sábado, 16 de mayo de 2020

SOBRE LA POSTMODERNIDAD EN ESTE MOMENTO HISTÓRICO




INTRODUCCIÓN

         En el Foro de comunicación y Debate (FOCODE), desde primeros de mayo 2020, en pleno contexto de la pandemia producida por el denominado coronavirus 19, se ha invitado a repensar que estamos en “tiempos de cambio”. Se ha planteado el tema al hilo de unas reflexiones filosóficas de uno de su Presidente (Antonio Durán Sánchez) que, según mi lectura, invita a tomar conciencia de las limitaciones y las capacidades de la persona humana. El asunto merece ser tratado con detenimiento.
         La “postmodernidad”, frente al pretendido progreso o desarrollo lineal –ahora mismo interrumpido-, nos desvela la interculturalidad o al menos la diversidad cultural en el conjunto de la realidad histórica siempre abierta. Por eso, tal vez,  nos resulta fácil comprender que el mundo interior del sujeto personal o la subjetividad se trataron y se afrontan en las diversas culturas de forma bien diferente. La cosmovisión del Mundo Oriental es otra que la del mundo de la Grecia clásica, la Edad Media o el Renacimiento occidentales. 
         El racionalismo cartesiano es bien distinto y distante del sentir negro-africano del ser familiar-comunitario, a su vez diferente en los dominios del desierto, en Sudáfrica, en la costa occidental y el interior, y en la zona de los grandes lagos, en el Congo o en la parte oriental. Las religiones abrahámicas (Judaísmo, Cristianismo e Islamismo, con sus propias variables) resulta difícil que puedan dialogar a partir de un denominador común. Se intentó un par de años antes de la caída del muro de Berlín y no se logró. La India, China, Rusia y Gran Bretaña o Estados Unidos y Canadá son pueblos bien diferentes entre ellos y al interior de sus Estados. Lo mismo cabe decir de Cuba y Méjico, de Centroamérica y  de América del Sur, o de la cuenca del Mediterráneo, del Oriente Medio y de los países nórdicos de Europa. 
         La pluralidad de contextos en el mundo actualmente globalizado por el poder económico, a pesar de las multinacionales, los medios de comunicación y las denominadas “nuevas tecnologías” y sus monopolios, en un contexto de pandemia como se está viviendo, se ve como realidad compleja y diversa. Ni las pretensiones de universalidad kantiana de su Razón Práctica, y su sentido federalista, ni la subjetividad romántica del siglo XVIII tienen ahora mismo consistencia, salvo en el ámbito individual, si acaso. Incluso la Ciencia flaquea ante la realidad de la Naturaleza. También la Medicina en el ámbito de la Salud. Por eso tal vez, y por causa de confrontaciones políticas y ambiciones de poder, es muy difícil llegar a consensos normativos y buenas prácticas en beneficio del conjunto de la sociedad, aunque lo más urgente sea salvar vidas y hacer frente a las graves adversidades que nos condicionan en la vida actual, tanto en nuestro contexto como en lo global. 
         LA PERSPECTIVA HISPANA  
         En España, en concreto, en la vida social y política, parece que se agranda el “desencanto”, se deterioran las relaciones laborales, políticas y económicas. No obstante, en Europa, se recuerdan como hitos de post-modernidad los movimientos de mayo de 1968 y la caída del muro de Berlín de 1989… ¿Acaso se está produciendo una ruptura cultural, política, social y económica? ¿Hacia dónde nos encaminamos? ¿Desde dónde? 
         Tal como nos recuerda Antonio Durán, ya Kierkegaard y Unamuno ponían sus reparos a toda idea de sujeto abstracto y desencarnado. Pero serán Nietzsche y luego Heidegger quienes centren sus críticas en la misma idea de sujeto, por  empobrecer la diversidad que contiene la realidad del hombre. Por eso: El pensamiento orientado a lo próximo constituye lo que Nietzsche llama "la filosofía de la mañana". Heidegger, en su Carta sobre el humanismo, señala la crisis humanista tras la segunda guerra mundial, desde el momento en que se toma conciencia de no ser el sujeto el centro del Universo y que lo importante es ser capaz de encontrar una pequeña estancia en la verdad del ser.
