martes, 29 de marzo de 2022

APORTACIÓN ORIENTAL AMIGA

     En estos momentos de incertidumbre histórica, vienen a colación algunas aportaciones que me llegaron gracias a José Ellacuría, ya fallecido, y a quien toma y sigue su antorcha con el seudónimo Amets, de quienes entresaco sabiduría perenne. Son ellos los que actualizan el saber, diciendo -entre otras reflexiones- lo siguiente: 

     “La aparición de la conciencia humana es reciente en nuestro planeta. Se dice que su edad es de 4500 millones de años. Nuestros antepasados más recientes, los homínidos, aparecen hace unos 4 millones de años. El homo sapiens empieza hace 200.000 años, en el origen del paleolítico. Durante todo este tiempo ha habido un orden, una evolución, El TAO habla de un Principio único, esencia y sustento último de cuanto es, e inteligencia rectora del cosmos. Este principio único fue denominado por el pensamiento griego antiguo LOGOS, por el pensamiento hindú BRAHMAN, por el pensamiento oriental TAO. Nosotros,… le llamamos DIOS. 

     La especie humana estaba todavía muy lejos de aparecer. Cuando nos olvidamos que todo es expresión de este principio, tendemos a pensar que la única realidad inteligente es el ser humano; dicho de otro modo, creemos que lo que llamamos “criaturas”, es una realidad ciega, que el único foco de luz, en medio de esa naturaleza opaca es la mente humana, y que es esta última la que ha de someter, dotar de sentido e imponer cauces racionales al mundo natural. 

      La civilización occidental moderna y contemporánea es un triste ejemplo de este olvido. Solemos percibir el medio físico como un campo neutro e inerte, carente de significado intrínseco que podemos explotar y manipular sin límite para lograr nuestros fines. Algunos afirman que el” cáncer mayor” de la madre tierra es la persona humana. Pocas veces escuchamos a ese “Principio primero”, que nos habla en la naturaleza; más bien tendemos a imponer sobre ella nuestra razón particular. No acostumbramos a observar la sabiduría que se refleja en sus leyes y en sus ritmos para, de este modo, aprender de ella y adaptarnos conscientemente a ella. Muchas veces queremos corregir arrogantemente a la naturaleza, como si hubiera algo que corregir u objetar a la Inteligencia Única. 

     Chuang Tzu nos lo explica bien: Querer regularlo todo con cartabón, cuerda, compás y escuadra es vulnerar la naturaleza. Valerse de cuerdas, engrudos y colas para fijar y asegurar las cosas es lesionarlas… En la naturaleza existen ya curvas trazadas sin cartabón, líneas tiradas sin cuerda, círculos sin compás, cuadrados delineados sin escuadra, soldadura sin cola ni engrudo y ligaduras sin cuerdas. Así nacen las cosas solicitadas por el vigor vital del primer principio, sin que sepan ellas mismas de dónde les viene. 

      No hace falta remontarnos a Chuang Tzu (Siglo IV a.C.), en la vida cotidiana tenemos muchos ejemplos: 

      Una persona estaba postrada en la cama, con fiebre alta. Sus familiares llamaron al médico. Este le auscultó, reconoció los síntomas, hizo el diagnóstico y le recetó unas medicinas. Fue fiel en tomarlas, pero la fiebre no bajaba y los efectos secundarios aumentaban. Las leyes del cuerpo enfermo no se adaptaban a la prescripción médica. Cambió el tratamiento y al poco tiempo desapareció la fiebre. La segunda terapia iba más acorde con las leyes naturales del enfermo. De aquí viene el dicho de que no hay enfermedades, sino enfermos. 

