martes, 14 de julio de 2015

LAS TRES T DEL PAPA FRANCISCO Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Discurso do Papa aos Movimentos Populares http://pt.radiovaticana.va/news/2015/07/10/discurso_do_papa_aos_movimentos_populares_(texto_integral)/1157336

Ante este importante discurso que me han remitido desde América Latina un par de amigos, he optado por hacer un esfuerzo de síntesis y ofrecer su lectura para la reflexión de toda persona y comunidad interesadas en este tipo de temas
Para el Papa Francisco, las famosas tres T”: tierra, techo y trabajo para todos son derechos sagrados. Vale la pena luchar por ellos. Por ello nos dice: “Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.” Al final del discurso propone Tres Tareas de suma urgencia.

Primero de todo.

 1.    Necesitamos un cambio. Habla Francisco de los problemas comunes de todos los latinoamericanos y, en general, también de toda la humanidad. Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo. Hecha esta aclaración, propone que nos hagamos estas preguntas:

- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?

 - ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza? 

Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio.

 ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza? Si esto así, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco.

Queremos un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pago chico, en nuestra realidad más cercana; también un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales. La globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir a esta globalización de la exclusión y la indiferencia.

 Plantea el Papa Francisco un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio –podríamos decir– redentor. Porque lo necesitamos. Pues son muchos los que esperan, buscan y anhelan un cambio que les libere de cuanto les esclaviza.

 En efecto: “Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje. Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso que Basilio de Cesarea llamaba «el estiércol del diablo». La ambición desenfrenada de dinero que gobierna. Ese es el estiércol del diablo. El servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.”

 ¿Qué podemos hacer?

 Podemos hacer mucho. De hecho, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Quizás el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» ¿De acuerdo? (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!
 
En segundo lugar:

 2.    ¿Somos sembradores de cambio?  En realidad se trata de un proceso, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, remplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. La opción es por generar proceso y no por ocupar espacios. Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por «vivir bien». Dignamente, en ese sentido.
Desde los movimientos populares, se asumen las labores de siempre motivados por el amor fraterno que se rebela contra la injusticia social. ... Es imprescindible que, junto a la reivindicación de los legítimos derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales construyan una alternativa humana a la globalización excluyente. Tarde o temprano se verán los frutos.

 A los dirigentes hay que pedirles que sean creativos y nunca pierdan el arraigo a lo cercano, porque el padre de la mentira sabe usurpar palabras nobles, promover modas intelectuales y adoptar poses ideológicas, pero si se construye sobre bases sólidas, sobre las necesidades reales y la experiencia viva de toda persona humana, de los campesinos e indígenas, de los trabajadores excluidos y las familias marginadas, seguramente no se van a difuminar los objetivos.

Nadie puede ser ajeno a este proceso. La colaboración responsable,  respetuosa con los movimientos populares, puede potenciar estos esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio.

 3.    Algunas tareas importantes para este momento histórico. Puesto que queremos un cambio positivo para el bien de todos; queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos, los movimientos populares y otras fuerzas sociales; pero necesitamos definir el contenido del cambio, podría decirse, el programa social que refleje este proyecto de fraternidad y justicia que esperamos, y que no es fácil de definir.

El Papa Francisco, consciente de que no hay receta fácil, se atreve a proponer tres grandes tareas:  

1.    La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.

La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada dministración de la Casa Común.

 Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad. Es una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza, estructura todo el sistema de producción y distribución para que las capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en el ser social. Ustedes, y también otros pueblos, resumen este anhelo de una manera simple y bella: «vivir bien». Que no es lo mismo que ver pasar la vida.

 Esta economía no es sólo deseable y necesaria sino también posible. No es una utopía ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista.  Podemos lograrlo.

 Esto implica mejorar los procesos de trabajo, proveer infraestructuras adecuadas y garantizar plenos derechos a los trabajadores.

 2.    La segunda tarea es unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia. Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados.

Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía.

 Los pueblos de Latinoamérica parieron dolorosamente su independencia política y, desde entonces llevan casi dos siglos de una historia dramática y llena de contradicciones intentando conquistar una independencia plena.

 En estos últimos años, después de tantos desencuentros, muchos países latinoamericanos han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos. Los gobiernos de la Región aunaron esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país y la del conjunto regional, que tan bellamente, como nuestros Padres de antaño, llaman la «Patria Grande».

Mantener la unidad frente a todo intento de división es necesario para que la región crezca en paz y justicia.

A pesar de estos avances, todavía subsisten factores que atentan contra este desarrollo humano equitativo y coartan la soberanía de los países de la «Patria Grande» y otras latitudes del planeta. El nuevo colonialismo adopta diversa fachadas. A veces, es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados «de libres comercio» y la imposición de medidas de «austeridad» que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres.

Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico.

 Hay que reconocer que ninguno de los graves problemas de la humanidad se puede resolver sin interacción entre los Estados y los pueblos a nivel internacional. Todo acto de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en todo en términos económicos, ecológicos, sociales y culturales. Hasta el crimen y la violencia se han globalizado. Por ello ningún gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad común.

Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir humildemente nuestra interdependencia, es decir, nuestra sana interdependencia. Pero interacción no es sinónimo de imposición, no es subordinación de unos en función de los intereses de otros. El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano… precisamente porque al poner la periferia en función del centro les niega el derecho a un desarrollo integral. Y eso hermanos es inequidad y la inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener.

 Digamos NO a las viejas y nuevas formas de colonialismo.

 Digamos SÍ al encuentro entre pueblos y culturas.

 3. La tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir hoy, es defender la Madre Tierra.

La Casa Común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave. Vemos con decepción creciente como se suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación.

 Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizarse, a exigir pacífica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas.

 Para finalizar, el Papa Francisco subraya lo siguiente: el futuro de la Humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio.

Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez.
*

 Sigamos con la lucha y cuidemos muy mucho a la Madre Tierra. ¡Unámonos a todas las personas buenas del mundo! ¡Hagamos frente a quienes pretendan ser  esclavistas o devoradores del ser humano y de los bienes comunes de la Tierra!

 

 

1 comentario:

  1. Normalmente tenemos como ideal el ser libres, responsables e iguales ante la Ley y el Derecho. Por ello, ante acontecimientos como los que están produciéndose en Oriente Medio y Europa, Federico Mayor Zaragoza nos recuerda: "Seremos responsables cuando no necesitemos imágenes como ésta [la de un niño ahogado en la playa] para reaccionar. Cuando no olvidemos que cada día mueren de hambre miles de niños, mujeres y hombres al tiempo que se invierten 3.000 millones de dólares en armas y gastos militares. Cuando no miremos a otro lado sabiendo que estamos deteriorando el medio ambiente. Cuando exijamos con firmeza a los mandamases con grandes clamores populares que la ayuda al desarrollo debe incrementarse para conseguir una vida digna para todos. Entonces seremos responsables." Tal vez entonces empezaremos a caminar por la senda de la Justicia y podamos incluso hablar de igualdad ante la Ley y el Derecho.




    Y dejaremos de merecer la terrible exclamación de Albert Camus "Les desprecio, porque pudiendo no se atreven".

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