jueves, 10 de junio de 2010

DOS MANANTIALES DISTINTOS: CAPITAL Y TRABAJO


En la Comunidad Humana hay, al menos, dos fuentes distintas en la producción cultural del Derecho: hay una que es la fuente de arriba, la de los dominadores; y hay otra que es la fuente de abajo, la de la inmensa mayoría, la de la carretera, la de la parte del pueblo donde vive más gente. En la de arriba, los dominadores, los que tienen un manantial que no se agota y que da agua a raudales, quieren pasar por encima de todas las limitaciones, quieren volver al imperio de la violencia y regar sus propiedades incluso con el agua potable de los otros. Los de abajo, de manantiales muy escasos y que se agotan con la sequía, quieren procurarse más poder para pasar de un derecho desparejo a la igualdad de derecho. ¿No son esas las tendencias de dos culturas contrapuestas, las del capital y las del trabajo? Para este símil la inspiración viene de Freud.

El tema, con motivo de la crisis económica mundial y europea, se lo plantea también el certero analista Vicenç Navarro: ¿Cuál es la solución que han impuesto los de arriba? viene a preguntarse. La respuesta es la siguiente:
"Una enorme austeridad de gasto público para permitir a los Estados periféricos pagarle a la Banca Alemana y a la de otros países centrales, la deuda contraída. Para ello, la UE y el Fondo Monetario Internacional han prestado dinero en condiciones leoninas a los estados periféricos para que estos puedan pagarles lo que deben a aquellos bancos. Estas políticas de austeridad crearán una enorme recesión en los países periféricos. Ahora bien, para que estas políticas sean exitosas tienen que presentarse como necesarias, a consecuencia del despilfarro causado por las clases populares de la periferia (haciendo referencia a su supuestamente excesiva protección social) y enfrentando a la clase trabajadora alemana con las clases populares de la periferia, tal como hacen diariamente los mayores medios de información próximos al establishment financiero alemán. Las clases populares alemanas, sin embargo, tienen mucho más en común con las clases populares de los países periféricos que con las clases financieras e industriales alemanas. Hoy los mayores problemas en la UE no son ni los déficit ni las deudas públicas de sus Estados, sino el escaso crecimiento económico y el elevado desempleo.

Frente a ello, lo que se necesita no es destinar los fondos, de casi un billón de euros, a ayudar a los bancos, sino hacer una enorme inversión pública, política que el establishment neoliberal europeo (liderado por el alemán) no hará, pues está aprovechando esta crisis para realizar lo que ha deseado siempre: el desmantelamiento de la Europa social y el descenso de las rentas del trabajo. Es la lucha de clases a nivel continental".
El Derecho, la razón, el entendimiento, y en definitiva, la cultura de unos y de otros, de las minorías y de las mayorías, de los que más tienen y de los que menos tienen, pueden adecuarse poco a poco. De lo contrario se vuelve a la violencia: al intento de aplastar y al intento de la sublevación. Hay un camino correcto que es el del diálogo, el consenso y la cultura, pero hay un camino torcido que es el de la violencia, el de las confrontaciones, el de la lucha de intereses contrapuestos.

¿Es posible evitar la tramitación violenta de los conflictos de intereses?
Las guerras desembocan en el pillaje o en el sometimiento total, mediante la conquista de una de las partes.

Se piensa a veces que la guerra, paradójicamente, puede ser un modo de establecer la paz. Pero como indica también Freud sus resultados no suelen ser duraderos, pues los resultados de la conquista son también efímeros ya que las unidades recién creadas vuelven a disolverse las más de las veces debido a la deficiente cohesión de la parte unida mediante la violencia.
Si aplicamos lo dicho a la confrontación y lucha simbolizada por los dos manantiales contrapuestos, podríamos afirmar con Freud que la prevención segura de las guerras sólo es posible si se acuerda entre los animales humanos la institución de una violencia central encargada de entender en todos los conflictos de intereses, bajo dos exigencias: que se cree una instancia superior de esa índole y que se le otorgue el poder requerido. De nada valdría una cosa sin la otra -como ocurre en nuestro tiempo-.
Dos cosas pueden mantener cohesionada a una comunidad: la compulsión de la violencia y el sentimiento de identidad. Pero como no existe en la Comunidad Humana una idea, una seña de identidad, que nos aglutine en torno a una autoridad unificadora, la tendencia dominante corre el riego de ser destructora y violenta. Pues, extraña pero realmente -basta verlo en los acontecimientos de masa como las competiciones futbolísticas- resulta fácil entusiasmar a la gente con la "guerra", ya que existe en nosotros la pulsión a odioar y a aniquilar - y no de forma competitiva o deportiva sino incluso en nombre de un Dios Destructor (ver a modo de ejemplo el cap. 7 y 33 del Deuteronomio, en el que se invita a arrasarr, en nombre de Dios, a naciones más grandes y a pueblos más numerosos y fuertes).

