Hoy, 16 de noviembre, no podemos sino recordar a las personas asesinadas en la UCA de San Salvador, El Salvador, cuyo rector de dicha Universidad era Ignacio Ellacuría.
Se denomina por el nombre genérico "mártires de la UCA" a ocho personas que fueron asesinadas el 16 de noviembre de 1989, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, ubicada en la ciudad de San Salvador (ver Wikipedia).
Las personas asesinadas fueron:
Ignacio Ellacuría S. J., español, rector de la universidad
Ignacio Martín-Baró S. J., español, vicerrector académico
Segundo Montes S. J., español, director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA
Juan Ramón Moreno S. J., español, director de la biblioteca de Teología
Amando López S. J., español, profesor de Filosofía
Joaquín López y López S. J., salvadoreño, fundador de la universidad y estrecho colaborador
Elba Ramos, salvadoreña, empleada doméstica
Celina Ramos, salvadoreña, empleada doméstica.
¿Por qué los mataron?
Porque eran semillero de transformación social frente a la injusticia estructural establecida. ¿Por qué debemos actualizar sus vidas de entrega, compromiso y servicio? Porque hemos de seguir explorando y haciendo realidad los caminos de la libertad, de la liberación y del Bienestar de toda la Comunidad Humana, estemos donde estemos.
Desde la realidad centroamericana, en un contexto histórico concreto de dos décadas -hasta finales de 1989-, Ignacio Ellacuría y su equipo universitario proyecto un compromiso de transformación social, frente a la injusticia estructural, con el fin de lograr una nueva cultura, la cultura del trabajo y de la solidaridad de las mayorías populares como alternativa a la civilización del capital, el dominio y el poder de unos pocos. Por eso los mataron.
Hoy seguimos sintiendo una necesidad vital, racional e histórica de una Nueva Civilización, de un Nuevo Pacto Social, que se concrete en la vida cotidiana, en el respeto a la dignidad humana y en un nuevo proceso mundial en el que, no unos pocos sino todas las comunidades, y la gran Comunidad Humana, sean el sujeto de la historia, el motor de la historia.
Como ya dijera Bertrand Russell en su crítica a "caudillos y secuaces": "No hay esperanza para el mundo mientras el poder no sea domeñado y puesto al servicio, no de este o de aquel grupo de tiranos fanáticos, sino de toda la raza humana, blanca, amarilla y negra, fascista, comunista y demócrata, pues la ciencia ha hecho inevitable que todos vivan o que todos mueran".
Por eso, quizás, sea hoy el día apropiado para reflexionar sobre la necesaria proyección social de la Universidad, un tanto aletargada, críptica y oscura. Pues ahora, más que en otros momentos incluso, necesitamos de su proyección social, de su luz y de su compromiso más universal en la praxis, capaz de conjugar inteligencia y sentido del diálogo transformador y liberador.