jueves, 1 de octubre de 2009

CONGRESO INTERNACIONAL IGNACIO ELLACURÍA, 20 AÑOS DESPUÉS

INFORMACIÓN:

Entre los días 26 y 28 de octubre está prevista la Celebración de este Congreso Internacional. Puede consultarse el programa en la siguiente dirección:

http://departamento.us.es/filoderecho

Para inscribirse y comunicarse:

congresoellacuria@us.es

Aporte liberador a las religiones abrahámicas e historicidad de los derechos humanos desde Ignacio Ellacuría

INTRODUCCIÓN

El punto de partida común del aporte liberador a las religiones abrahámicas y de la necesaria reformulación de los Derechos Humanos es, desde Ignacio Ellacuría, la constatación de la realidad del Mal Común (carencia de necesidades básicas) en la mayor parte de la Humanidad, por contraposición al supuesto Bien Común que decimos defender en una quinta parte de dicha Humanidad.
En el diálogo intercultural de las religiones del Libro o religiones abrahámicas, la confesión de un único Dios liberador lleva consigo la confesión de una única Humanidad. Sin embargo, la praxis, en la realidad, nos muestra que dichas religiones no se han constituido realmente en universales respecto de cualquier persona humana y que necesitan volver a las fuentes para redescubrir su propio sentido liberador humano. Dicho diálogo intercultural resulta difícil si no es sobre la base de los Derechos Humanos, cuya Carta de referencia, pretendidamente universal, necesita también de una reformulación -desde la constatación de las carencias más básicas, desde la historicidad y desde el momento actual con nuevas propuestas y exigencias de Derechos Emergentes-.
En las experiencias religiosas transcritas del Antiguo y del Nuevo Testamento, pero también desde la experiencia religiosa del Islam, en sus orígenes o desde una visión histórica del Corán, tal vez podamos coincidir en que Dios es fuente de liberación, es amor, es misericordia, es justicia, es verdad…; no es un Dios de la escasez, sino de la abundancia; no es un Dios de los grandes opresores, sino de los pequeños oprimidos; no es un Dios de la dominación sino de la liberación. Pero, en la práctica, la manipulación de Dios -que se ejerce desde poderes establecidos- contradice ese anhelo de la experiencia humana. Y sin embargo, es en la vida humana, en su triple dimensión individual, social e histórica, donde podemos constatar el ansia de realización, de felicidad y de bienestar, desde la negatividad y desde las carencias reales que nos afectan de modos diversos a las personas, comunidades y pueblos, según momentos, contextos y situaciones.
Tanto en las religiones como en el Derecho, hay una constante dialéctica entre ortodoxia y ortopraxis, entre lo que debería ser y lo que es, y, en definitiva, al igual que ocurre con el poder político, hay una disonancia y contradicción frecuente entre el discurso, el mensaje, lo que se anuncia oficialmente, incluso como Buena Nueva -en ámbitos cristianos- y lo que se practica en verdad.
Ante la realidad de los hechos, interesa, pues, avanzar en el camino de la ortopraxis, desde el espíritu común a las distintas religiones y a la defensa de los Derechos Humanos, en lo que se busca, en definitiva y de forma sustantiva, la plenitud del ser humano, sin distinción de raza, sexo o religión.
Desde el punto de vista filosófico, las dos grandes columnas que forman el pórtico de entrada hacia la ortopraxis son: la recta razón (aplicada en el momento histórico del devenir humano) y la justicia (síntesis equilibrada y ecuánime entre libertad e igualdad), que nos abre las puertas de acceso a la Verdad -tal como ya lo indicara Parménides en su Proemio-.
En esta breve exposición, en nuestra referencia a Ignacio Ellacuría nos limitaremos a abordar dos apartados: uno de aproximación al diálogo intercultural en las Religiones del Libro frente a la estrategia de permanente confrontación incluso bélica, tal como ocurre en el Oriente Medio; otro sobre posibles claves para un eficiente diálogo intercultural, en base a la defensa de los Derechos Humanos. Finalmente, esbozaremos unas conclusiones referidas al Mal Común y a la exigencia del Bien Común, postulando frente al mundo estructuralmente injusto un mundo estructuralmente justo en el horizonte de la praxis, apoyados en el principio de la esperanza activa y transformadora de la cultura del trabajo -como realización humana- frente a la cultura del capital -como acumulación de poder y dominio-.

