Desde la Provincia de Valencia me llega lo que le he pedido a un familiar que ha vivido en directo lo que transcribo a continuación y que titula: EL APOCALIPSIS DE LA DANA
Cuando han pasado días, muchos días,
y sigues viendo el barro, las caras, los gestos, la suciedad, el trasterío
apelotonado, los coches destrozados unos encima de otros, el trajín de gente
sucia, cansada, hundida, desfallecida, ausente deambulando por la zona que
llaman cero, cuando ves todo eso, aún, como digo, entonces uno se puede hacer
una idea de la magnitud real de la tragedia del paso de la DANA por la
provincia de Valencia.
En una guerra que, por edad, nunca
hemos vivido los que andamos por aquí, seguramente después del impacto de una
bomba quedan secuelas, más allá del destrozo material, para mucho tiempo, y
teniendo en cuenta que en la zona de las inundaciones es como si hubieran caído
tres mil bombas y todas de golpe, el impacto que eso tiene y tendrá será
inimaginable. Aquí no valen las palabras ni las reflexiones, porque mientras se
debate, se parlotea y se divaga, la gente está con una pala y un mocho que da
asco intentando salvar su vida.
Sobre el terreno la sensación es apocalíptica y miserable como la
conciencia que de por vida debe quedarle a toda la clase política, a toda y sin
la más mínima excepción, después de la reacción que han tenido. Miserables y
desgraciados son todos aquellos que con un micrófono en la boca no hacen más
que añadir dolor a un estado de desastre como nunca se ha vivido en España. No
hay que andar con medias tintas ante la gentuza desgraciada, imbécil, egoísta y
malnacida que lleva las riendas de la vida del pueblo. Todos esos desalmados canallas
llegaron tarde y mal, y cuando al principio se podía entender el caos y esperar
que este se redujera, hoy no cabe duda de que la gente tiene dolor para tenerles
rencor de por vida.
En la semana que he estado yendo cada día a la zona -Sedaví, Paiporta, Catarroja o Picaña son los pueblos en los que me he movido- he estado descargando camiones y furgonetas, algunas ‘oficiales’ y otras de autónomos venidos de todos los puntos de España con todo tipo de ayuda, desde comida a ropa a material de limpieza o aseo personal. Una auténtica avalancha de solidaridad difícil de gestionar entre el caos existente, pero canalizada de la mejor manera que tienen los voluntarios, y no la escoria política que se dedicaba a atacarse los unos a los otros, para distribuir con cierto criterio.
El lES Sedaví, un instituto sin muro
exterior, destrozado, sin patio, arrasado, sin aulas, todas embarradas, se
convirtió en un centro logístico donde yo aparecí de chiripa, puesto que los
primeros días, sin saber ni orientado por ninguna autoridad competente, no
quedaba otra que deambular esperando que alguien pidiera una mano o que tú
pudieras ofrecerla. Al final, en mis primeras impresiones de inutilidad por no
encontrar nada concreto, vi en una esquina a un hombre que daba órdenes a un
pequeño grupo. Até mi bici a una farola y me uní sin preguntar. Acabamos
descargando furgonetas, con todo tipo de material que íbamos introduciendo en
el instituto, donde otros voluntarios lo repartían en zonas: aquí conservas,
aquí leche, aquí el agua, aquí los pañales, aquí el aseo personal, aquí la
ropa, aquí los productos de limpieza. Una cadena de trabajo caótica en una
primera impresión, pero sólida y eficiente tras horas analizando cómo todo ese
material que ocupaba aulas enteras en montañas de productos, iba saliendo en
manos de la gente que, al otro lado del edificio, hacía cola para ir
abasteciéndose y, todo, con el barro embruteciendo cualquier escena.
Horas de trabajo
pesado fueron esos días en el IES de Sedaví, para que luego cambiara el rumbo a
otra tarea como era repartir parte de todo ese material por diferentes zonas.
