lunes, 13 de mayo de 2019

POEMA DE IDA Y VUELTA

Al fondo, las vivencias familiares...;/ y en el centro del escenario, lo vivido: / el sueño de juventud realizado, /partir a un mundo lejos, y otro.//
Hoy ya tengo las sienes plateadas,/ y me pregunto sobre aquel entonces,/ y sobre la vuelta a esta realidad/ por el desierto...//
En esta realidad, nuevos momentos/ hasta alcanzar la plenitud de vida,/ en el encuentro y amor compartido,/ que transmitimos a hijos y nietos.//
No anhelo la juventud pasada,/ pues fue de una vida muy intensa,/ vivida como totalmente otra; / fueron tiempos de luz y aprendizaje.//
Ahora importa volver a la consciencia;/ y, desde dentro, mirar hacia afuera;/ ver lo que somos y lo que hacemos, / y otear el sentido de la vida.//

Nota: Tanto Antonio Machado como Ortega y Gasset, dejaron en mí su huella. Pero la más profunda viene del África Negra, de la necesidad existencial de defender los derechos humanos, y del encuentro, en Andalucía, con la mujer de mi vida, Mª Asunción Sánchez, madre de mis hijos (hijo e hija) y abuela de nuestros nietos y nietas. Con su gran sentido de amor y desprendimiento acogimos a un camerunés también casado y con su prole. En consecuencia, en ese "otear el sentido de la vida", en ese mirar hacia el horizonte, sin espejismos, quisiera una Europa social, que garantice convivencia y derechos fundamentales de toda persona, lo que supone ser contrapeso tanto a Oriente... como a Occidente... y defender el desarrollo y la plenitud humana de Ámérica Latina y África. En esa Europa, que algunos queremos, "España en su sitio", como ya dijera Fernando Morán en su tiempo (1990). España debe estar en su sitio, y no debe ausentarse en los grandes temas de América Latina y África.
Entre las huellas que dejaron y siguen dejando su impronta debo significar, además: la de Ignacio Ellacuría (allá por los años de 1987) y la más reciente, más oriental, de su hermano José Ellacuría, ahora en el País Vasco. Pero lo importante en la ida y en la vuelta, e incluso actualmente, es la huella familiar de origen (de al menos un 50%), familia en aquella sierra de Onteniente (en Valencia), huella de honestidad, rectitud y entrega; de lucha austera ante el sufrimiento y las dificultades, y de solidaridad y comprensión respecto a la ida y a la vuelta y el cambio de rumbo. La ida y la vuelta, quizás no hubiera sido posible sin el diálogo con Rafael González Moralejo, un buen maestro, del que aprendí la importancia de buscar la Verdad, el sentido del Bien Común (versus Interés General para los socialdemócratas), y la exigencia ética de la justa distribución de las riquezas en cualquier ámbito de la Comunidad Humana.

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