I.- APROXIMACIÓN INTERCULTURAL EN LAS RELIGIONES DEL LIBRO

De las religiones abrahámicas, simplificando una visión panorámica, establece Ellacuría que la cristiana tiene seguidores entre todos los pueblos y naciones pertenecientes a la cultura occidental -mal llamada civilización cristiana-; la islámica, preponderantemente en países de Africa y Asia; la judía, en sectores sociales más pudientes -lo que habría que matizar muy mucho en Alemania y los países del Este de la UE- y en el Estado de Israel. Por su parte, sabemos que los gobernantes de los pueblos o naciones de las distintas civilizaciones anteponen el paradigma del Estado y del Poder para deslindar sus fronteras. Pues bien, llegado el momento histórico de constituir realmente una sola humanidad, conviene preguntarse: ¿estamos dispuestos a que valga más el ser seres humanos, personas sujetos de derechos y deberes, que el ser miembros de un pueblo, de una nación o de una religión?
En nuestra propuesta no se trata de quitar las diferencias sino de subrayar lo esencial, realizando en este caso una verdadera reducción trascendental en favor de “lo humano”, lo que es de gran implicación práctica, cultural, social y política. De hecho, Ignacio Ellacuría, en el replanteamiento de los Derechos Humanos en Centroamérica, habla primero de satisfacer necesidades básicas; segundo, de no matar; tercero, de preservar la propia identidad; cuarto, de la soberanía popular y de la autodeterminación; y quinto, de los derechos sociales y políticos -siempre en referencia con las leyes justas, la protección y las garantías efectivas de la ley, y la satisfacción de los derechos fundamentales-.
El texto siguiente resume la propuesta intercultural y religiosa de Ellacuría, formulada en un encuentro abrahámico, en Córdoba, el año 1987, propuesta que resultó entonces impactante y que goza de gran actualidad frente a las tesis de la confrontación de civilizaciones:
“La vida y la fe han de vivirse en formas históricas muy concretas y de formas personales muy particulares, pero son la misma vida y la misma fe. Hoy el mundo está dividido y enfrentado. El capitalismo hace de lo económico la última instancia determinante de todo lo demás [...]; es el economicismo materialista que se recubre con apariencias ideologizantes de toda especie. El marxismo-leninismo hace del poder la última instancia determinante de todo lo demás; hay que asegurar el poder del Estado [...]; es el politicismo materialista por antonomasia, que se recubre también con toda suerte de ideologizaciones. Frente a ellos está la universalidad única de la humanidad, la posible asunción de la diversidad de los pueblos, en la unidad de la humanidad. Es la nueva etapa de la historia y lo es porque, de lo contrario, la humanidad perecerá [...]. No será directamente Dios quien destruya la vida sobre la tierra; los hombres autoconvertidos en dioses están ya preparados para hacerlo. Lo están ya haciendo por la expoliación y la polución de la naturaleza, pero están dispuestos a culminar la destrucción con la energía nuclear. Nada más inhumano, nada más antidivino nada más irracional que este individualismo y este positivismo de las naciones, que no pueden entenderse entre sí, ni llegar a acuerdos más que amenazándose mutuamente con la guerra nuclear. Las religiones de vida, las religiones de promesas utópicas, las religiones monoteístas y monosalvíficas pueden y deben impedir esta locura colectiva y lo harán si instauran el reino de Dios como reino del pueblo entero de la humanidad”1.
En cuanto a los Derechos Humanos, cuyo contexto más reciente se remonta al contexto del “nunca más” de 1948, posterior a los genocidios y desastres de la Segunda Guerra Mundial, es importante tener en cuenta su historicidad, la realidad desigual del mundo actual en el que el “Mal Común” es superior al ideal del “Bien Común” (del que sólo disfruta un 20% de la población mundial), y los nuevos retos que se van fraguando en nuestro Planeta y que han venido en denominarse “Derechos Emergentes”. Todo ello exige no sólo una reformulación de los Derechos Humanos sino un Estado Social, un Estado de Justicia que garantice y establezca prioridades en la salvaguarda global de dichos derechos.
Sobre esta reflexión global, convendría establecer cuáles son las condiciones previas del diálogo intercultural (abstraernos de prejuicios, actitud de escucha, sentido de igualdad y de unidad en la pluralidad...), diálogo tan necesario en nuestra vida cotidiana y en la historia actual de la Humanidad.

