La catástrofe natural de Lorca (en la provincia de Murcia), en un lugar de fallas geológicas donde los terremotos producen efectos especialmente dañinos, ha suscitado un grado de unidad y solidaridad aleccionador, a la vez que ha producido reconversiones importantes y ha marcado prioridades.
Lo primero fue la parada política. ¡Qué descanso! Los políticos y la Política deben de pararse para repensarse y actuar, después, de modo más racional y humano, sin volver de inmediato a las andadas. Nos va con ello la vida, incluso la vida lánguida de la Democracia. El problema es urgente. Lo segundo fue la reconversión del Ejército en logística de la solidaridad. Lo tercero, aunque sea obviamente lo más crucial, la atención sanitaria.
Importante también el sentido religioso y ecuménico de ciertas celebraciones y la realidad palpable de que los santos están en las calles, la mayoría de ellos (los de carne y hueso) no con caritas de melocontón en almibar sino con caras curtidas por el campo, el trabajo, y la inmigración o el dolor y el sufrimiento.
Después, con recortes y crisis incluida, ha existido disponibilidad financiera (¡milagro!) para reparar daños, construir de nuevo (por favor, sin chapuzas ni trampas del "todo vale"), y garantizar comida y techo.
Todo lo demás, incluida la "normalización", los servicios públicos y administrativos, el comercio y el consumo, y la actividad productiva, vendrán por añadidura.
Convivencia solidaria en la diversidad. Esa es la prioridad que, desde lo local, marca la ciudad bellísima de Lorca para el mundo global y para toda la Humanidad.
A un amigo que me ha dicho que casi le preocupa más España que Lorca:
ResponderEliminar¡Antonio, Antonio! ¡Con lo cerca que está Lorca y no te enteras!
No te preocupes por España, ¡hombre! España goza de buena salud, a pesar de que "no hay pan para tanto chorizo".
Pero es verdad que cinco millones de parados son un gran terremoto de alta escala