En tiempos, tenía yo un compañero de trabajo, Excmo. Sr., que me decía en mis tareas de Secretario Técnico del Consejo Social de la Universidad de Huelva: No borres nunca a nadie de la Agenda. El que quiera que sea él quien se borre o nos borre a nosotros. Dicho lo cual, pasemos al tema que nos ocupa.
En estos momentos parece
claro como siempre que, contra la injusticia, hay que luchar con todas la
fuerzas. No sólo debemos defendernos nosotros de toda injusticia sino que tenemos
la obligación moral de defender a los demás ante toda clase de injusticia. Pero… ¿debemos eliminar la injusticia con
violencia? ¿Debemos nosotros borrar a alguien de nuestra Agenda?
En la reflexión dominical de
hoy, dice el maestro José Ellacuría lo siguiente:
“Si utilizamos la violencia
para eliminar una injusticia, estamos manifestando nuestra incapacidad de
eliminarla humanamente. No convenceré al injusto si me empeño en demostrarle que
me hace daño a mí o a otro. Pero si soy capaz de demostrarle que con su actitud
se está haciendo un daño irreparable a sí mismo, sin duda cambiaría de actitud.
Habéis oído que se dijo:
“amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo" Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos. Hay que
aclarar que para ellos el prójimo era el que pertenecía a su pueblo, a su raza,
a su familia. El “enemigo” era siempre el extranjero, que atentaba real o potencialmente
contra la seguridad el pueblo. Para poder subsistir, no tenían más remedio que
defenderse de las agresiones. Jesús da un salto de gigante y podemos apreciar
que la diferencia entre ambas propuestas es abismal.
¿Por qué tengo que amar al que
me está haciendo la puñeta? El camino para la comprensión de esta norma, es
largo y muy penoso. Tenemos que llegar a … tomar conciencia de que todos somos una sola cosa, y que en
realidad, no hay enemigo. En el fondo, el amor al enemigo no es más que una
manifestación del verdadero amor, que por ir en contra del instinto de
conservación, se ha convertido en la verdadera prueba de fuego del AMOR.
La dificultad mayor para
comprender este amor, está en que confundimos amor con sentimiento… El
verdadero amor, sea al enemigo o a un hijo, no es el instinto que nace de mi
ser biológico. El amor de que estamos hablando es algo mucho más profundo y
humano. Ni siquiera nuestra razón nos puede llevar a ese nivel.
Enemigo es el que tiene una
actitud de animadversión, no el que la sufre. El enemigo no tiene por qué
obtener una respuesta de la misma categoría que su acción. Alguien puede
considerarse enemigo mío, pero yo puedo mantenerme sin ninguna agresividad
hacia él. En ese caso, yo no convierto en enemigo al que me ataca. Si le
constituyo en enemigo, he destrozado toda posibilidad de poder amarle.
Un ejemplo puede aclarar lo
que quiero decir. En el mar siempre habrá olas, de mayor o menor tamaño, pero
siempre estarán ahí. Al llegar al litoral, la misma ola puede encontrar la roca
o puede encontrarse con la arena. ¡Qué diferencia! Contra la roca estalla en
mil pedazos. Con la arena se encuentra suavemente y de manera imperceptible.
Incluso si la ola es muy potente, en la arena rompe sobre sí misma y pierde su
fiereza.
¿Necesitas explicación? Pues
voy a dártela. Los enemigos van a estar siempre ahí. Pero la manera de
encontrarte con ellos dependerá siempre de ti. Si eres roca el encuentro se
manifestará estruendosamente y ambos se dañarán. Si eres playa todo su
potencial queda anulado y llegara hasta ti con la mayor suavidad. Un detalle,
la roca y la arena, están hechas de la misma materia, solo cambia su aspecto
exterior. “
Con José Ellacuría en la Concha de San Sebastián
Versificando la meditación,
digo yo: Es Primavera
No seamos olas agresivas./Seamos arenas de acogida/frente a la violencia/ que quedará frustrada./ ¿Hay enemigos?/ Descubre lo contrario./ De ti dependen/ Amor y violencia./ Las injusticias,/ estructurales o no,/ combátelas con amor, /cual primavera/ tras el duro invierno.
Gracias, Pepe.
ResponderEliminarFP
¡Extra!
ResponderEliminarEduardo