A GRANDES MALES, GRANDES REMEDIOS
Juan A. Estrada, en el Diario de Cádiz, del día 23 de enero de 2010, escribe sobre la tragedia de Haití sufrida tras el terremoto. Entre otras reflexiones, nos transmite lo siguiente:
“DESDE la perspectiva científica el terremoto tiene una doble explicación. Por un lado, una zona sísmica, siempre amenazada por terremotos y maremotos, que se suceden con frecuencia. Por otra, que se ha practicado una deforestación masiva del país, que contrasta con la superficie de la República Dominicana, la otra parte de la isla.
Además se ha dado una sobreexplotación del suelo, un agotamiento de los recursos naturales, en parte por empresas que han sido pan para hoy y hambre para mañana, y una fuerte explosión demográfica bajo gobiernos corruptos y dictatoriales, como los Duvalier, cuyo heredero se gasta hoy su fortuna en Francia. Cuando el terremoto llegó casi todo se vino abajo, incluido el centro histórico y las instalaciones estatales. Pero el barrio rico y moderno de Pétion Ville, en Puerto Príncipe, apenas ha sufrido daños. Es una isla segura, sólida y bien librada del azote natural.
La conclusión es evidente: con otra política y gobierno, otra distribución de la riqueza y otro tipo de construcciones se hubiera amortiguado mucho la violencia de la naturaleza en el país más pobre de América.
Antes que preguntarse por Dios, ¿por qué permite esto?, hay que preguntar al hombre ¿cómo consentimos que tantos seres humanos vivan en la miseria, indefensos ante la naturaleza? La tragedia de Haití sigue al tsunami de Indonesia y vendrán muchos más, porque tres cuartas partes de la humanidad viven en la pobreza, sin medios para controlar la naturaleza. Tenemos los recursos técnicos y materiales para reducir al mínimo estos desastres, pero la distribución internacional de la riqueza los invalida.
Además se ha dado una sobreexplotación del suelo, un agotamiento de los recursos naturales, en parte por empresas que han sido pan para hoy y hambre para mañana, y una fuerte explosión demográfica bajo gobiernos corruptos y dictatoriales, como los Duvalier, cuyo heredero se gasta hoy su fortuna en Francia. Cuando el terremoto llegó casi todo se vino abajo, incluido el centro histórico y las instalaciones estatales. Pero el barrio rico y moderno de Pétion Ville, en Puerto Príncipe, apenas ha sufrido daños. Es una isla segura, sólida y bien librada del azote natural.
La conclusión es evidente: con otra política y gobierno, otra distribución de la riqueza y otro tipo de construcciones se hubiera amortiguado mucho la violencia de la naturaleza en el país más pobre de América.
Antes que preguntarse por Dios, ¿por qué permite esto?, hay que preguntar al hombre ¿cómo consentimos que tantos seres humanos vivan en la miseria, indefensos ante la naturaleza? La tragedia de Haití sigue al tsunami de Indonesia y vendrán muchos más, porque tres cuartas partes de la humanidad viven en la pobreza, sin medios para controlar la naturaleza. Tenemos los recursos técnicos y materiales para reducir al mínimo estos desastres, pero la distribución internacional de la riqueza los invalida.
…
Hay que actuar como “si Dios no existiera” y todo dependiera de nosotros, universalizar la solidaridad y cambiar las estructuras internacionales que condenan a pueblos enteros a la miseria. Desde ahí podemos esperarlo todo de Dios y pedirle que fortalezca, inspire y motive a los que luchan por un mundo más justo y solidario.
Dentro de pocos meses Haití será un mero recuerdo, excepto para los que siguen allí, y los habremos olvidado, como a Indonesia o las hambrunas del África subsahariana (yo diría sin más “África Negra”). La gran tragedia del siglo XXI es la de una Humanidad que tiene recursos para acabar con el hambre y mitigar las catástrofes naturales, pero prefiere emplearlos en armamento, para defenderse de los pobres; en policías, para evitar que lleguen a nuestras islas de riqueza y en los despilfarros consumistas de una minoría de países. Del mal de Haití somos todos responsables y la solidaridad no puede quedarse en el acontecimiento puntual, aunque sea necesaria, sino que exige otra forma de vida”.
Dentro de pocos meses Haití será un mero recuerdo, excepto para los que siguen allí, y los habremos olvidado, como a Indonesia o las hambrunas del África subsahariana (yo diría sin más “África Negra”). La gran tragedia del siglo XXI es la de una Humanidad que tiene recursos para acabar con el hambre y mitigar las catástrofes naturales, pero prefiere emplearlos en armamento, para defenderse de los pobres; en policías, para evitar que lleguen a nuestras islas de riqueza y en los despilfarros consumistas de una minoría de países. Del mal de Haití somos todos responsables y la solidaridad no puede quedarse en el acontecimiento puntual, aunque sea necesaria, sino que exige otra forma de vida”.
Hasta aquí lo que ha motivado romper con mi silencio, pues ante el fenómeno natural tan brutal del seismo y ante tan grave desastre humano me he sentido amordazado e incapaz de escribir.
