En la realidad cotidiana la comunicación humana se realiza por medio de signos. Por eso, es importante reflexionar sobre el sentido de la festividad del Corpus.
El signo del pan no es el pan sino el pan partido, preparado
para ser comido. La clave del signo no está en el pan como cosa, sino en el
hecho de que está partido. El signo está en la disponibilidad para ser comido
el pan.
El segundo signo, el vino, se prepara
para ser bebido. Es muy importante tomar conciencia de que, para los judíos, la
sangre era la vida. Si no tenemos esto en cuenta, se pierde el significado.
La realidad significada es trascendente, que está fuera del alcance
de los sentidos. Si queremos hacerla presente, tenemos que utilizar los signo.
Celebrar la eucaristía debe llevarnos a
descubrir su significado.
El principal objetivo de este
sacramento, es tomar conciencia de la presencia divina en nosotros. Pero esa
toma de conciencia tiene que llevarnos a vivir esa misma realidad como la vivió
Jesús.
En la eucaristía se significa el amor
que es Dios manifestado en el don de sí mismo que hizo Jesús durante su vida.
Esto soy yo: Don total sin límites.
El pan que me da la Vida no es el pan
que como, sino el pan en que me convierto cuando me doy. Ser cristiano implica
darse, servir, compartir.
Todas las muestras de respeto hacia los
signos están muy bien. Pero lo importante es el compartir con el prójimo.
Reflexionemos, pues, sobre el sentido de
compartir el pan y el vino, y celebrar así el día de la eucaristía, el día del
Corpus, con lo que realmente significa y nos trasciende.
El significante del Pan y el Vino no es
otro que el significado fehaciente de compartir con toda persona.