“Cada uno ha de
buscarse su propia respuesta”; así concluye Fernando Jáuregui su libro, sobre
el sistema democrático español, La
ruptura. La revolución en marcha que no supimos ver (Almuzara, Córdoba,
2020): “con la crisis del coronavirus se han acelerado… tendencias imparables
que estaban ahí”.
Mi campo no es el periodismo sino la Cultura Política y la
Filosofía del Derecho. Por ello, tal vez, me gustaría retomar la reflexión de
Federico Mayor Zaragoza sobre cuatro propuestas para un contrato social
“comunitarista”. En realidad, ¿es probable que haya llegado
el momento de la ciudadanía mundial, de la convivencia sin fronteras, y el
momento de compartir bienes, conocimientos y experiencia…? No perdemos la esperanza, a pesar de la distopía y las injusticias estructurales al uso.
Dice Mayor Zaragoza:
“He releído los
"cuatro contratos" que propuse en el libro Un mundo nuevo, publicado en el año 2000 cuando terminaba mis
funciones como Director General de la UNESCO… Tenía entonces, como tengo ahora,
la seguridad de que se iniciaría, con el siglo y el milenio, una nueva era en
que la humanidad –todos los seres humanos y no sólo unos cuantos privilegiados-
podría vivir plenamente el misterio de la existencia humana, capaz de crear, de
pensar, de compartir, de anticiparse.”
Los cuatro contratos
que se proponían para un mundo nuevo
eran los siguientes:
1.
Un nuevo contrato social. Incluía las tendencias en la población, la pobreza y
la marginación; cambiar la ciudad, cambiar de forma de vivir; el porvenir de
los transportes urbanos; la lucha contra el consumo de drogas y el
narcotráfico;... Los objetivos eran la paz y la justicia, ingredientes
indispensables para un desarrollo sostenible que asegure la igual dignidad de
todos los seres humanos.
2.
Nuevo contrato natural. Abordaba los temas propios de la calidad del medio
ambiente; ciencia; desarrollo sostenible; desertificación; las fuentes de
alimentación y energéticas; ... de tal manera que fuera posible la sustitución
de una economía basada en la especulación, la deslocalización productiva y la
guerra por una economía basada en un desarrollo que garantizara la
habitabilidad de la Tierra a las generaciones venideras. El compromiso
intergeneracional es uno de los ejes que debe guiar nuestro comportamiento
cotidiano.
3.
Nuevo contrato cultural: de la sociedad de la información a la sociedad
del conocimiento. Abordaba la revolución de las nuevas tecnologías; el
futuro del libro y la lectura; el valor patrimonial mundial de las lenguas y la
educación en el horizonte del año 2020...
Quede claro que se trata de contribuir a la formación de ciudadanos que
actúen en virtud de sus propias reflexiones, que sean "libres y
responsables", como se refiere a las personas educadas el artículo 1º de
la Constitución de la UNESCO.
4.
Nuevo contrato ético. Dentro de este capítulo junto a los "dividendos
de la paz", la seguridad planetaria y el Sistema de las Naciones Unidas,
se trataba también de una manera especial la deuda contraída durante siglos con
la raza negra, de las especiales necesidades de África, que siempre compensa
con su sabiduría y creatividad los intercambios que puedan efectuarse para su
desarrollo socioeconómico y plena emancipación. Este importantísimo capítulo
concluye –lo que es esencial destacar- que el por-venir está por-hacer, que se
requiere con urgencia la transición desde una cultura secular de imposición,
violencia y guerra a una cultura de diálogo, conciliación, alianza y paz.
Al final de cada
capítulo se proponían soluciones concretas, basadas en la movilización popular,
en la implicación personal, en expresarse libremente, en dejar de ser súbdito
para "dirigir la propia vida"...
No cabe duda de que
las expectativas no sólo no se han cumplido sino que la consecución de algunas
es incluso más difícil que entonces.
