
Pepe, el marido de Mari Sals, murió susurrando al oído débil de Daniel un poema: La Higuera (de Juana de Ibarbourou, de aquella ciudad de Melo en Uruguay, donde nació cien años antes de nuestros eventos sevillanos del 92 que dieron lugar a la ordenación urbanística Isla de la Cartuja y al tren de alta velocidad, rompiendo los cerros de "Despeñaperros"...): "Porque es áspera y fea,/ porque todas sus ramas son grises,/ yo le tengo piedad a la higuera ... hermosa!".
De los Ferri, Modesto llegó a ser alcalde, pero ante todo es un técnico productor de arroz, de hermandad y de trabajo solidario. Daniel, el que anduvo por Guatemala y se encontró con Lissette, fue como el eco de la familia en los funerales. Dió las gracias a tantos y tantos familiares y amigos, recitó la poesía de la Higuera, trazó una semblanza de Pepe como hijo, como esposo querido, como padre entrañable, como hermano, siempre dispuesto y servicial, y como abuelo entregado y amigo de sus amigos a carta cabal.
Daniel dijo algo que le salió del alma: "Pepe ha cerrado definitivamente el telón a la obra de su vida..., ha sido invitado por Dios a comer con El. En su casa ha pasado un día en paz, un día eterno que no tiene fin. Pero en el menu de la casa divina se ha incorporado definitivamente el compartir la paella del Pepe".