      Todo lo que sucede es expresión de la VIDA. El mundo natural expresa ese único obrar. Es el “Primer Principio” el que hace que el capullo se abra en flor, que el polluelo quiebre el cascarón en el momento justo, que el sol complete su ciclo cada día. … Por desgracia, hoy en día están nítidamente a la vista cuáles pueden ser las consecuencias de una intervención humana en el mundo natural, de una ciencia y una técnica que no respetan ni consideran la naturaleza íntima, las leyes y los ritmos propios de cada cosa. La esterilidad de la tierra, la contaminación de los suelos, del aire y del agua, la aniquilación de tantas especies naturales y sus hábitats, la destrucción de los bosques, el cambio climático, las nuevas enfermedades físicas y psíquicas… son solo algunos de los efectos secundarios de nuestro empeño en enriquecernos. Esta realidad contrasta con la inconsciencia de que la mente humana, junto con la ciencia y la tecnología, pueden hallar remedio a lo que consideran problemas que inevitablemente trae el progreso. No se advierte que esa razón separada del “Principio último” es la que provoca esa capacidad de destrucción de nuestra civilización. Pocos advierten que la consideración por el Ser comienza por el respeto a las plantas, los animales, el agua, el aire y la tierra, que el daño infringido a la naturaleza es como un daño infringido a sus mismas personas. 

      Pocos consideran que necesitamos observar la naturaleza para descubrir sus propias leyes –reflejo de la única Ley- y no con el fin de ser más “listos” que la naturaleza, sino para cooperar juntos para el bien de todo el cosmos. “ 

      Si lo dicho nos hace vivir desde dentro la complejidad de lo real, ¿cómo no vivir dolorosamente cuanto ocurre con la carrera de armamentos y las guerras a diestro y siniestro, ahora materializadas en los enclaves de Ucrania?

      “Con respecto a nuestra propia vida y a la de los demás, adoptamos a menudo una actitud análoga a lo que tenemos ante el mundo natural. Así, pensamos con demasiada frecuencia, que nuestra vida particular es algo que tenemos que planear, controlar y reglamentar, nosotros solos con nuestros medios individuales; que la vida de los demás –de aquellos sobre los que sentimos tener algún tipo de ascendencia-, es algo que precisa ser encauzado y corregido. … 

      La Asamblea General de la ONU declaró el 22 de Abril, Día Internacional de la Madre Tierra, para reconocer la responsabilidad que nos corresponde de promover la armonía con la naturaleza y la tierra, a fin de alcanzar un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras. En el año 2017, los promotores de esta responsabilidad mencionaban dos casos concretos de concientización: la desaparición de las abejas y el encontrar tanto plástico en el estómago de los peces. Lao Tsé dice a Confucio: No parece sino que su merced pretende impedir que el mundo pierda su pastor y quede sin gobierno. Pues bien, no se preocupe. El cielo y la tierra tienen ya su natural regularidad. El sol y la luna tienen su luz natural. Las estrellas tienen sus posiciones estables. Los animales seguirán reuniéndose en rebaños y bandadas. Los árboles seguirán creciendo verticales. Su merced deje obrar al Primer Principio, sígale y habrá llegado (Chuang Tzu). Puesto de un modo más poético, un personaje escribió lo siguiente: Si no estuviese presente Buda (Primer Principio) en cada brote de hierba y en cada hoja de árbol, ¿cómo podrían lucir su húmedo verdor? Y completaba este pensamiento con una reflexión sobre la presencia de lo Absoluto en lo cotidiano: La verdad está demasiado cerca de nosotros, y, debido a su misma cercanía, no atinamos a percibirla con claridad.”

      En consecuencia, caminemos, pues, por la senda de la paz en contra de toda provocación destructiva; dialoguemos, tomemos conciencia de nuestra realidad histórica y no sólo de lo hecho sino del horizonte que se abre en lo que debe hacerse en un mundo global que respete la Casa Común, que es la Tierra, en la que debemos habitar todas las personas sin discriminación alguna, con el fin de lograr un desarrollo liberador integral para mujeres y hombres de todo Pueblo, País, Nación o Estado.

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