¿Andamos en estos momentos históricos demasiado desconcertados? ¿Por qué? ¿Por vivir guerras espaciales y cibernéticas, múltiples y muy reales en lugares distintos y distantes en el seno del propio Planeta Tierra? Pues sí, pero también por incertidumbres varias en la vida cotidiana, la inseguridad en el mundo laboral y por el dominante individualismo en las relaciones humanas.
El 6 del presente mes de Octubre, en el “Laboratorio de
Ideas” del diario El País, el ex economista
jefe del Banco Mundial, Joseph E. Stiglitz, afirmaba lo siguiente: “Imponer
sanciones a países como Ucrania, devastada por la guerra, o Paquistán, un país
de ingresos medios-bajos donde las inundaciones hace dos años sumergieron un
tercio de su territorio, parece algo poco ético para la misión del FMI:
mantener la estabilidad del sistema financiero global”
Este 7 de octubre, cuando justo hace un año del primer
aniversario de los atentados de Hamás en Israel, parece que la guerra en
Oriente Próximo se proyecta al mundo entero, e Israel exhibe su fuerza muscular
con duros bombardeos sobre Líbano y Gaza ¿Dónde vamos con tanta destrucción por
doquier y sin horizontes de paz frente a la carrera de armamentos?
En España, la cuestión territorial, sin sentido federal
solidario, los temas que se plantean sobre inmigración y respeto de los
derechos humanos y la tendencia del bloque conservador con los ultras parecen resquebrajar
la opción socialdemócrata.
¿Peligra, acaso, la misma convivencia democrática en paz? ¿Qué
se hace desde la socialdemocracia para garantizar la convivencia? El
egocentrismo partidista no puede ni debe dominar sobre el diálogo, y la
necesidad de llegar a acuerdos importantes en temas de Estado.
¿Qué podemos aportar cada cual para mejorar la convivencia
social y lograr así un horizonte nuevo de transformación positiva?
Como dijera en febrero de 1987 el cardenal Vicente Enrique y
Tarancón (en “El desconcierto de la derecha”): “Son muchos los que siguen
creyendo que la democracia, la libertad, el progreso, la defensa de los
derechos de los más débiles, etc. son objetivos propios de la izquierda” Pero eso es un grave error. Porque tales
retos nos conciernen a todas las personas en defensa precisamente de la
dignidad humana.