El domingo pasado expresaba mi maestro
José Ellacuría que, examinando distinta realidades a las que llamamos guerra y
paz, podemos constatar que ni todas las
guerras son malas ni toda paz puede ser bendecida sin más. Evitar los dualismos
y entrar en el pensamiento complejo y liberador parece que es lo razonable.
Veamos:
1.- La paz romana, respondía al lema “si quieres la paz prepara la
guerra”. La paz, pues, implicaba no sólo ejercicio bélico sino violencia. En
realidad se aspiraba a la paz que se conseguía cuando se conquistaba un país…Es
una paz que nace de la injusticia, nunca puede ser auténtica ni duradera, Es
una paz injusta. Es una paz que se sigue dando también hoy, a escala internacional
y a escala doméstica (por anulación del otro).
2.- Podría denominarse paz justa la que se da entre personas o
países que dialogan, que defienden posturas distintas, pero que saben atender y
respetar los derechos de los demás. Sería un equilibrio de fuerzas o de
intereses. Es una paz positiva, aunque no se trata de la verdadera paz, porque
no es suficiente.
3.- La paz que equivaldría a la ausencia de problemas,… es una trampa.
Es una paz que todos de alguna manera buscamos, incluso al modo religioso, para
que se resuelvan los problemas pero sin complicarnos la vida. Pero, en
realidad, es una paz que anula la vida, porque la vida es, por naturaleza
lucha, superación de obstáculos. Si llegáramos a conseguir esa paz, y en la
medida que la consigamos, dejamos de vivir, estamos ya muertos.
4.- La paz de Jesús propone la
armonía interna; es el equilibrio que un ser humano alcanza cuando es lo que
tiene que ser, cuando todo su ser está de acuerdo con las exigencias de su ser
profundo. Esta es la autentica paz. Esta es la paz (Shalom) que los judíos se
deseaban al saludarse y al despedirse. Esta es la base de toda paz verdadera…, es
la consecuencia de un descubrimiento de lo trascendente como fundamento de
nuestro ser.
En contrapartida, tenemos al menos cuatro
clases de guerra que debemos analizar con cuidado:
1.- La guerra que se hace para someter al otro, para subyugarlos y
utilizarlo, para ponerlo a nuestro servicio y anularlo como persona libre. Es
la ley de la selva. Es el fruto del egoísmo más refinado. Surge siempre que
utilizamos la superioridad biológica, mental o sicológica para machacar al
otro. Es la guerra más frecuente y más dañina.
2.- La guerra que hace el que está
sometido, para salir de su situación. Es una guerra que se ha llamado
"justa". A primera vista, parece lo más natural del mundo, pero hay
que tener mucho cuidado de no caer en la trampa de la misma violencia contra la
que se lucha. Todo ser humano tiene la obligación de luchar por su libertad,
pero si lo hace utilizando los mismos medios que el opresor, no tiene el valor
ni la fuerza de no-violencia-activa, que surge de la opresión y contra la
opresión pero sin entrar en la dinámica de la espiral de la violencia.
3.- La guerra que se le hace a otro por
ser auténtico y justo, porque su manera de ser denuncia nuestra maldad. Es la
guerra que le hicieron a Jeremías por ser fiel a sí mismo por no querer
halagarles el oído a aquellos jefes, que por su mal comportamiento estaban
llevando a su pueblo al desastre. Esta guerra no hay que temerla. Esto no es nada
fácil, pero es profético y, en política, socialmente comprometido y auténtico.
4.- La guerra que debemos hacernos a
nosotros mismos. Dentro del ser humanos existen fuerzas y tendencias que le
obligan a estar en tensión. Tenemos que pelear contra aquellas partes de
nosotros mismos que nos impiden alcanzar un objetivo humano. No podemos
transformar sin transformarnos nosotros mismos…. Pues instintos, apetitos, y
pasiones están ordenados a la supervivencia y bienestar del ser biológico, no están
orientados a la plenitud específicamente humana. Al decir esto, la mayoría de
los mortales caemos en la trampa de creer que los instintos son malos. Para
nada. Todos los logros de la evolución son buenos. Solo el ser humano es capaz
de tergiversar los instintos y hacerlos malos. Para conseguir el objetivo de su
existencia, el ser humano tiene que esforzarse en desarrollar su verdadero
ser.
Con todos estos datos, cada uno podrá descubrir, qué paz hay que buscar y qué paz hay que evitar, qué guerra debemos evitar a toda costa, y que “guerra” debemos aceptar como la cosa más natural del mundo. Pero debemos estar muy atentos, porque la diferencia es a veces muy sutil. El falso yo, que creemos ser, nos puede jugar una mala pasada porque puede hacernos ver que estamos luchando por nuestro bien cuando estamos potenciando ese falso ser.
Por todo lo dicho, este próximo domingo
José Ellacuría nos invita ya a “entrar por la puerta estrecha”. Ello exige la
aceptación de la propias limitaciones y la renuncia a ser o creernos perfectos,
pues hasta nuestro conocimiento tiene condicionantes materiales, biológicos,
físicos y psicofísicos, culturales, religiosos, políticos y económicos, al
menos.
Papa Francisco en Chiapas (marzo 2016)
“Los
jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas
y características diversidades culturales en pos de un mundo homogéneo,
necesitan que no se pierda la sabiduría de sus ancianos.”
La liberación no es sólo el reto de combatir
carencias básicas y de realización personal sino el logro de una realización armónica e integral en el
reconocimiento de que somos seres limitados, pequeñísima parte de un Universo
abierto a lo trascendente. Por eso la justicia y la paz no se pueden alcanzar
si no es por el reconocimiento de la propia pequeñez personal y comunitaria,
parte de la Comunidad Humana… y del Universo.
osé Ellacuría me manda un correo y, entre otras cosas, dice lo siguiente:
ResponderEliminar"Te comento dos cosicas.
Non sunt dignus de llamarme "tu maestro".. Veo que tú también tienes la delicadeza y amabilidad china.
Tu reflexión me parece muy ordenada y útil. Te seguiré mandando algunos artículos de Fe Adulta que creo pudieran ayudarte....
Creo que, como decía el cardenal Martini al Papa, quince días antes de morir, "la Iglesia está a 200 años de la sociedad de hoy". Sabes que la espiritualidad oriental me ha hecho ser más consciente del No-dos, es decir, de la no dualidad entre Dios, como quieras llamarlo, las personas, las criaturas y la naturaleza.
Estos días estoy metido en husmear algo sobre la física cuántica y la teología cuántica. Todo nos viene a decir lo mismo y es el contenido de todas mis homilías. Sabemos que esto no llega por la razón sino por la percepción, pero de todo ello, qué poco se habla. La metafísica y la espiritualidad tienen un mismo fin: ver la última realidad de la persona humana. Qué templo tan grande y fantástico tenemos fuera de nuestras Iglesias y no le hacemos caso."