En casa, pero en el campo, alejado del bullicio y el trasiego de la ciudad, rememoro una parte del OPÚSCULO. ECOS DE JUAN RAMÓN ENTRE CASTAÑOS, que dice:
¡El mar! El sol, la luna,
Quemante amar en las arenas
...
Pero, viendo esclavos bajo plásticos,
Dentro de mí lloro en silencio
...
¡El aire! El árbol, el otoño, el agua
¡Qué hermosura andar libre entre las dunas!
Pegadas mis dos alas en alerta,
Lejos de ejércitos y armadas,
Me pregunto quién es el otro,
Hundido en el mar lo suyo todo.
Por el "de suyo"... vuelvo a mi conciencia,
¡Contigo!
Junto a la lumbre, en la candela
Me dirán ustedes: ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Les respondo: El "de suyo", es decir, la esencia de la persona humana. La persona humana está más allá de las cuestiones de Estado. Los derechos fundamentales no pueden ni deben limitarse ni política ni legalmente. Persígase a las mafias que extorsionan, promuévase un Plan de Desarrollo Humano efectivo y eficiente en ámbitos locales y a nivel mundial. Pero respetemos el "de suyo", es decir, lo que es esencialmente suyo, del otro, de la otra persona. Sólo respetando la esencia humana del otro respetamos la nuestra, la propia.
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