Los antecedentes históricos que explican la pobreza de Haití son los que son: Descubrimiento y Explotación del oro y Colonización por parte de los españoles (a partir de 1492). Ocupación francesa del tercio occidental de la Isla a finales del siglo XVII y explotación de campos de caña de azúcar. Insurrección de esclavos a mediados de agosto de 1791 (la población esclava ascendía a más de 700.000 personas). Primera República Negra en enero de 1804. Aislamiento. Reconocimiento de la Independencia de Haití por parte de los EEUU en 1862. Inestabilidad política y Administración nefasta (1843-1915). Ocupación durante varias décadas por EEUU. Despotismo de clanes y Dictaduras… Unos siete millones de habitantes (con un 95% negros).
Lo decía Luis Prados, en su análisis del 20 de enero, en las páginas internacionales de El País: “No hay maldición geográfica. La suerte de Haití se decidió mucho antes del terremoto”.
Lo decía Luis Prados, en su análisis del 20 de enero, en las páginas internacionales de El País: “No hay maldición geográfica. La suerte de Haití se decidió mucho antes del terremoto”.
Pero ese punto, en el que se estuvo ayer, ya es pasado. Ahora interesa el futuro, el mañana, el amanecer de un nuevo día tras la noche prolongada por el tiempo. El terremoto ha hecho visible lo que nos resultaba invisible y lo que ha sido patente: la historia, y sus ocultaciones; los testimonios directos; la búsqueda de supervivientes, el pillaje y el desorden, las ayudas, la solidaridad, los muertos… pero también la labor de quienes educaban a la juventud; pero también raíces de nobleza negroafricana; y sobre todo, la esperanza de reconstruir a partir de la “deconstrucción” actual fruto de la Naturaleza y de la Historia.
Cómo construir un Estado Social de Derecho en Haití es el interrogante abierto que no puede sino dejar atrás la corrupción, el despotismo, el dominio de las elites y la pobreza de la mayor parte de la población. ¿Cómo? Con la ayuda de la Comunidad Internacional. El momento es una ocasión de oro para “refundar” Naciones Unidas y dotarla de autoridad mundial. El momento es también la gran ocasión de devolver la soberanía y el poder al conjunto de la población, que no gozaba de ciudadanía plena.
Cómo construir un Estado Social de Derecho en Haití es el interrogante abierto que no puede sino dejar atrás la corrupción, el despotismo, el dominio de las elites y la pobreza de la mayor parte de la población. ¿Cómo? Con la ayuda de la Comunidad Internacional. El momento es una ocasión de oro para “refundar” Naciones Unidas y dotarla de autoridad mundial. El momento es también la gran ocasión de devolver la soberanía y el poder al conjunto de la población, que no gozaba de ciudadanía plena.
Lo que queda por hacer ahora es sumamente importante. Se trata de revertir la historia, cambiar el sentido de la orientación. Si se lograra, el ejemplo de haití podría servir a los veinte y tantos países (la mayoría negro africanos) que van detrás en el ranking del Desarrollo Humano de la Humanidad. No se puede ignorar la historia. De hecho, en el número 27 de una revista no suficientemente conocida ni valorada, la revista Rábida, hace apenas un año, se hablaba de las “Proyecciones de las Revoluciones Francesa y Haitiana en la sociedad dominicana”. Haití tiene sin duda su propio potencial humano e histórico. Pero lo que queda por hacer no tiene comparación con lo hecho.
Ahora, tras la solidaridad humanitaria, hay que cambiar el sentido de la historia. ¡A grandes males, grandes remedios!
José Mora Galiana
25/01/2010
El problema de haití no es el corto plazo, como bien indicas, sino el largo plazo. ¿Qué pasará en aquella nación cuando se retiren las camras? ¿Cuando no interese a la opinion publica?. Efectivamente se abandonará a su suerte, pero además con el inconveniente de que otro país conocido por todos tiene la escusa para empezar ha entrar en haití. A mi corto entendimiento lo que los soldados de EEUU están haciendo allí es una conquista silenciosa, con la excusa de la ayuda humanitaria han logrado tomar, por las armas (aunque sin disparos aun) el control político de una zona que le interesa geográficamente. Además me da la sensación de que tras la retirada de los cooperantes y las naciones unidas el gobierno americano nombrará un gabinete acorde a su gobierno, y "democráticamente" legitimará su entrada en cubierto en haití, explotando lo poco que ese pobre territorio puede ofrecer.
ResponderEliminarEEUU aprovechará la debilidad institucional y en poco tiempo podríamos presenciar otro estado controlado por Washington, los amantes de la libertad.
La tragedia de haití acaba de empezar, aunque por ahora tan solo podamos llorar los cien mil muertos que se estiman e intentar que el dolor físico se cure pronto, aunque me parece que el dolor psicológico tardará más en cicatrizar.
José Antonio: Como puedes comprobar, el periódico Público, de este martes 26 de enero de 2010, apunta en tu misma dirección: "EEUU gestiona el desastre como una invasión" ¿Se confunde la intervención humanitaria de emergencia con una intervención militar?
ResponderEliminarLa cuestión, con independencia de nuestras visiones antropológicas particulares más o menos optimistas (rusoniana), pesimistas (al modo de Hobbes) o realistas (de la Escuela de Aranguren), tiene que plantearse local y globalmente. Construir, a partir de la realidad histórica y de la "deconstrucción" llevará un largo período de tiempo. Pero lo importante, políticamente, es cambiar el sentido de la Historia. La Ley Marcial es volver a las andadas. No es mirar hacia el futuro del pueblo, con un 95% de raices negroafricanas... La misma realidad, es mi opinión, obligasrá a cambiar el paso con el tiempo.
José Mora Galiana