parte de nuestra realidad
como personas –tradicionalmente conocida por el significante “alma”- cuyo
destino no es morir?
En un templo Wat, en las montañas del norte de
Tailandia, según Michael Newton en su libro publicado en 2010: La vida entre vidas (ver las conclusiones), un profesor
budista le recordó una vez una verdad muy sencilla: «La vida —dijo— se nos
ofrece como un medio de expresión de nuestro yo, dándonos sólo aquello que
buscamos cuando escuchamos a nuestro corazón». Por lo que, si las más altas
formas de expresión son los actos de bondad…, lo mejor es amar.
¿Cuál es, pues, nuestro quehacer? ¿Cuál es
nuestro destino? El quehacer más claro que se experimenta en el seno de una
familia o comunidad es, sin duda, el amor, pero el destino es una realidad que
nos trasciende. Por nuestra
parte, lo mejor es llevar a cabo un comportamiento sano y saludable. Hacer todo
el bien que se pueda y esté en nuestras manos, o en nuestras potencialidades.
Vivir, desde dentro, el
sentido de libertad e igualdad, de justicia y verdad, de amor y solidaridad es
crucial, pues no se trata tan sólo de avanzar técnicamente sino científicamente,
siendo conscientes de lo que, en definitiva, somos: pequeñas realidades
sentientes e inteligentes en un universo que no deja de sorprendernos por su
inmensidad y grandeza. Por eso, tal vez, ya distinguía Ortega entre civilización y cultura (entre el teléfono y la comunicación interpersonal).
Conclusión:
Optemos por
irradiar equilibrio, amabilidad, comunicación y comprensión, a pesar de las limitaciones que
condicionan nuestra vida diaria. Pues es esa vida la que, en estos momentos
históricos, nos corresponde vivir en cuanto que personas de la Casa Común que
es la Tierra, parte “micro” (microcosmos) del Universo.
Muy buenas, Pepe. Tanto este texto como el anterior agradezco que los compartas en algunos encuentros. ¡Un cálido abrazo! E.C.
ResponderEliminarTodo va muy rápido. Necesitamos parar y reflexionar, como tu sueles hacerlo Emilio. Por mi parte, trato de colaborar también en el blog de Senatus Trianae.
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