II.- CLAVES PARA UN DIÁLOGO INTERCULTURAL


Además de la incidencia cultural que tengan las religiones e ideologías fundamentalistas, los conflictos mundiales tienen un origen complejo en el que intervienen causas, fuerzas e intereses múltiples, sobre todo de tipo económico, estratégico, y político. Sin embargo, en la realidad, los conflictos de intereses y las guerras se presentan como conflictos culturales y religiosos o “conflicto de civilizaciones”2. Por eso, tal vez, conviene apuntar algunas claves para el diálogo intercultural, por si de verdad se quiere avanzar hacia el horizonte de una Nueva Comunidad Humana (como paradigma del mañana). Pues, después de tantas guerras innecesarias y después de tantos acontecimientos criminales y catastróficos, urge una nueva actitud de diálogo para impulsar un cambio de rumbo en el devenir histórico. En el ámbito religioso tres pueden ser las claves del diálogo:
Favorecer la felicidad de todos por medio de la sabiduría; ello implica una secularización que garantice, por medio de la acción política contra la pobreza, el acceso de todos a los bienes básicos y a los bienes de la propia realización personal, ya se trate de hombres o de mujeres. Implica, pues, que los Gobiernos de los Estados miren ante todo al Bien Común o al Interés General –con sentido global-, de tal modo que no basen su Estado de Bienestar en un Estado Global de Malestar, sino en un Estado de Justicia Global.
La conversión profética que impulsa a la transformación interior y a la solidaridad exterior efectiva, mediante un Código de Convivencia que se resume en el no matarás, no robarás y no mentirás o, lo que es lo mismo, amarás la vida, respetarás al prójimo, y dirás y harás la verdad. Es éste un punto de partida esencial en una Ética Mínima o Ética de Mínimos3.
Mantener la esperanza histórica (contraria a la apocalíptica del terror), en un Reino de Justicia y de Paz, esperanza contraria a dominaciones y esclavitudes de todo tipo, también contraria a la discriminación de la mujer, garantizando en el Derecho el principio de la igualdad -para que la libertad de unos pocos no se asiente en la desigualdad de la inmensa mayoría, sino en la libertad de todos-.
De modo analógico a como la semilla puede culminar en árbol, el animal humano cree que puede alcanzar su propia plenitud. Ahora bien, las grandes aspiraciones tienen que materializarse en la realidad histórica, en las relaciones entre los Estados, en la convivencia y en las instituciones. Por eso, desde la perspectiva de la Filosofía del Derecho parece fundamental reformular la Carta Universal de los Derechos Humanos, desde las exigencias más perentorias y las necesidades más básicas de la Humanidad, lo que lleva a postular la refundación de Naciones Unidas y sus Organismos Internacionales, en el sentido que ya indicaran Ramón Tamames -desde el punto de vista de la Economía- y Mayor Zaragoza -desde su experiencia en la UNESCO-.
Quizás ahora, superadas situaciones límite en tantos y tantos puntos del mundo, sea el momento del diálogo no partidista, no ideológico, no dogmático o fanático, sino comunitario, racional y humano, para buscar soluciones efectivas juntos, en comunidad.
Ahora, cuando el mundo y la historia aparecen como más globales y unitarios que nunca,... quizás ahora que la Cristiandad se replantea cuál pudiera ser la incidencia histórica de un Papa procedente de los países pobres, o de nuevos líderes religiosos que de verdad luchen contra la pobreza, sea el momento de poner en crisis las soluciones de fuerza e imperio o violencia para abordar soluciones culturales, económicas, políticas y religiosas, más humanas, y acordar el fin de la carrera de armamentos y el pacto mujer-hombre, sobre la igualdad.
Porstulando el que las “mayorías populares” empobrecidas pasen de ser sujetos pasivos a ser sujetos activos de transformación mundial, un reencuentro de Naciones Unidas, y un encuentro de las grandes religiones, debería de partir del análisis de la realidad y, sobre la base de la educación, la federación de Estados y el respeto mutuo, conforme a lo que ya indicara Kant en Sobre la Paz Perpetua, arbitrar fórmulas y garantías institucionales para resolver los graves problemas que aquejan a la Humanidad en su conjunto. No sobre la base del dominio, el fanatismo o la ortodoxia, sino sobre la base de la igualdad.
La voluntad de poder y de crecimiento al estilo occidental, al igual que todo absolutismo oriental, primitivo o eclesiástico, y las ansias de dominio e imperio, conducen a cercenar el sentido de ciudadanía de la Res Publica (de no dominación), provocando miedo, terror, terrorismo, guerras y muertes.
En consecuencia, las religiones abrahámicas (el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam) que se fundan en la fe y la confianza en el otro, y que defienden el respeto de los valores comunitarios, tienen que abandonar los conflictos y las luchas fratricidas, al igual que los Estados. Pues, todos, “hijos de Dios”, somos co-responsables del destino común4. Desde la Filosofía del Derecho, hacemos nuestro el lema humanista de la Universidad de Cracovia, en tiempos de Copérnico: Magis ratio quam vis, que traducido hoy vendría a decir: más cultura, más razón, y menos fuerza, menos armas y no a la opresión, pero desde la defensa de los débiles. No cabe seguir la tendencia destructiva del dominio y del poder por el poder sino optar por la larga marcha de la liberación desde el nuevo sujeto activo de la Historia, que son las “mayorías populares” desposeidas y empobrecidas.