¿La solución? "La crisis actual demanda la
urgente refundación de un Sistema de Naciones Unidas fuerte y con la
autoridad moral que sólo poseen aquellas instituciones capaces de reunir a
todos los países del mundo sin exclusión. Las ambiciones hegemónicas que
condujeron a pretender gobernar el mundo desde agrupaciones plutocráticas de 6,
7, 8 o 20 países, deben dar ahora paso, como respuesta al clamor mundial que
sin duda se producirá en poco tiempo, a la cooperación multilateral. Una
nueva Asamblea General y unos nuevos Consejos de Seguridad (al actual se
añadirían el Consejo de Seguridad Socioeconómica y el Consejo de Seguridad
Medioambiental) que permitieran el pleno
desempeño de las funciones que, especialmente cuando la gobernanza global así
lo exige, requieren disponer de estructuras internacionales adecuadas. Como
reza la Carta de las Naciones Unidas, en el menor tiempo posible deben ser
"los pueblos" — y no sólo los Estados — los que tengan representación
en la Asamblea General, de tal modo que el progreso científico permita una
vida digna para todos los habitantes de la Tierra, mediante una economía
que atienda las prioridades bien establecidas hace ya tiempo por el Sistema
de las Naciones Unidas: alimentación (agricultura, acuicultura y
biotecnología); acceso general al agua potable (recolección, gestión,
desalinización...); servicios de salud de calidad; cuidado del medio ambiente
(emisiones CO2, energías renovables, etc.); educación y paz. Una educación que
proporcione a todos conciencia global. Es un aspecto crucial: el prójimo puede
ser próximo o distante. Y el cuidado del entorno no debe limitarse a lo más
cercano sino que debe extenderse, porque el destino es común, a todo el
planeta."
"Es imprescindible
volver a situar los valores –¡no los bursátiles!- en el centro de nuestra vida
cotidiana, y encarar adecuadamente los desafíos que, juntos, podemos superar.
La solución está en medidas políticas, porque los políticos, en democracias
genuinas, tienen que reflejar la voluntad del pueblo.
No es posible que, cuando se habla
de seguridad, se siga pensando que la fuerza militar es la única expresión y
referencia de "seguridad". Es un gravísimo error, costosísimo error
que, por lo general, cuesta y causa mucho dolor en pérdidas humanas y
materiales. Pensar así, es tener una visión sesgada y seguir deteniéndose
exclusivamente en los aspectos bélicos y dejando totalmente relegados otros
muchos aspectos de la seguridad "humana", que es, en cualquier caso,
lo que realmente debe importar.
La diferencia entre los medios
dedicados a potenciales enfrentamientos y los disponibles para hacer frente a
recurrentes catástrofes naturales (incendios, inundaciones, terremotos,
tsunamis,...) evidencia que el concepto de "seguridad"
(http://federicomayor.blogspot.com/2016/08/urgente-un-nuevo-concepto-de-seguridad_29.html) que siguen promoviendo los grandes productores de armamento es anacrónico pero, sobre todo, está poniendo en grave riesgo a la humanidad en su conjunto y demanda un "contrato de seguridad".
(http://federicomayor.blogspot.com/2016/08/urgente-un-nuevo-concepto-de-seguridad_29.html) que siguen promoviendo los grandes productores de armamento es anacrónico pero, sobre todo, está poniendo en grave riesgo a la humanidad en su conjunto y demanda un "contrato de seguridad".
Efectivamente, hay miles de seres humanos que mueren de hambre cada día,
que viven en condiciones de extrema pobreza sin acceso a los servicios de salud
adecuados... sin reaccionar ante esa cruda realidad y el deterioro progresivo
de las condiciones de habitabilidad de la Tierra.
Debemos, pues, actuar sin
dilación porque se está llegando a puntos de no retorno en
cuestiones esenciales del legado intergeneracional.
Tomemos conciencia de lo que
nos pide Mayor Zaragoza, desde hace tiempo:
“Alcemos la voz... Ahora, por primera vez en la historia,
"Nosotros, los pueblos", ya hombre y mujer, podemos expresarnos
libremente. Ahora ya podemos concertar hora y día para que desde millones de móviles rechacemos
las decisiones intolerables de líderes que anuncian que no van a seguir los
Acuerdos sobre Cambio Climático y sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible,
poniendo en riesgo la calidad de vida de los habitantes de la Tierra.
Ha llegado el
momento de la ciudadanía mundial, de la convivencia sin fronteras, de compartir
bienes, conocimientos, experiencia e intrepidez...
para hacer frente a los anclados en la
inercia, en insistir en aplicar viejos remedios para nuevas patologías. Los
líderes actuales dan muestra de un cortoplacismo irresponsable. Todo buen
gobernante debe tener en cuenta, en primer lugar, los procesos que pueden
conducir a daños irreparables. Millones de mujeres y hombres de toda la Tierra
deben gritar que no van a consentir que se
lesione de manera
irreversible el entorno
ecológico.
