jueves, 24 de octubre de 2013

PARA LA EDUCACIÓN Y EL DIÁLOGO INTERCULTURAL

         
           Publicaciones como las de Raul Fornet Betancourt (Transformación intercultural de la Filosofía, de 2001) o la más reciente, de José Mario Méndez (Educaçao intercultural e Justiça Cultural, de 2009), me han hecho reflexionar sobre la experiencia de más de una década respecto de la inmigración y la emigración.  

          Al tratar de gestionar la diversidad desde Andalucía (años 1998/99-2012/2013), el valor de la interculturalidad se ha ido abriendo paso, más allá de la “multiculturalidad” o el pluralismo, al igual que la integración legal, específica o sectorial y humana, más allá de tendencias de asimilación y uniformidad. Eso puede molestar a un modelo jerárquico prepotente y despectivo con "los otros",  pero es propio de un modelo solidario, inclusivo, integral e integrador.
Para una educación en perspectiva intercultural, conviene  distinguir entre los siguientes paradigmas: asimilacionismo, integración, pluralismo o multiculturalidad, e interculturalidad.
            El primer término, de asimilación, designa una tendencia conservadora en países receptores de emigrantes (inmigración laboral sobre todo), que exige adaptación a la sociedad establecida y homogénea, y que considera que la cultura predominante debe absorber las diferentes expresiones o producciones culturales minoritarias. Esta visión corre el riesgo de favorecer un desarrollo excluyente.
            El término integración pretende indicar la tendencia a fusionar las diferencias en una unidad superior. A veces se considera sinónimo de asimilación pero implica algunos matices de mayor respeto a la diversidad y, desde el punto de vista político, traduce también la intencionalidad de tener en cuenta distintos aspectos sectoriales o distintas dimensiones de las personas y las sociedades. Se contempla no sólo la visión de quien recibe sino también las necesidades y capacidades del que llega. Esta visión no favorece la exclusión sino el desarrollo inclusivo.
            Pluralismo o multiculturalidad no es sólo un término político o ideológico sino social y cultural. Se considera que la diferencia cultural existe en la historia y en la realidad cotidiana y se valora como positiva. Se entiende que las distintas culturas pueden enriquecer el conjunto o el mundo global, en nuestro momento histórico. Pero ocurre que, al acentuar las diferencias y valorarlas de forma muy distinta, se establecen compartimentos estancos o estratos superpuestos, cuando puede ser más rico el crisol y el intercambio.
            El término interculturalidad designa el valor que favorece el diálogo y el intercambio. Y es ese el valor que nos aproxima a la creatividad de una nueva realidad o de una expresión artística totalmente otra.
            La interculturalidad es, pues, un reto para la praxis histórica, conjunción de pensamiento y acción comprometida con la diversidad de la sociedad en la que vivimos. Es un reto para la Filosofía pero también para la Política y la Economía, en el sentido de un desarrollo integral inclusivo y, en ningún caso excluyente.
Frente a tendencias de homogenización –que tienden a aniquilar diferencias- considero que la pluralidad de expresiones es una gran riqueza, e incluso un reto de expresión artística. 
            En América Latina, en general, y en América Central especialmente, prevalece el uso de la categoría interculturalidad como exigencia de  convivencia. En Europa, sin embargo, donde se debate de hecho entre asimilación e integración, se tiende más a la multiculturalidad controlada que a la interculturalidad.


 
            Sin embargo, de la mano de la Justicia (considerando la mano abierta como IUS), en Europa, afirmamos como valores superiores: la dignidad humana, la libertad, la igualdad, la solidaridad y la ciudadanía (ver la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE).
            El dedo más pequeño, el meñique, es el de la ciudadanía; el más cercano al corazón es el pulgar, el de la dignidad. Pero todos los dedos de la mano son fundamentales para favorecer y promocionar el diálogo intercultural, la convivencia, y un nuevo modelo de desarrollo liberador, integral, solidario, respetuoso con la Naturaleza y con el conjunto de la Comunidad Humana.

3 comentarios:

  1. ¿Qué tal el encuentro en Sevilla sobre Participación Ciudadana y Diversidad? El Estatuto de Autonomía, en la reforma, incluyo el valor de la Interculturalidad
    MB

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  2. A menor participación menor democracia. La democracia no es sólo un sistema político sino una forma de vivir y convivir

    EA

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  3. PEPE: ¿Has visto lo que escribe Bernard-Henri Levy en EL PAÍS? Europa empieza en Lampedusa: La patria de lo universal se niega a sí misma si se convierte en una fortaleza"

    JG

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