Libertad, igualdad y fraternidad, hoy más que nunca, son valores éticos, conquistados por la conciencia colectiva en un lugar y un momento histórico que, desde Francia, se ha legado a la Comunidad Humana, para mantenerlos en la práctica frente a cualquier intento de destrucción o barbarie. Nuestro mundo es una realidad pequeñísima en el conjunto del cosmos, pero algunos valores tienen dimensión cósmica.
Dramatizar un acto concreto de violencia o terrorismo lo convierte en un monstruo pesado de dimensiones y potencialidades irreales, ficticias, desorbitadas. Dramatizar la guerra o el terrorismo sistémico es también caer en la trampa de la negatividad de lo real. El cosmos, la vida... y la inmensidad, nos muestran las enormes potencialidades de lo positivo frente a lo negativo.
La libertad, la igualdad y la fraternidad no son fruto de esas noches de desmadre y vomiteras fruto del alcohol -que producen miedo y nos ponen en guardia a favor de la seguridad frente al caos y a posibles ataques violentos-. Libertad, igualdad y fraternidad son metas, tal vez, inalcanzables pero son la luz que debe guiar nuestras vidas para abrirse a horizontes de mayor esperanza, de mayor inteligencia, de mayor cordialidad. El crimen puntual o sistémico, fruto de un loco o de una estrategia sistémica, que declara la guerra a unos valores irrenunciables, no se combaten con más violencia sino con la justicia frente a la injusticia, sentando en el banquillo a los promotores de la destrucción colectiva. La justicia debe vencer a la injusticia.
La vida, cronológicamente, es limitada; la vida, localmente, es un balbuceo...pero la vida es parte del Universo, desde la toma de la conciencia fraternal. Quien mata a otros seres humanos es un asesino, un destructor, un inconsciente incapaz de comprender ni la grandeza de la Naturaleza ni la grandeza de la Comunidad Humana, ni la potencialidad divina del Universo.
La cultura y la conciencia, en un momento dado nos abre a la libertad, la igualdad y la libertad. No cerremos la ventana que mira hacia ese horizonte universal, quizás valioso incluso en otras estrellas, en otras galaxias.
Nuestra vida puede ser más sustanciosa de lo que realmente lo es. Pero las frustraciones, la agresividad, la violencia sistémica... no conducen sino al no-ser; son como agujeros negros: entrar en ellos es perderse, destruirse, aniquilarse. Eso es lo que debemos transmitir a toda persona que viva en comunidad, evitando siempre la desigualdad, la exclusión, y la esclavitud.
El anhelo más profundo del ser humano se encuentra en el sentido de la vida y en su plenitud. La cultura, pues, como ya lo indicara Kant -siguiendo a los ilustrados franceses- es la que nos abre a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad. No renunciemos en esta pequeñísima Europa a este gran legado de valores universales. La cultura tiene que dar sentido a la economía (y no al revés); la cultura tiene que dar sentido a la política (y no al revés); la cultura tiene que abrir nuestra mente a la Naturaleza, al Cosmos, al Universo... y, luego, desde dentro de sí misma, más allá de fanatismos destructores, volver a ser una gran luz para la Comunidad Humana.
Dice Mayor Zaragoza que andamos obsesionados en la seguridad armamentística, y sin embargo ese es un grave error. Por eso afirma: "La seguridad alimentaria, acceso al agua potable, servicios de salud, rápida, coordinada y eficaz acción frente a las situaciones de emergencia... es -ésta y no otra- la seguridad que "Nosotros, los pueblos..." anhelamos.
ResponderEliminar