La palabra com-partir — que era clave
del Sistema de las Naciones Unidas en los años 50 y 60 — se ha ido acallando
progresivamente y, en lugar de fortalecer a los países más necesitados con un
desarrollo integral, endógeno, sostenible y humano, las ayudas al desarrollo se
han reducido hasta límites insolentes y el Banco Mundial para la Reconstrucción
y el Desarrollo "perdió" su apellido y se ha convertido en una
herramienta al servicio de las grandes entidades financieras; y se ha debilitado
al Estado-nación, transfiriendo progresivamente recursos y poder a gigantescas
estructuras multinacionales.
No podemos seguir callados. No
podemos seguir siendo impasibles espectadores de lo que acontece, porque nos
convertiríamos en cómplices. Las comunidades científica, académica, docente,
artística, intelectual y creativa, en suma, debe situarse en la vanguardia de
la movilización popular (https://aeac.science/pacto2019/ ).”
Realmente hemos entrado en una nueva era en la que los seres humanos ya no vivirán
confinados territorial e intelectualmente; en que la longevidad procurará una
formidable experiencia que debe ser plenamente utilizada, pero depositando en
personas menos añosas las funciones ejecutivas; en que los jóvenes, conocedores
de la Tierra, con conciencia y ciudadanía global, contribuirán con su
imaginación y su impulso a hacer realidad, por fin, el otro mundo posible que
anhelamos. La inercia es el gran enemigo. Es tiempo de acción.
La actual situación hace más
necesaria que nunca la adopción de una Declaración Universal de la Democracia
(ética, social, política, económica, cultural e internacional - https://declaraciondemocracia.wordpress.com/).
"En resumen, 20 años
después, con la experiencia y conciencias adquiridas, en las reflexiones
durante el confinamiento por el coronavirus, está claro que la gobernanza
debe ser multilateral y que corresponde a "Nosotros, los pueblos"
participar activamente en el "nuevo comienzo" como proclama
"La Carta de la Tierra", excelente hoja de ruta para los
tiempos que se avecinan... Hay motivos de esperanza: las voces de la mujer y de
la juventud, presenciales y en el ciberespacio, propiciarán los cambios
esenciales y apremiantes que son exigibles.
En el otoño de 2015,
después de unos años de lúcidos cambios y el adecuado enfoque de muchos temas
internacionales (islam, ecología, mediación...), el Presidente Obama, un
afrodescendiente, logró una gran pausa de esperanza al suscribir los Acuerdos
de París sobre Cambio Climático y la Resolución adoptada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Agenda 2030 con 17 Objetivos
de Desarrollo Sostenible, que se titula "Para transformar el mundo",
pensando en nuestros descendientes... Después de 4 años y medio de inacción por
la irresponsable actuación de su sucesor, el Presidente Donald Trump, los
horizontes actualmente ensombrecidos todavía más por el COVId-19, requieren un
apremiante esclarecimiento. Las palabras iniciales de "La Carta de la
Tierra" cobran todo su sentido: "Estamos en
un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe
elegir su futuro...".
"Digamos alto y fuerte a todos los que
ahora son responsables de la puesta en práctica de las decisiones que
trascienden las fronteras: es inaplazable una nueva cosmovisión con nuevos
estilos de vida. El gran desafío a la vez personal y colectivo es cambiar de
modelo de vida. El mundo entra en una nueva era. Tenemos muchas cosas que
conservar para el futuro y muchas otras cosas que cambiar decididamente. Por
fin, los pueblos. Por fin, la voz de la gente. Por fin, el poder ciudadano.
Por fin, la palabra y no la fuerza. Una cultura de paz y no violencia y nunca
más una cultura de guerra."
El
propio Fernando Jáuregui nos invita en su “Epilogo” a atenernos a lo sustancial,
lo de siempre: ser transmisores de hechos, recogiendo las opiniones de los
especialistas más solventes.
Muchas gracias, Pepe, por tus reflexiones y aportaciones. Las hago mías, aunque lo que late en mi corazón no es tanto reformar/mejorar lo que hay, sino "nacer de nuevo", es decir, morir a una forma de vida vieja, egoica y egocéntrica y vivir radicalmente de otra manera, en cada instante de nuestro día a día, más acorde y coherente con los atributos y cualidades de nuestra alma. Gracias de nuevo y un gran abrazo
ResponderEliminarMagnifica invitación, Emilio, a hacer de nuevo....
ResponderEliminar"Nacer de nuevo" o la invitación a nacer desde la fuerza interior del espíritu es todo un reto "evangélico"..., personal y comunitario. ¡Gracias por tu aportación, Emilio!
ResponderEliminar