martes, 10 de mayo de 2016

¿HACIA UN NUEVO PENTECOSTÉS?



Con la alegría de haber conseguido la acogida en España del pequeño Osman

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Se nos dice, una y otra vez, que son muchas las barreras que separan a los hombres: pobreza, incomprensión, riqueza, orgullo, raza, lengua, prejuicios, nacionalidad..., y que  las barreras provienen del corazón. Ahora bien, a veces, uno siente que las barreras vienen de la propia condición humana, de nuestra genética, de nuestra biología, de nuestra agresividad innata - no encauzada por la educación - que se convierte en tendencia a la violencia y a la destrucción de lo más humano, que es el amor y la conciencia.
 
Nuestra lucha por la vida termina, de hecho, sembrando muerte, y nuestros esfuerzos por encontrar felicidad acaban, a veces,  en egoísmo amargo e insatisfecho… y eso no puede ser.
Nuestro «progreso» no nos conduce, por entenderse como crecimiento económico- hacia una vida más digna, noble y gozosa. No acabamos de conseguir una vida armónica y una familia gozosa, no conseguimos nunca un «pueblo unido» sino un pueblo constantemente vencido por divisiones, rupturas y enfrentamientos.
Debemos entendernos aunque hablemos lenguajes diferentes. Si la Ley interior del Amor no nos habita, no sabremos encauzar positivamente nuestros sentimientos y seguiremos la escalada de la violencia absurda y sin salida, en lo local o familiar, y en lo global o mundial.
Necesitamos creer en un horizonte nuevo, desde la memoria y con esperanza de transformación. Necesitamos del aliento de la fe dinámica, abierta, dialogante, comprensiva y efectiva en el compromiso social.
Necesitamos meditar y orar, sentir el calor y la fuerza del espíritu y de la autoconciencia para que nuestro compromiso humano y cultural, social o político, no sea de pura apariencia, formal o contradictorio entre el saber y el hacer, entre la palabrería y la verdad de la realidad.
Debemos mantener un esfuerzo de conversión, de cambio del corazón; debemos transformarnos para transformar. Sin ese impulso interior, sin una exigencia ética, personal y social, toda renovación termina en anarquía, involución, cansancio o desilusión.
Nuestro mundo es sombrío. No es utopía imaginarlo mejor y más humano. La nueva exigencia, la Buena Nueva es un futuro más fraterno, limpio y solidario. Aprendamos a pensar lo todavía no pensado y a construir lo todavía no realizado.
Nuestra opción de vida se basa en la vida, la tuya y la mía, la de todos, la vida más humana, la vida en plenitud, la vida de la Comunidad Humana.
 
En verdad, se nos dice en Pentecostés que el Espíritu hace saltar por los aires las separaciones y las divisiones. Hay un mundo nuevo que comienza. Con él, los hombres y mujeres ya no serán ni son rivales, sino hermanos y hermanas llamados a vivir juntos en el respeto y la comprensión mutua, bajo la increíble fuerza del amor que todo lo puede. Frente a un contexto o sentimiento de tristeza, Pentecostés es alegría, es vida, es ser más, más todavía, pero más humanos.




1 comentario:

  1. Pepe: ¿Has visto lo que dice Federico Mayor Zaragoza? Dice así: "Es indispensable conocer bien el pasado para, desde el presente, inventar el futuro. El fundamento de la esperanza es que el por-venir está por-hacer. Y que el don supremo que distingue a la especie humana es la capacidad de crear."
    JG

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