En este 8 de marzo de 2021, en la celebración del Día Internacional de las Mujeres – condicionado todavía por la pandemia del extraño Covid 19 –, hay que seguir afirmando el camino emprendido hacia la dignidad y la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, pues somos en definitiva animales humanos necesitados de liberación en el seno de la Comunidad Humana.
De hecho, aunque sean importantes algunos logros alcanzados, siguen siendo muchos los retos a los que nos enfrentamos culturalmente, tanto en ámbitos civiles como religiosos, en la sociedad y sus comunidades, e incluso en ámbitos institucionales y económicos, tanto públicos como privados. En este sentido, desde el Estado y sus distintos poderes (parlamentario, ejecutivo, y judicial) hay que seguir subrayando que todas las personas humanas nacemos libres e iguales en dignidad y derechos; y como personas dotadas de razón y de conciencia debemos comportarnos fraternalmente, sin discriminación alguna.
Hoy es un gran día para asumir un mensaje de proyección social universitaria: todas las personas tenemos la obligación moral de contribuir a la creación de condiciones y oportunidades para la participación económica, social, política y cultural de las mujeres en igualdad. Este reto, qué duda cabe, debería ser asumido efectiva y realmente por las denominadas religiones abrahámicas si de verdad se quiere avanzar en la defensa de los derechos humanos y en el diálogo entre las distintas religiones, con la sociedad y con el mundo presente.
Formar parte de este proceso transformador de las relaciones de género en la vida de nuestras instituciones y de nuestra sociedad es un reto para el día de hoy, para el mañana y para esta nueva época histórica que nos toca vivir.
“Pro igualdad efectiva entre mujeres y hombres” defendemos la exigencia práctico-práctica de la dignidad de toda persona humana, así como asumir el reto de avanzar en los compromisos que lleven por la senda en la que todas y todos aportemos valores y acciones para la construcción de una sociedad igualitaria e inclusiva más justa.
Dicha sociedad debe y deberá garantizar los derechos que nos son inherentes y derechos que son fundamentales para una vida digna. Tal sociedad, hoy y mañana, debe combatir cualquier tipo de discriminación; ha de fomentar: a) el libre desarrollo de la personalidad humana y sus distintas capacidades, b) el respeto mutuo y c) la participación activa de todas las personas en el diálogo, la paz social y la solidaridad.
En nuestro caminar, son demasiados los prejuicios y condicionamientos culturales, religiosos, económicos, sociales y políticos que llevamos como carga pesada de antaño. Mirando lo que deba ser la realidad histórica del mañana, necesitamos de un dinámico proceso de liberación personal y de su correspondiente transformación social en pro de la conjunción entre la igualdad y la libertad, desde un renovado sentido de solidaridad en el seno de la Comunidad Humana.
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