En estos tiempos que vivimos, en el primer semestre de 2021, Benjamín Forcano – Director de la Editorial Nueva Utopía- en su escrito “Garantizar la dignidad de la persona y sus derechos, base y meta de toda política”, planteaba dos retos importantes:
Volver a casar poder y política; lograr que el poder esté sometido a la política. La globalización hoy es maldita, anda suelta y deben ponerse bajo control democrático popular sus ciegos y dañosos efectos; obligándole a respetar y observar los principios éticos y de cohabitación humana y de justicia social, que emanan de la dignidad humana.
En segundo lugar: vida en común, promover y perseguir todo lo que sea vida en común, bajo las estrellas de la igualdad, de la justicia y de la solidaridad y frenar y erradicar todo lo que sea competición, rivalidad y lucha entre unos y otros o de unos contra otros.
A renglón seguido se preguntaba lo siguiente:
¿Lograremos gobernar las fuerzas incontroladas del capital que mueven al mundo?
¿Sustituiremos la rivalidad y la codicia por una cooperación amistosa, confiada, de reconocimiento y respeto mutuos?
Hoy, afirmaba, el tren de nuestra civilización requiere un cambio de dirección. El que no acabe destruyéndonos, supone que estamos dispuestos a detenerlo. Estamos a tiempo.
Además, añadía que el hombre es hermano y no lobo para el hombre.
“Estrictamente, a nadie, porque milite en tal o cual Partido, se lo puede encasillar como bueno o malo, leal o enemigo, progresista o conservador; sería aplicar en un plano individual lo que en el plano internacional osó hacer una política estadounidense al marcar a ciertos países como miembros del eje del bien y del mal.”
En verdad, desde una filosofía ontológica, los animales humanos somos miembros de comunidades humanas y formamos una gran Comunidad Humana de mujeres y hombres que globalmente o localmente compartimos, y desde la que cada persona puede realizarse sin traicionar la naturaleza que a todos nos constituye y fundamenta nuestra dignidad y derechos, nuestra fraternidad y nuestra responsabilidad.
Lograr que las fuerzas del poder asuman la dimensión ética de la política como servicio a la ciudadanía y a las distintas comunidades humanas, no sólo depende de lo que somos sino también de lo que hacemos y de lo que deba ser nuestro quehacer en la realidad histórica, en el seno de la Naturaleza que nos da la vida y de la Comunidad Humana, ya sea local o global.
En las comunidades familiares o locales y en el seno de la Gran Comunidad Humana, el camino a seguir sabemos que es el Bien Común, el sentido de la Justicia y la Equidad; la fraternidad; un constante diálogo y la solidaridad. La confrontación y el odio visceral; la carrera de armamentos; el racismo y la desigualdad llevan al precipicio, a la destrucción, y a la injusticia social.
El futuro depende en gran medida de la toma de conciencia de la propia Comunidad Humana y de todas y cada una de las personas que formamos comunidades familiares, locales, nacionales o estatales.
Hay, pues, un tercer gran reto que es el de la transformación Cultural: lograr alcanzar la Civilización de la Cultura –asumiendo la “interculturalidad”, la exigencia de garantizar siempre la dignidad de toda persona- y lograr así que el liberalismo económico neoconservador se ponga al servicio del pleno desarrollo integral del conjunto de la Comunidad Humana-.
¿Utopía? ¿Hacia una Nueva Utopía o hacia una Nueva realidad, que sabemos compleja pero dinámica y abierta?
No hay comentarios:
Publicar un comentario