lunes, 27 de abril de 2020

ACCIÓN Y ESPERANZA ANTE SITUACIONES ADVERSAS


          Desde 1968, quizás fruto de aquella Constitución Gaudium et Spes, de diciembre de 1965, aprendí en mi experiencia por tierras negro-africanas, que las tristezas y las angustias, sobre todo de los más pobres y de cuantos sufren, había que afrontarlas desde la esperanza.
         Hoy, se acentúan esperanzas y temores, e incluso contradicciones entre libertad y esclavitudes sociales o psicológicas, que cuestionan la actual evolución del mundo y plantean interrogantes sobre desafíos ineludibles.

         Junto a cambios profundos científico-técnicos e informáticos o telemáticos, cambios sociales y de comunicación, la propia historia sigue un curso acelerado en su acontecer diario, cada vez más universal, en su "orden" y desorden global o mundial, que muestra a las claras lo estructuralmente injusto y los desequilibrios y desigualdades.

         De hecho, la pandemia del coronavirus 19, está poniendo en alerta al conjunto de la Comunidad Humana desde principios del año 2020. Antes de finalizar el mes de abril, de este año, ya se contabilizan más de tres millones de contagios y más de doscientos mil fallecidos por dicho contagio. España en concreto, a fecha 25 de abril, se aproximaba a la cifra de 224.000 casos y de 23.000 fallecidos.

         La principal alegría y el mayor gozo del mundo debe ser ahora mismo acabar con la pandemia y que no haya más afectados. Ello implica una praxis comprometida, una disciplina, una colaboración y un especial sentido de responsabilidad. Ahora bien, de inmediato, cabe decir también que esta experiencia debe de servir para plantear en el conjunto de la Comunidad Humana los distintos tipos de virus y de pandemias que existen y que, junto a manipulaciones, corrupciones y pretensiones de poder económico y político desmedido, ocasionan tantas y tantas desigualdades, miserias, sufrimientos, angustias y tristezas en la gran mayoría de la población mundial.

         Sin duda, ha llegado el momento de retomar con esperanza, desde la cruda experiencia, la exigencia ética y jurídica de la dignidad humana, de la dignidad de la familia, de la dignidad de las comunidades y de los distintos pueblos del mundo; ha llegado el momento de retomar derechos fundamentales que puedan garantizar el bienestar social; ha llegado el momento de la paz frente a la carrera de armamentos y frente a los distintos modos de terrorismo; ha llegado el momento de la salud, de la educación, del progreso cultural y del desarrollo de la investigación científica, además del desarrollo integral de toda persona y de toda sociedad.
          Ante las situaciones adversas, acción transformadora y esperanza son exigencias del ayer, del hoy y del mañana. Como dijera Ortega y Gasset, nuestro quehacer para ser sí mismos (para ser humanos) es vencer las circunstancias adversas. El quehacer es una exigencia personal, comunitaria y global o mundial. Urge refundar de una vez por todas Naciones Unidas.

lunes, 20 de abril de 2020

VIEJOS Y NUEVOS VIRUS, Y NUEVA CIUDADANÍA


          Desde que venimos reflexionando sobre la realidad de la pandemia actual, causada por el coronavirus (COVID-19), aunque miremos con esperanza hacia nuevas energías en el seno de la Comunidad Humana, siempre reaparecen obstáculos, confrontaciones, y carencias de Justicia e Igualdad, que dificultan o impiden la libertad en toda persona humana, sin distinción de género, clase o condición. Por ello, viene como "anillo al dedo" el artículo que nos remite el profesor jubilado como geógrafo, Juan Francisco Ojeda, que nos transmite su vivencia del modo siguiente:
NO EXISTE LIBERTAD SIN JUSTICIA E IGUALDAD 

          En estos días de confinamiento responsable y obligada introspección, estoy recibiendo continuas reflexiones y relatos de amigos que me interpelan y, a veces, comparto. Tal esfuerzo por compartir o matizar posiciones me conduce inexorablemente a buscar las raíces de mis convicciones.

          Mi vida y las de muchos que hemos recorrido gran parte de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, están marcadas por un virus que se ha encarnado sustancialmente en nuestras personas, conformándolas como tal e hiriéndolas y enorgulleciéndolas, a la vez. No se trata de una pandemia, como el dichoso coronavirurs, sino de un virus muy selectivo y casi exclusivamente transmisible entre los que conformamos los estamentos o clases medias: aquellos que hemos tenido la suerte o capacidad de poder filosofar y de poder valorar la cultura o el disfrute como dones gratuitos. Y, con ello, podemos contar con la libertad que nos otorgan tanto el tener resuelto nuestro “primum vívere” como el  no preocuparnos por guardar porque vivimos al día y no somos objetivos prioritarios de ladrón alguno.