En Espai Rambleta, en el borde de la ciudad antes justo de cruzar a la zona
devastada, hay un punto de coordinación de gente de la calle, nadie con traje y
corbata ni discurso preparado ni lengua viperina, donde te presentas con tu
bici y, o bien cargas y vas a donde te indican a entregar el material, o bien
te envían, como fue mi caso, a otro punto donde te acaban de dar las órdenes
necesarias. A mí me enviaron a una alquería en Catarroja, donde llegamos varios
ciclistas, nos llenaron las mochilas de material y nos indicaron el barrio de
les Barraques donde debíamos repartir. Una vez acabado el reparto a todo aquel
vecino o vecina que necesitaba -unos lejía, otros amoniaco, otros bayetas,
trapos, papel higiénico, guantes, mascarillas, mochos, palos, escobas…- volvías
de nuevo y lo hacías con información: “No quieren más amoniaco, quieren papel
de cocina y más bayetas, más mochos y ya no tantas mascarillas, que tienen de
sobra”. Y volvías a llenar y volvías a la zona a repartir.
Y lo haces, todo eso, con tu bici a una velocidad lenta adecuada a un fango que todo lo llena y al cual debes evitar caerte, debes evitar que te salpique a la cara o por la espalda por el efecto del rodar de la bicicleta, debes evitar el contacto más allá del obligado por el pie que, bota de agua fundamental, utilizas para apoyarte cada vez que paras porque hay un pelotón de voluntarios sacando agua, hay un camión de bomberos ocupando una calle, una tropa de militares distribuyéndose o muebles o coches que impiden el paso fino cuando no una máquina los intenta sacar del medio.
Al final, lo que queda es la
sensación de desamparo, de una agonía y un dolor que está minando las fuerzas
de la gente, de los que dan y los que reciben. Se va a alargar en el tiempo
tanto… y hoy mismo un amigo bombero me enviaba un audio casi sin voz, casi
llorando, porque están extenuados y saben que no pueden parar, duermen unas
horas y siguen y siguen y siguen, como lo hacen las personas de a pie.
Ayer, cuando volvía a recoger más
material, ya vacía la mochila, salió un hombre de una casa, nos paró y nos
pidió ayuda, con gesto abatido como nunca vi. Realmente abatido: “Chicos,
ayudadme, necesito unas manos para sacar unos muebles del sótano y estoy
agotado, no puedo más”. Bajamos a aquel sótano, desmontamos sin miramiento los
muebles que nos dijo y los subimos pieza a pieza por una escalera que hace unos
días estaba, seguramente, reluciente, y que ahora tenía una pasta insalubre de
barro, resto de la que inundó, hasta el techo, toda aquella parte subterránea
de aquella casa que ahora está medio muerta como toda la zona, que agoniza
intentando respirar entre tanta desolación que nadie con traje, corbata y coche
oficial podrá hacerse una idea en su miserable vida.
Rafael
Mora Sesma,
Desde
la Provincia de Valencia,
10/XI/2024
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ResponderEliminarVer: Quién tiene las competencias en gestionar la dana
ResponderEliminarHola, desde Valencia ciudad. Nadie mejor que tú que has estado al pie del cañón para describir tanta desolación.
ResponderEliminarA los políticos ahora les toca dar soluciones pero no dejarán de ir aprovechando la situación para sacar rédito.
Respecto al estado de alarma la comunidad tiene suficiente competencia y en du caso es la que tiene que pedir la ayuda. Lo que se ha tenido es tardanza en avisar. Desconocimiento de que se tenía un sistema de añviso de alarma un presidente queborró un twit en el que se las daba de metereólogo diciendo que la DANA se desplazaba eiba a Cuenca, que llegó tarde psra tomar decisiones y ahora está redactando sus justificaciones que le cuadren y no le pillen en falta. Nos llenará de trucps verbales le dará la vuelta y culpará al gobierno que simplemente desde el primer día ha cumplido con su obligación.
De vergüenza la visita de Feijó que solo vino a criticar al gobierno central
Un cínico que no merece estar ni en la oposición.
Las csusas son muy vlara calentamiento glopal y un estado autonómico incompetente e inútil.
Perdón si hay alguna errata vengo en bus del dentista, un lujo al lado de los nulos serviciios de 70 localidades
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ResponderEliminarHoy, el Ayuntamiento de Valencia da un aviso para mañana, miércoles 13 de Noviembre.
ResponderEliminarAnte estas realidades de circunstancias extraordinarias, conviene ver la Ley Orgánica 4/1981, que en el capítulo II sobre el Estado de Alarma, en el Art. 4º dice: el Gobierno, en uso de las facultades que le otorga el artículo 116.2 de la Constitución podrá declarar el Estado de Alarma , en todo o parte del territorio nacional...a) por catástrofes como inundaciones....
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