domingo, 28 de julio de 2019

PADRE NUESTRO Y MADRE TIERRA

"Padre Nuestro y Madre Tierra" es una versificación que redacté a finales de 1981 y que dejé olvidada en las hojas de "La Generación Comprometida", tercera parte de un librito de la década de los 70, que se titula:  Poesía Revolucionaria Guatemalteca. Hoy he recuperado su lectura, su memoria y su contexto en la sierra de la provincia de Huelva, en un pequeño pueblo, donde voy ordenando libros que dejo en manos del futuro (es decir, los hijos y los nietos), gracias al amor que comparto.

Por ser hoy un día en el que, litúrgicamente, en templos de tradición católica (que significa "universal", no se olvide), se acoge el "Padre Nuestro" como la herencia legada para orar , me permito ofrecer, comunitariamente, los siguientes versos:


Padre Nuestro, y Madre Tierra,
que estáis en la sequía y la lluvia
por campos y terruños,
venga a nosotros, en la sierra onubense,
la vitalidad fecunda que nos falta;
venga vuestro reino de gracia,
la lluvia bendita;
la sabiduría, y la justicia
para el campo, el ganado
y posibles minas dañinas
para personas y castaños.
*

Háganse vuestras voluntades bienhechoras
entre las personas, hijos de la Madre Tierra,
que cultivan, la trabajan y la transforman.
Háganse vuestras voluntades, entre nosotros,
en los mares, los vientos y los ríos,
y que nos sean favorables.
Háganse  voluntades paterno-filiales
entre personas de gobierno
y que no destrocen la Tierra.

*

El pan nuestro de cada día
dádnoslo en trabajo,
en salud y vida para los hijos.
 
Perdonadnos  nuestra indolencia,
el ser, tal vez, individualistas
y no del todo solidarios.
Perdonadnos así como nosotros perdonamos
el olvido de los poderosos
y los daños ajenos de la vida.
*

Y no nos dejéis caer en la injusticia,
mas libradnos de lo perverso,
incluidas envidias y rencillas,
que acaban con el pobre
con el respeto a la persona,
y hasta con la vida de nuestras vidas.

Amén.




viernes, 19 de julio de 2019

AHORA, ¡MISIÓN LA TIERRA!


De acuerdo con Federico Mayor Zaragoza, el mayor reto actual está en esta nuestra Madre Tierra, necesitada de paz y no de guerras, de agua potable y sana alimentación para toda persona y para toda comunidad, y de Estados con sentido federal, que garanticen la Educación, la Salud Pública y el respeto al Medio Ambiente.

         Es verdad que conmemorar el 50 aniversario del primer viaje a la Luna nos trae grandes recuerdos. Estaba yo entonces en el Instituto Internacional de Nkol Bisson en Yaoundé (Cameroun) y, viendo la televisión por estos días de 1969, decían mis compañeros negro-africanos: “vous les blancs là! Mon Dieu!” Aquellos primeros pasos por la Luna eran todo un avance científico técnico… Pero faltaban médicos, faltaban enfermeras, faltaban escuelas; la igualdad de la mujer respecto al hombre brillaba por su ausencia…, y sólo la alegría de poder bailar y cantar suplía en ocasiones las carencias básicas, combatidas por la solidaridad comunitaria.

         Ahora, “las inmensas inversiones que se requieren para repetir la hazaña en 2024 no tienen la menor justificación social ni ética”. Por ello, cedo la palabra a Mayor Zaragoza:

         Ahora, "Misión la Tierra”. Ahora un nuevo concepto de seguridad que permita atender la calidad de vida de tantas personas que hoy malviven en unas condiciones inhumanas, desprovistas de lo más elemental. No me canso de repetir que es una vergüenza insoportable desde un punto de vista ético que cada día se inviertan en armas y gastos militares más de 4.000 millones de dólares al tiempo que mueren de hambre y extrema pobreza miles de personas, la mayoría niñas  y niños de uno a cinco años de edad.

        “El gran dominio” (militar, financiero, energético, mediático), expresado a  través de los grupos plutocráticos neoliberales, solicita más dinero para la defensa territorial… sin tener en cuenta a los habitantes de estos territorios tan bien protegidos. Miles de efectivos humanos y técnicos para la defensa, con una precariedad total de medios humanos y técnicos frente a incendios, inundaciones, tsunamis, terremotos y otras catástrofes naturales.  En 2015, gracias a las Naciones Unidas -tan marginadas por el Partido Republicano de los Estados Unidos- y al Presidente Obama, hubo un destello de esperanza al suscribirse los Acuerdos de París sobre el Cambio Climático y aprobarse en la Asamblea General de las Naciones Unidas la Agenda 2030 “para transformar el mundo”.

        El Presidente Trump advirtió, inmediatamente después de su nombramiento, que no pondría en práctica ninguna de las medidas suscritas por su antecesor.

        Y silencio. Silencio de la Unión Europea, tan insolidaria; silencio de la mayoría de los países que conforman el sistema multilateral; silencio de las comunidades científica, académica, artística… Silencio. Delito cómplice de silencio.

        No más inversiones en artilugios bélicos y espaciales. No más manos cerradas, armadas, alzadas. Ahora manos abiertas al abrazo, a la solidaridad, al incremento de los fondos para la investigación biomédica sobre cáncer y enfermedades neurodegenerativas... para hacer frente al ébola y otras pandemias... para un medio ambiente de calidad, "para una vida digna!".

        Ha llegado el momento de la transición histórica de la fuerza a la palabra. No podemos seguir callados. Sí, ha llegado el momento de que sean “los pueblos”, liderados por las mujeres y los jóvenes más avisados, los que tomen la palabra y decidan actuar en consecuencia.

NO. Otra "Misión, la Luna" o "Misión Marte", NO. Ahora, “¡Misión, la Tierra!”.

                En este  momento histórico, desde el Mediterráneo, no cabe sino levantar la voz en defensa de nuestra Madre Tierra, Casa Común de la Humanidad, y Espacio Geográfico de la solidaridad internacional.