          Ese virus, inquietante y maravilloso a la vez, se llama preocupación o compasión con los pobres. Yo creo que, en el entorno español de muchos de mi generación, tal virus es inoculado primeramente por el evangelio y sus atractivas parábolas y relatos compasivos: rico epulón, hijo pródigo, bienaventuranzas, magdalena, buen ladrón…. Y se va desarrollando y mutando con lecturas sociopolíticas y filosóficas explicativas de la pobreza y reivindicativas de una necesaria justicia distributiva en un mundo cada día más injusto.

          Ahora bien, dependerá de que en cada persona o grupo se acentúe la raíz religiosa o la fuente ideológica para que aquel primario virus de la compasión con los pobres se reafirme como un caritativo y analgésico “bálsamo reparador” o mute y se radicalice hacia un compromiso activo con la “lucha por la igualdad”.

         Cuando terminamos creyéndonos que una pandemia como el coronavirus parece estar rompiendo los moldes clasistas y admitimos tópicos como el que sostiene que los más pobres entre los pobres están naturalmente más vacunados ante cualquier virus, aliviamos el efecto de nuestra primera compasión, que –por ejemplo- no puede soportar, en el actual contexto andaluz,  la infamia de los campos chabolistas de inmigrantes en Huelva y Almería. Y entonces, acudimos a la caridad o aplaudimos las subvenciones y parches oficiales, entendiendo que pueden tener su coyuntural y urgente virtualidad, aunque los del “bálsamo reparador” quizás sostengan que esas son las únicas y posibles soluciones estructurales en un mundo que consideran injusto por naturaleza.

          De hecho, el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía de 15 de abril, publica el Decreto-Ley 9/2020, en el que se establecen medidas urgentes en el ámbito económico y social como consecuencia de la situación ocasionada por el coronavirus (COVID-19), presupuestando, en su capítulo I, 50 millones de € para personas trabajadoras por cuenta propia o autónomas afectadas en el conjunto regional y, en el capítulo II, se reparten  2.297.160 € entre distintos Ayuntamientos de las provincias de Almería y Huelva, para responder a las necesidades de sus asentamientos chabolistas. Ojalá estas cantidades puedan conseguir aliviar momentáneamente  los abastecimientos básicos de agua, energía y servicios en tales asentamientos, que acogen a millares de personas.

          Pero para quienes hemos apostado y nos comprometemos con la lucha por la igualdad no puede ser esta la meta de nuestra carrera, aunque pueda constituirse en meta de avituallamiento en unos momentos concretos y urgentes. Porque nosotros estamos obligados a denunciar que estas soluciones caritativas y analgésicas sólo tienen una función coyuntural y pueden opacar la dignidad de las personas. Tenemos que dejar claro ante todos nuestros conciudadanos que los inmigrantes subvencionados de Níjar, Vicar, El Ejido, Roquetas, Antas y Cuevas de Almanzora o Lepe, Palos, Moguer, Huelva y Lucena, son personas pobres que, en el actual contexto de confinamiento responsable para todo ciudadano e imposible para ellos, constituyen el mayor contingente de trabajadores de nuestros campos más productivos y emergentes.

          Y estos jornaleros pobres no nos solicitan sustancialmente caridades o subvenciones, aunque es verdad que no todos están trabajando todavía y, consecuentemente, los envíos de alimentos y los comedores sociales resultan necesarios y bien recibidos. Pero muchos de ellos no han dejado de trabajar y, por tanto, siguen cobrando sus exiguos jornales. En definitiva, estos nuevos ciudadanos, empadronados o no en sus municipios de residencia, están pidiéndonos a voces un cambio radical de actitud, que vaya más allá del mero acogimiento vergonzante y caritativo y apunte a la promoción permanente del diálogo y el encuentro entre iguales. ¿O acaso seguimos pensando que, en el fondo, no son iguales que nosotros? 