III.- CONCLUSIÓN


El animal humano, aunque violento, tiene virtualidades y capacidades que invitan a propiciar la educación para la paz, garantizando el entendimiento y la convivencia ética, de modo que los derechos fundamentales sean Derecho Positivo vinculante para todos, en el marco de un nuevo Pacto Social, de reciprocidad comunitaria e interpersonal, es decir, de verdadera y efectiva solidaridad, justicia y libertad. Ello pide, por supuesto, no el debilitamiento sino el fortalecimiento y la refundación de Naciones Unidas desde la realidad histórica de las mayorías desposeídas, no como sujetos pasivos sino como sujetos activos de la historia de la Comunidad Humana. Ello pide, también, la reformulación de los Derechos Humanos y su garantía planetaria, en cuyo empeño las religiones abrahámicas podrían y deberían de ser un referente no sólo de ortodoxia (desde el punto de vista teórico de la defensa del Bien Común) sino de ortopraxis (desde la verdad de la realidad). Pues, en verdad, “todavía no se ha llegado al estadio histórico en el que la libertad de unos pocos no esté fundada en la negación de la libertad de muchos”5.
“Consiguientemente el Bien Común, surgido como negación superadora del mal común, debe ser contrapuesto como el bien al mal, pero debe tener las mismas características que hacían del mal común algo realmente común.
Un bien será, por tanto, un bien realmente común, cuando tenga la capacidad de afectar con su bondad a la mayor parte…
Una consideración de los Derechos Humanos desde esta perspectiva del mal común dominante los mostraría como el bien común concreto, que debe ser buscado en la negación superadora del mal común, que realmente se presenta como una situación en la que son violados permanente y masivamente los Derechos Humanos”6.
En definitiva, nos dice Ellacuría, “la historización dialéctica de los Derechos Humanos trata de resolver el problema de qué hacer con el bien “común” y los derechos “humanos” en una sociedad, no sólo escindida, sino conflictiva. Si el bien ha de ser “común” ha de tenerse en cuenta a la humanidad entera, si el derecho ha de ser “humano” ha de tenerse en cuenta asimismo a la humanidad entera, sin que esto obste a que haya derecho a ciertas particularizaciones peculiares del bien común y de los derechos humanos” 7.
Por ello, convendría recordar siempre -recomienda Ellacuría- aquella radical sentencia de Santo Tomás: Cum igitur homo sit pars civitatis, impossibile est quod aliquis homo sit bonus, nisi proportionatus bono comuni8. En nuestro caso, en un momento histórico de proceso global, habría que insistir en que el hombre es más parte de la Humanidad que parte de una sociedad civil determinada -pars humanitatis- y que, por tanto, no puede darse un hombre bueno si no lo es en relación con el bien común de la Humanidad9 .

