El
XI Congreso Internacional de la Cátedra Latinoamericana Ignacio
Ellacuría: “Iglesia, Política y Sociedad”, que se ha celebrado, en Sevilla, los días 25, 26
y 27 de noviembre, ha puesto su mirada en el compromiso de justicia ante
contextos históricos complejos; en la importancia de los movimientos populares
y las comunidades creyentes que inciden históricamente en la realidad de la
vida pública; en la Teología Política como instancia crítica o pensamiento religioso
crítico y, a la vez, público; en el análisis de procesos políticos concretos; y en las
potencialidades que ofrece la conjunción de fe y justicia para el diálogo, la
transformación y la convivencia.
Por mi parte, he procurado reconocer y actualizar las
perspectivas de dos personajes históricos: Monseñor Romero (1917-1980) e
Ignacio Ellacuría (1930-1989). Pero he tenido muy en cuenta, las aportaciones de Hans Küng de los años 1997-1999 publicadas en Una Ética mundial para la Economía y la Política, y que tienen algunas conexiones con el encuentro celebrado en Córdoba, en 1987, en el que él participó y en el que Ignacio Ellacuría expuso "Aporte de la Teología de la Liberación a las religiones abrahámicas en la superación del individualismo y del positivismo".
En la página web de la Cátedra se pide indicar las conclusiones del Congreso. A mi modo de ver, la primera conclusión es que, con la violencia
estructural, las injusticias y las guerras, podemos acabar no sólo con una
multitud de personas y de familias humanas sino con el Planeta Tierra. Urge,
pues, un acuerdo de no destrucción.
Frente a un mundo dividido y enfrentado en
diversos puntos y fronteras del Planeta no cabe sino afirmar la universalidad
única de la Humanidad y la exigencia de asumir la diversidad de los pueblos en
la unidad y en la interculturalidad entre todos los seres humanos y comunidades
del Mundo.
¿Acaso esa Iglesia sin fronteras que pide el Obispo de Tánger, ahora, no
sería la petición de Monseñor Romero, asesinado por considerar y proclamar como
un contra-dios la orden de matar?
Una segunda conclusión personal, frente al mal común estructural, el desorden
y la teoría del caos implantados en este momento histórico, es la necesidad de un nuevo Orden Mundial,
puesto que todos los seres humanos, en cuanto que personas, mujeres y hombres, somos hermanos.
Una tercera conclusión: La necesidad del diálogo
intra-religioso y la apertura conciliar inter-religiosa en contexto de violencia,
economía de guerras y migraciones. Necesidad de redescubrir y recordar
(cordialmente) el sentido de la religación y el amor, que es lo que puede unir.
Otras posibles conclusiones:
Otras posibles conclusiones:
• Exigencias
éticas de solidaridad comunitaria y defensa de los derechos fundamentales,
inherentes a la dignidad humana.
• Conjunción
Ética y Política, o supeditación de la Política a la Ética y de la Economía a
la Política.
• Formación
integral: académica, profesional y universitaria, con compromiso y proyección
social responsable para un desarrollo integral sostenible.
• Filosofía
de la Liberación aplicada, más allá del positivismo jurídico establecido, y
Teología de la Liberación crítica y dialogante, con sentido de análisis de la
realidad y de la complejidad histórica, lugar por excelencia donde hacer real
la verdad y la justicia.
• Actualización
y garantías de los derechos humanos y los derechos emergentes de las personas,
las comunidades y la "Madre Tierra", y
la refundación consecuente de Naciones Unidas, con el fin de responder a las
exigencias de los tiempos históricos de esta nueva era. Importante tener en cuenta las tres T del papa Francisco: Tierra, Trabajo y Techo.
Sin cubrir las necesidades básicas no se pueden acometer las necesidades de realización personal o comunitaria.
Sin cubrir las necesidades básicas no se pueden acometer las necesidades de realización personal o comunitaria.
Desde
mi punto de vista sería una buena noticia no fomentar estratégicamente el
conflicto de civilizaciones y el enfrentamiento de culturas y religiones (como suele hacerse teórica y prácticamente) sino
caminar hacia un horizonte de paz y de convivencia, con la exigencia de
revertir la historia hacia la verdad. Hacia la verdad frente a la mentira,
hacia la justicia frente a la injusticia estructural, y, además, hacia la dignidad de la
persona humana frente a todo tipo de discriminación, odio, y agresividad
destructiva.
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