         En estos momentos, Antonio Durán parece invitar a una “cura de adelgazamiento”, asume la crisis del humanismo, sin abandonarse ciegamente en la técnica, y da un carácter relativo e histórico a los surcos que el lenguaje ha ido trazando al modo como un campesino, con paso lento, abre los surcos en el campo. Quizás, partiendo de esa percepción, Zubiri hablara de la realidad compleja y dinámica, en vez del ser, y Ellacuría planteara la realidad histórica como realidad abierta desde lo ya hecho hacia lo que deba ser desde la praxis.
         Efectivamente, el ser pierde su carácter de estabilidad, de solidez metafísica, de fuerza o energía, y cobra un sentido más débil en cuanto que vinculado a lo que pasa, lo mortal, lo que se transmite de generación en generación: la tradición cultural que se despliega y se desvanece con las generaciones. Este ser tiene mucho que ver con la nada, con el nacer y perecer. 
         Afirmando la historicidad del animal humano, afirmando la historicidad de la diversidad cultural, afirmando la historicidad de las personas, de las comunidades, de las sociedades y de los pueblos, no podemos sino decir que somos una pequeñísima parte de la Comunidad Humana, en una pequeña casa de nuestro lenguaje, de nuestro saber y entender, y hasta de nuestras ciencias y técnicas, que forman parte de la Casa Común, en el seno de un Universo que nos trasciende sobremanera.
         La subjetividad, pues, el sujeto, el yo, está necesariamente sometido a una cura de adelgazamiento que le permita captar que lo importante de la realidad (el ser), e incluso de la praxis transformadora en el seno de la realidad compleja, dinámica y abierta,  no es sino una relativa andadura hacia el horizonte de lo que nos une solidariamente como personas.   
         LA PREGUNTA CLAVE  
         La pregunta que Antonio Durán nos formula es la siguiente:
“¿Puede tener todo esto alguna relación con las experiencias solidarias que estamos experimentando en estos días de confinamiento?”  
         Personalmente coincido con Federico Mayor Zaragoza, al vislumbrar una nueva era y una nueva forma de vivir. Todo un reto de ayer, de hoy y de mañana que se puede concretar en lo siguiente: 
  1. Transición de una cultura de imposición, dominio, violencia y guerra a una cultura de encuentro, diálogo, mediación, conciliación, alianza y paz. De la fuerza a la palabra. (Declaración y Plan de Acción sobre una Cultura de Paz, Asamblea General de las Naciones Unidas, septiembre 1999).  
  2.  Transición de una economía basada en la especulación, deslocalización productiva y guerra -cada día mueren de hambre millares de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad, al tiempo que se invierten en armas y gastos militares más de 4000 millones de dólares- en una economía basada en el conocimiento, en la cooperación y no en la explotación, para la eficaz puesta en práctica de la Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible, Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas de noviembre de 2015 "para transformar el mundo" ) y los Acuerdos de París sobre Cambio Climático. Para ello es impostergable reducir los gastos de defensa y aplicar los medios necesarios para la diligente aplicación en todo el planeta de un nuevo concepto de seguridad con las seis prioridades establecidas por las Naciones Unidas: alimentación, agua potable, servicios de salud de calidad, cuidado del medio ambiente, educación a lo largo de toda la vida, y paz.” 
         CONCLUSIÓN
        El momento actual, la experiencia mundial de la pandemia coronavirus 19, invitan a otra forma de existir aquí y ahora, invitan a otra forma de vivir, con la mirada puesta en la dignidad de toda persona y en el conjunto de la Humanidad,  pequeñísima parte del Universo. Nuestra tarea y quehacer actual está en cultivar la solidaridad  y el respeto hacia el Universo, hacia la Naturaleza de la Madre Tierra, y hacia nosotros mismos como personas de igual dignidad, con sentido de un “nosotros” y “nosotras” incluyente, y no excluyente.  



 

1 comentario:

  1. Dialogar, consensuar y asumir y programar efectivamente las seis prioridades de Naciones Unidas es lo primordial tanto en ámbitos locales como en el desarrollo mundial

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