José Mora Galiana
UPO, Sevilla, junio/julio 2009
Referencias bibliográficas
1 ELLACURÍA, IGNACIO: “Aporte de la Teología de la Liberación a las religiones abrahámicas”, en Escritos Teológicos, II, UCA, San Salvador, El Salvador, 2000, pp. 230-231.
2 Comúnmente, en nuestras exposiciones distinguimos entre Civilizaciones y Culturas, asignando el concepto de Civilización a los grandes conjuntos con un denominador común (Civilización China, Civilización Islámica, Civilización Occidental…) y el concepto de Cultura a las señas de identidad más específicas de una comunidad, pueblo o movimiento de incidencia especial en un momento histórico (cultura bantú -en el África Negra-, cultura del pueblo vasco, o cultura humanista, por ejemplo).
3 Este aspecto ha sido desarrollado por la Escuela de la Ética de Aranguren y su relación con los planteamientos políticos. Véase, a modo de ejemplo, Adela Cortina en su Ética de mínimos.
4 En este punto no podemos dejar de mencionar las aportaciones de la larga investigación de Hans Küng, que también estuvo presente, junto con Helder Cámara e Ignacio Ellacuría en los encuentros de las Religiones Abrahámicas celebradas en Córdoba (España) en 1987. Fruto de sus investigaciones podemos disponer de la trilogía sobre el Judaísmo, sobre el Cristianismo y sobre el Islam, así como sobre su propuesta de una Ética Mundial o Global, basada en la paz y el diálogo y no en la confrontación.
5 ELLACURÍA. Ignacio: “Historización de los derechos humanos desde los pueblos oprimidos y las mayorías populares” (1989), en Escritos Filosóficos, III, UCA, San Salvador, El Salvador, 2001, pp. 442-443. Sobre la Historicidad de los Derechos Humanos en Ignacio Ellacuría fu pionero en la investigación Juan Antonio Senent de Frutos, en su Tesis Doctoral, sobre cuyo tema ha vuelto a publicar en 2007, desde el horizonte de la praxis, tras una década de conjunción de pensamiento y compromiso universitario y social.
6 ELLACURÍA, Ignacio: “El mal común y los derechos humanos” (1989), en Escritos Filosóficos, III, UCA, San Salvador, El Salvador, 2001, p. 449
7 ELLACURÍA, Ignacio: “Historización de los derechos humanos desde los pueblos oprimidos y las mayorías populares”, op.cit., p. 444.
8 La referencia de Santo Tomás es de la Summa Theologica, I-IIª, q. 92, a.1 ad 3. [“Siendo, pues, el hombre parte de la ciudad (parte de la Humanidad, propone Ellacuría), es imposible que un individuo sea bueno si no lo es en relación proporcional al bien común].
9 El tema merecería la pena tratarlo también desde la vertiente Política y la “Función liberadora de la Filosofía”, así como desde “La historización del concepto de propiedad…” (ver Escritos Políticos I, UCA, San Salvador, El Salvador, 1991, capítulos 1 y 4, pp. 17 y ss., 559 y ss., respectivamente.