Eduardo Ibáñez Ruiz, un
nuevo Doctor de la Universidad Pablo Olavide, vinculado al equipo de Derecho de
la Universidad Loyola de Sevilla, me ha permitido conocer mejor tres aspectos
del pensamiento y la vida de Amartya Sen sobre la Justicia, sobre libertad y
desarrollo humano, y sobre democracia, derechos humanos y razón pública
discursiva.
De Eduardo Ibáñez me parecen muy
importantes las páginas dedicadas al planteamiento que tiene Amartya K. Sen
sobre el desarrollo humano, y que divide en tres partes: 1) El desarrollo como
libertad; 2) Los fines y los medios del desarrollo; 3) Libertad, fundamentos de
la Justicia y evaluación de resultados del desarrollo. Las vidas humanas pueden
empobrecerse de muchas formas: las privaciones políticas y sociales incrementan
la pobreza y el número de personas pobres, mientras que la libertad de
expresión, la comunicación y el discurrir público, con sentido de razón pública
disminuye la pobreza e incrementa la riqueza de toda la comunidad. Los Derechos
Humanos y la capacitación para la libertad son parte constitutiva del desarrollo,
que no puede ni debe confundirse con mero crecimiento económico de los más
poderosos. La evaluación, pues, debe hacerse desde el sentido de la calidad de
vida, desde las libertades fundamentales, y desde las capacidades reales de las
personas que permiten realizar una elección social favorable y saludable para
la inmensa mayor parte de la Humanidad.
De La idea de
Justicia (Taurus, Madrid, 2010) de
Amartya Sen quiero retener sobre todo la última parte sobre “Razón Pública y
Democracia”. Más allá de las comunidades fortaleza está la opción de
comunidades democráticas de comunicación y participación dialogada, discursiva
y participativa. No basta con votar. El voto puede ser legal y, sin embargo, no
ser suficiente en la legitimación ética y social. Un dato: la restricción
informativa ha sido fatal para las hambrunas.
Como ya dijera De Sousa Santos, en la Crítica de la razón indolente (Desclée,
Bilbao, 2003), los horizontes son humanos e invitan a ir de la regulación a la
emancipación. No nos sirven las Comunidades Coloniales, agresivas-excluyentes;
ni tampoco las Comunidades anti-coloniales-indígenas, defensivas-excluyentes.
Del mismo modo que podemos hablar de un socialismo-como-democracia-sin-fin, del
mismo modo podemos hablar de Comunidades en proceso democrático intercultural.
Algunos autores hablan incluso de “Diplomacia Cultural” –que nos vendría muy
bien para reconvertir la denominada “Marca Hispana” y situarnos mejor en el
Mundo Global-.
Hay dos puntos en Sen que son especialmente interesantes:
“Derechos Humanos e imperativos globales” y “La Justicia y el Mundo”. No hay
cortedad de miras, hay amplitud de miras. La idea matriz atractiva es la
siguiente:
“Cualquier persona, en cualquier parte del mundo, con
independencia de su ciudadanía, residencia, raza, clase, casta o comunidad,
tiene ciertos derechos básicos que los otros deben respetar”.
Desde Rusia, en donde el término "kremlin" traduce nuestro significante "Fortaleza", se ve muy claro que las comunidades kremlin o comunidades fortaleza son agresivas-excluyentes o defensivas-excluyentes, pero no favorecen, en cuanto tales, la apertura a nuevos horizontes, apertura que sólo se logra por contraposición dialéctica siempre compleja y contradictoria. Es preferible, pues, fomentar la Comunidad Intercultural, cimentada en las bases de la libertad y la igualdad humanas.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con que el voto, desde luego, no es suficiente como legitimación. El voto es ofrecer la confianza y dejar emprender un programa por el que se apuesta. Ahora bien, como en cualquier otro ámbito la revisión ha de ser constante. El voto no es comunicación ni diálogo, exigencia de las democracias maduras.
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