domingo, 7 de septiembre de 2014

CIVILIZACIONES Y/O BARBARIES

Un amigo marista, José Luis, reenvía hoy la Carta nº 19 de Alepo. La situación es insostenible. Son muchas las personas que cada vez sufren más con este tipo de barbaries que surgen en el seno de unas y otras civilizaciones. El artículo de hoy de Vargas Llosa en EL PAIS, sobre "Las guerras del fin del mundo", concluye con tristeza vital que, en los últimos tiempos, la causa de la libertad ha estando perdiendo muchas más batallas de las que parecían haberse ganado.
 
La Carta transmite, entre otras cosas, las siguientes preguntas: "Tras los tres años que dura el conflicto sirio, con sus 192.000 muertos, sus millones de desplazados y de refugiados, no ven aparecer en el horizonte ninguna solución. Y luego está el encadenamiento de acontecimiento capaz de hacer perder todas las ilusiones incluso a los más optimistas. En primer lugar el bloqueo de la ciudad durante varias semanas, seguido de un corte total de agua durante más de dos meses, todo ello salpicado de lluvia de obuses y de morteros que siguen haciendo su cosecha cotidiana de muertos y de heridos…
Pero lo peor es el miedo que se agarra a las entrañas, inspirado por esa banda de salvajes que ha tomado posesión de todo el este de Siria y del norte de Irak para hacer reinar allí un Estado de ley islámica que no tiene nada que ver con el islam. Es una banda compuesta en su mayoría de extranjeros, con los que nuestros compatriotas musulmanes no se identifican, que degüellan, decapitan (y no sólo periodistas americanos), crucifican hasta la muerte, lapidan a las mujeres supuestamente adúlteras, flagelan para castigar (a los que fuman, por ejemplo), entierran personas vivas, vende a las mujeres como esclavas… La lista de sus actos de barbarie y de crueldad es demasiado larga para reproducirla integralmente en esta carta.
Pero, sobre todo, el acontecimiento–catástrofe ha sido la suerte reservada a los cristianos de Mossoul y de Qaraqosh, así como a las otras minorías religiosas (irakianos, no obstante, igual que los musulmanes, como los yizadíes, por ejemplo). Esto es lo que ha motivado a los sirios la decisión de abandonar el país. Puestos ante la elección de convertirse o morir, o de huir, centenares de miles de personas han tomado el camino del éxodo, dejando la tierra de sus antepasados, sus raíces, su historia, y se han marchado sin poder llevar nada consigo, ni siquiera su alianza ni algo de dinero, expulsados y luego exterminados como lo fueron en 1915 los armenios a manos de los otomanos, en el primer genocidio del siglo XX.
Así es como también Alepo se ha despoblado de los cristianos. No deben quedar más que apenas la mitad (según los optimistas) o quizás un tercio. Hace tres años era la gente pudiente, las élites (médicos, hombres de negocios, universitarios…) quienes se habían ido, a la espera de tiempos mejores, antes de que lo provisional se haga definitivo. En cambio, desde hace poco, todo el mundo quiere irse: clases medias, jóvenes, menos jóvenes, pobres, personas sin recursos… todos se empujan en el portón. ¿Y qué podemos decir nosotros, tenemos algo que decir a todos estos candidatos al exilio? ¿Tenemos que animarlos o intentar disuadirlos?
¿Qué podemos decir a esas tres parejas jóvenes que se van al Líbano, que deben inscribirse en la oficina de Naciones Unidas para los refugiados para obtener un visado de emigración y que han venido a despedirse hace una semana? Tres años sin trabajo es duro para familias jóvenes, a los que todo sonreía cuando se embarcaron en la vida profesional y conyugal hace unos años".
Lo que parecía alcanzable en el 1992, una civilización global de paz y libertad, parece cuasi utópico un cuarto de siglo después. Los imperialismos y las dictaduras o los poderes absolutistas son perniciosos para la Humanidad y, en consecuencia, para el gran esfuerzo vital, intelectual y cultural de todas las civilizaciones (sean orientales -de China, India o Japón-, negroafricanas, musulmanas, europeas, occidentales, rusas, o de América Latina). La barbarie y los fanatismos es la carcoma y el cáncer de todas ellas -puesto que irrumpen de las zonas más oscuras-.
La pugna, no obstante, sigue en pie. En cualquier civilización dos columnas son indispensables: la libertad y la igualdad de todos los seres humanos. El pórtico, la Justicia. Y, en el ágora: la comunicación, el diálogo y la paz -en base al consenso y el entendimiento-.
 
 
 
 

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