          Con todo mi coraje y respondiendo a las exigencias de aquel virus de la compasión, que me inoculó el relato evangélico y se me mutó en compromiso de lucha radical contra la pobreza, me solidarizo con la lucha concreta y arriesgada de estos ciudadanos inmigrantes, a quienes acompañé en su manifestación tras el incendio del asentamiento lepero en fechas prenavideñas y a quienes ahora apoyo y ofrezco mis posibles ayudas, tras el reciente incendio de otras cien chabolas en los campos de Palos, el  pasado 14 de abril.

          En aquella manifestación de Lepe aplaudíamos y nos uníamos a sus gritos, que serían los mismos si ahora pudiesen manifestarse en Palos: ¡No más chabolas! ¡Queremos casas y, con ellas, agua y servicios básicos! No nos regaléis nada, alquilarnos las casas que tenéis vacías, porque podemos pagarlas.  Y sus mujeres terminaban uniéndose así al alegato: …y las limpiaremos con esmero. Por favor, fiaros de nosotras.

          Aquella compasión primera no puede hacernos dudar de nuestra capacidad de lucha por la transformación real y efectiva de este nuestro mundo injusto, racista y discriminatorio, aunque híbrido y mezclado. Para que dicha transformación se vaya produciendo, no basta con reconocer la importancia de la inserción socio-laboral de los inmigrados, sino que tenemos que seguir luchando por vías claras e inequívocas hacia la integración, la interculturalidad y la transculturalidad. Hay que desarrollar programas políticos, sindicales y educativos que vayan conduciendo a nuestras emergentes, pero ensimismadas y adormecidas poblaciones, a reconocer que toda esta nueva ciudadanía inmigrada no sólo aporta trabajo duro y riquezas materiales contables, sino que también puede ofrecer diversidad de estrategias vitales y  generar la gran riqueza cultural de la mezcla.

          Salud, suerte, lucha solidaria y abrazos a quienes peleáis cotidianamente en estas trincheras, encuadrados en distintas asociaciones y ONGs, o desde un activismo personal, comprometido e intransferible.

En Sevilla a 19 de abril de 2020

Juan F. Ojeda Rivera. Profesor jubilado de Geografía y secretario ejecutivo de IESMALÁ (Instituto de Estudios Sociales del Mediterráneo, África y Latinoamérica) (www.iesmala.org)

viernes, 10 de abril de 2020

EN DEFENSA DE LA DIGNIDAD HUMANA

          En defensa y garantía de la dignidad humana, y en relación con personas inmigrantes y su situación inhumana en la que se encuentran por estas tierras, he recibido un correo pidiendo se difunda la nota que se transcribe. Su lectura debería recordarnos la exigencia de ser un referente de diálogo, interculturalidad y "transculturalidad" dada la realidad heterogénea y dinámica de nuestra historia, vista desde Andalucía.
          El texto dice así: 

          "Ayer, 9 de abril, la Red Agua Pública lanzó esta nota, pidiendo la máxima difusión de la misma en listas de correo y redes sociales. Ver abajo enlace a pagina web.
  • La Red Agua Pública (RAP) denuncia las condiciones de hacinamiento e insalubridad imperantes en los asentamientos informales de varios territorios como Huelva, Sevilla, Madrid, Almería o Murcia donde no se garantiza la vida digna, la higiene y la salud, conculcándose los derechos humanos al agua y al saneamiento.
  • La RAP apoya la denuncia de la Mesa Social del Agua de Andalucía sobre las condiciones de vida en los asentamientos de trabajadores de los invernaderos de Huelva, donde malviven cerca de 5.000 personas, que pueden convertirse en sitios vulnerables para la propagación del coronavirus.
  • Ante la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, ahora más que nunca, es urgente poner en marcha las medidas necesarias para garantizar el acceso al agua y al saneamiento en los asentamientos precarios, chabolistas e infraviviendas."

          Ánimo, y a seguir en nuestro quehacer de defender y tratar de garantizar la dignidad de toda persona humana sin discriminación alguna.
          No vendrían mal, en el confinamiento derivado de la pandemia, releer el sugerente libro de Thomas Moro: Utopía, que se remonta a 1515, y el más próximo a nosotros de Fernando Díaz-Plaja: Los españoles y los siete pecados capitales, de 1966, cuyos vicios de soberbia y avaricia..., ira y envidia, bien se podrían aplicar a este mundo global dominado por el mercantilismo y la ambición de poder. 
          ¿Podremos forjar, desde la propuesta de amor fraterno de ayer, una Comunidad Humana de solidaridad y justicia?