viernes, 14 de diciembre de 2018

HACIA UNA NUEVA COMUNIDAD HUMANA


        En las reuniones del grupo denominado SENATUS TRIANAE de Sevilla hemos debatido sobre un texto que comienza así: " Evitar las guerras, prevenir que las naciones fuertes opriman a las débiles, y promover el codesarrollo responsable solidario pueden considerarse tres objetivos claros en la construcción de una Nueva Comunidad Humana."
       El texto completo aparecerá en breve en el blog del grupo. La primera pregunta en nuestro contexto actual, es si desde Andalucía, desde España, y desde Europa somos capaces de caminar hacia esos tres objetivos enunciados.  ¿Para qué? Para colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra, supuesto que seamos fuertes desde nuestro Estado Social y Democrático de Derecho.

         Hoy, en España, conviene subrayar los denominados valores superiores de la Constitución Española (del 6 de diciembre de 1978), es decir: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, añadiendo, en estos momentos, el sentido de la interculturalidad y la defensa de la dignidad de toda persona humana, así como la exigencia de conservar un medio ambiente adecuado para el desarrollo armónico de nuestra Casa Común que es el planeta Tierra.

         ¿Estamos en condiciones de transmitir fortaleza y esperanza? Tal vez, .... Pero ¿cómo lograr que no se acumule en manos de pocos el poder, el dinero y los medios de comunicación? ¿Acaso no son los seres humanos naturalmente competitivos, codiciosos y, en mayor o menor grado, aguerridos?
          Tal vez podamos tomar conciencia de que las guerras son más destructivas que rentables, y que es preferible la cooperación internacional al sometimiento, el dominio y la esclavitud o la exclusión de las comunidades más débiles y necesitadas. En ello, es clave la Educación y la Ética.
         Necesitamos, sin duda, conjugar justicia distributiva, desarrollo solidario, libertad e igualdad, enriquecidos con la reivindicación del bienestar y un mayor “goce de vivir”. Pero para ello, debería hacerse realidad una nueva manera de abordar compromisos constructivos más allá de mentalidades ancladas en el pasado ideológicamente cerrado o partidista. 

         España podría desplegar, por medio de su lengua y su cultura, toda una labor diplomática mundial en pro de las relaciones internacionales solidarias. Pero la vieja escuela diplomática no parece muy creativa en este sentido. 

         En vez de estar continuamente guerreando, incluso entre nosotros -al modo catalán en estos momentos- tal vez convenga retomar ad intra el artículo 9,2 de la Constitución Española: Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impiden o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.

         Ad extra, nuestro Preámbulo Constitucional es muy claro: establecida una sociedad democrática avanzada, hay que colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra.

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