sábado, 3 de diciembre de 2016

RETOS URGENTES PARA LA ÉTICA , LA SOCIOECONOMÍA, LA DEMOCRACIA Y LA UNIVERSIDAD

Entre los problemas urgentes, que se constatan de forma persistente en nuestro mundo actual, podemos señalar:

1) La pobreza. Se estima que 800 millones de personas sufren en el mundo pobreza severa, es decir, sufren carencias básicas.

2) Mientras el número de personas muy ricas aumenta en el mundo, la mayoría de la Humanidad (en torno al 80%) vive precariamente. Sufren la mayor desigualdad las mujeres del denominado Tercer Mundo, y las personas más jóvenes que no han cursado estudios y no tienen un trabajo.
3) El poder económico ha generado un sistema estructuralmente injusto contrario a la dignidad humana, al denominado Bien Común o Interés General, y a la sana convivencia solidaria internacional.
4) La crematística, es decir, la economía financiera -unida al afán de lucro y la corrupción-, junto con el sistema de libre mercado, repercuten muy negativamente en las personas y las comunidades más débiles.
5) La sobreexplotación de la Naturaleza y la contaminación de las aguas y del aire ponen en peligro la sostenibilidad de la Casa Común.
6) Hoy resulta utópico hablar de simple justicia distributiva o de justicia social, e incluso de conjunción de libertad e igualdad en el marco de un Estado Social y Democrático de Derecho.

Esta línea de pensamiento, que sigue las reflexiones que viene haciendo la Revista CyJ, debería ampliarse con el análisis hacia la perversa economía de la guerra, que tanta injusticia estructural está generando, y, además, obliga a formularse algunas cuestiones:
                                  Resultado de imagen de alepo
                         Escenario bélico de Alepo (Siria)
                             fuente, Wikipedía
¿Cómo lograr, en nuestro contexto actul, el Bien Común? ¿Cómo garantizar derechos fundamentales inherentes a las personas y a las comunidades humanas?
Una nueva cosmovisión mundial y una nueva cultura política son absolutamente necesarias para, desde la ética, lograr una transformación social capaz de reorientar el sentido de la Historia.

Son necesarias instituciones mundiales, locales, regionales, estatales, federales y confederales, que, desde una mayor y más democracia (no sólo formal sino real) ejerzan un poder transformador, respetando siempre la división de poderes y la Justicia Universal. Vivimos en un mundo en el que sufrimos permanentemente crímenes de lesa humanidad. Vivimos un mundo sistémicamente corrupto. Vivimos un Mundo en el que entidades públicas globales -necesitadas de refundación- como la ONU o la UNESCO deben tener mayor importancia y poder efectivo transformador de las realidades negativas y contrarias a Derecho.

Los derechos emergentes y la Carta de la Tierra, al igual que la Carta de los Derechos Humanos y los Derechos Fundamentales no pueden quedarse en mera declaración de intenciones al albor de los intereses crematísticos y financieros.

La Ética de la solidaridad internacional y la corresponsabilidad en el desarrollo integral de toda la Humanidad tienen que pasar a ser la base sustantiva que proyecte socialmente, políticamente, la nueva era del mañana, desde el presente, desde la realidad, desde el pensamiento crítico, desde la "Universitas".

La Universidad, las Universidades, sin duda alguna tienen que retomar muy seriamente no sólo su docencia e investigación sino también su proyección social y política.

3 comentarios:

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  2. De cuanto leo, me parece de interés el pensamiento de Mayor Zaragoza que, en torno a estos temas, acaba de recordar lo siguiente, en las manos “que se cierran opacas” – según expresión de José Ángel Valente – y que deberán abrirse

    Posted: 14 Dec 2016 11:53 PM PST

    "No se comprende que, ante necesidades tan acuciantes de una mayoría de los seres humanos, se siga ampliando la brecha entre los más acaudalados y los más menesterosos.
    Las cifras que ha dado OXFAM-Intermon son escalofriantes: menos de 70 personas poseen una riqueza superior a la de la mitad de la humanidad (¡3.500 millones de personas!).
    Recuerdo que en los años 70 en las Naciones Unidas se pronunciaba siempre la palabra clave: "com-partir", partir con los demás, procurar que todos puedan vivir dignamente.
    Después vino el vendaval de un neoliberalismo que sustituyó a las Naciones Unidas por grupos plutocráticos (G7, G8, G20) y, lo que es peor, los valore éticos por los bursátiles. Y se deslocalizó la producción por "codicia e irresponsabilidad", como indicó años más tarde el Presidente Obama.
    Hacemos frente ahora, por primera vez, a desafíos globales –extrema pobreza, medio ambiente, amenaza nuclear- que constituyen procesos potencialmente irreversibles. Repartir mejor, ser generoso, ser solidario, es todavía más apremiante porque si se alcanzan puntos de no retorno se ofendería gravemente a todas las generaciones venideras, se afectaría profundamente el porvenir de la humanidad en su conjunto".

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