En las reuniones del grupo denominado SENATUS TRIANAE de Sevilla hemos debatido sobre un texto que comienza así: " Evitar las guerras, prevenir que las naciones fuertes
opriman a las débiles, y promover el codesarrollo responsable solidario pueden
considerarse tres objetivos claros en la construcción de una Nueva Comunidad Humana."
El texto completo aparecerá en breve en el blog del grupo. La primera pregunta en nuestro contexto actual, es si desde Andalucía, desde España, y desde Europa somos capaces de caminar hacia esos tres objetivos enunciados. ¿Para qué? Para colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones
pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra, supuesto que seamos fuertes desde nuestro Estado Social y Democrático de Derecho.
Hoy, en España, conviene subrayar los denominados valores superiores de
la Constitución Española (del 6 de diciembre de 1978), es decir: la libertad,
la justicia, la igualdad y el pluralismo político, añadiendo, en
estos momentos, el sentido de la interculturalidad y la defensa de la dignidad
de toda persona humana, así como la exigencia de conservar un medio ambiente
adecuado para el desarrollo armónico de nuestra Casa Común que es el planeta
Tierra.
¿Estamos en condiciones de transmitir fortaleza y esperanza?
Tal vez, .... Pero ¿cómo lograr que no se acumule en
manos de pocos el poder, el dinero y los medios de comunicación? ¿Acaso no son
los seres humanos naturalmente competitivos, codiciosos y, en mayor o menor
grado, aguerridos?
Tal vez podamos tomar conciencia de que las guerras son más destructivas
que rentables, y que es preferible la cooperación internacional al
sometimiento, el dominio y la esclavitud o la exclusión de las comunidades más
débiles y necesitadas. En ello, es clave la Educación y la Ética.
Necesitamos, sin duda, conjugar justicia distributiva, desarrollo
solidario, libertad e igualdad, enriquecidos con la reivindicación del
bienestar y un mayor “goce de vivir”. Pero para ello, debería hacerse realidad una nueva manera de abordar compromisos constructivos más allá de mentalidades ancladas en el pasado ideológicamente cerrado o partidista.
España podría desplegar, por medio de su lengua y su cultura,
toda una labor diplomática mundial en pro de las relaciones internacionales
solidarias. Pero la vieja escuela diplomática no parece muy creativa en este sentido.
En vez de estar continuamente guerreando, incluso entre nosotros -al modo catalán en estos momentos- tal vez convenga
retomar ad intra el artículo 9,2 de
la Constitución Española: Corresponde a los poderes públicos promover las
condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en
que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impiden o
dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en
la vida política, económica, cultural y social.
Ad extra, nuestro
Preámbulo Constitucional es muy claro: establecida una sociedad democrática avanzada, hay que
colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz
cooperación entre todos los pueblos de la Tierra.
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