No andaba desencaminada, pues, ante esta bestialidad blasfema, aquella sentencia de juvenil protesta: "haz el amor y no la guerra".

En efecto, dos son las grandes pulsiones del animal humano: las eróticas (las del amor) y las asesinas (las que quieren matar y destruir). No obstante, en el erotismo, en el amor, existe posesión; y en la destrucción del otro existe el instinto de conservación de la propia vida. De hecho, rarísima vez la acción es obra de una única pulsión. Por así decirlo "el ser vivo preserva su vida destruyendo la ajena". Ahora bien, cuando uno interioriza la propia agresión "ad extra" -como tendencia biológica, pero no controlada-, emerge lo que denominamos conciencia.

Por supuesto que no entra en una perspectiva realista el pretender desarraigar las inclinaciones agresivas del animal humano. ¿Acaso la satisfacción de necesidades básicas por parte del espíritu capitalista o por parte de los bolcheviques ha hecho desaparecer las agresiones entre personas humanas? ¿Acaso no sigue siendo real el odio a los extraños -por mucho que se tenga- y el interés desmesurado en la carrera de armamentos - so pretexto de garantizar la seguridad y combatir el "terrorismo" -?

Digamos con Freud que si la aquiescencia a la guerra es un desborde de la pulsión de la destrucción, lo natural será apelar a su contraria, el "eros", en una doble vertiente:
1) Todo cuanto establezca lazos de unión de sentimientos entre los animales humanos no podrá por menos de ejercer un efecto contrario a la guerra. Ahora bien, "amar al prójimo como a sí mismo" es fácil demandarlo, pero difícil de cumplir. El sueño de igualdad de Martin Luther King se basaba precisamente en la fuerza de amar. A él le costó la vida.
2) Todo lo que establezca sustantivas relaciones de comunidad provocará sentimientos comunes en torno a unas determinadas señas de identidad.
Ello implica poner mayor cuidado en la educación de las personas en un pensamiento autónomo para poder asumir responsabilidades públicas de gobierno desde la lucha por la verdad y para que no tengan miedo ni puedan ser amedrantados en esas responsabilidades públicas. Evidentemente ni los abusos de poder, ni la corrupción, ni las restricciones y limitaciones ideológicas, religiosas o partidistas favorecen la educación de este tipo de personas que la sociedad necesita como el agua.


Lo ideal sería... una comunidad de personas que hubiera sometido su vida pulsional a la dictadura de la razón. Esa debería ser la fuente del encuentro y de la unión (incluso lúdica y festiva), en medio de la plaza del pueblo, donde pudieran confluir los dos manantiales, el más rico y el más pobre. Pero, con toda probabilidad, es hablar de una esperanza utópica. Ello ya se reconoció antaño.
Fortalecimiento del intelecto e interiorización de la tendencia agresiva son las dos características claves del proceso de transformación cultural, que lleva a la satisfacción.

Queremos concluir diciendo que acaso no sea esperanza utópica que el influjo de dos factores: el de la actitud cultural y el de la angustia ante las consecuencias de los enfrentamientos y las guerras, nos abra hacia un horizonte de solidaridad y de paz entre distintas opciones e intereses de la Comunidad Humana, bajo la Autoridad del Derecho y de la Justicia Internacional.

Los dos manantiales del capital y del trabajo pueden llegar a un acuerdo contractual para que en la plaza del pueblo, en la plaza de la aldea global se construya una fuente de la que puedan beber ricos y pobres, empresarios y trabajadores, mayores y niños, mujeres y hombres, israelitas y palestinos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, conservadores y socialdemócratas, liberales y comunitaristas. Entonces y sólo entonces, la seña de identidad de la Comunidad Humana sería la razón satisfactoria.
José Mora Galiana

1 comentario:

  1. En Sistema Digital, el 4 de junio de este mismo año, escribe el profesor Vicenç Navarro: "No son los mercados sino los bancos los que dominan la UE". La tesis principal, a mi modo de ver, se basa en la advertencia que en su día formulara el Presidente Eisenhower sobre las consecuencias negativas que tenía para EEUU el enorme poder del complejo industrial militar (The Military Complex). Considera Viceç Navarro que el complejo financiero es hoy, en la UE, lo que el complejo militar ibndustrial ha sido en EEUU.

    De hecho, las instrucciones ("recetas desastrosas") emanadas del Fondo Monetario Internacional eran estrictamente liberalistas: debilitar el Estado de Bienestar, y diluir y reducir la dimensión social de Europa. En consecuencia, reducir derechos sociales y laborales para incrementar las rentas del capital y, a la vez, pagar a la Banca.

    No son ya los mercados financieros, sino la banca la que está dominando el mundo. Y es el complejo bancario el que domina la vida política y mediática de los países, llevándonos a una situación de destrucción de empleos, liberación de pasivos y sacrificios para las clases trabajadoras y populares (autónomos y pequeños agricultores).

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