Alteza Real, Don Felipe:
Me dirijo a usted por una preocupación mayor sobre el momento
actual de deterioro de la convivencia social y política en España. Lo hago
desde este Sur-Oeste de Europa, consciente de la realidad de un mundo cada vez
más global en las dimensiones técnica y económica. Necesito comunicarme en
vísperas de una fecha, el 23F, que trae malos recuerdos a quienes,
protagosnistas del 68 al 78, nacimos en el 48 o antes. Le escribo porque pienso
que estamos en un cambio de era y, a la vez, porque debe haber un cambio de
generación y una regeneración histórica.
Hay indicios de necesaria reforma constitucional del Título
Preliminar, del Título I -sobre Derechos y Deberes Fundamentales y sus
garantías; del Estatuto de la Corona (y del Título II, para mejorar el sentido
de unidad, arbitraje, transparencia y funcionamiento normal de las
instituciones); pero también de las Cortes y el Senado, representantes
políticos, elaboración de las Leyes y Tratados Internacionales (Título III).
El bipartidismo actual nos ha llevado a un permanente
enfrentamiento, dándole la espalda al espíritu de consenso y de negociación
contractual. La batería de Reales Decretos Ley sin consenso ni negociación nos
han situado en un sistema quebrado e injusto -como se ha dicho en la Gala de
los Goya-. Nunca pensé que el Rey, su padre, fuera a firmar esas reformas que
supeditan los Servicios Públicos a la Economía Neoliberal “asalvajada”.
Se necesitará una nueva Ley de Partidos Políticos, una nueva Ley
Electoral, y un renovado sentido de consenso y de sentido contractual que mire
mucho más por el Bien Común y por los Intereses Generales que por opciones
partidistas, economicistas o ideológicas. En este sentido, instituciones
culturales como las Universidades, Iglesias, y demás Organizaciones Públicas o
Privadas deberían prestar un servicio de diálogo en vez de convertirse en
espacios de enfrentamiento, endogamia, dominación o alienación - por no
afrontar la verdad de la realidad desde la complejidad de lo real, ni hacer el
esfuerzo de ir a la raíz de las causas del malestar común o Mal Común
-contrario al Bien Común-.
De los Títulos IV y V, la Administración, desde un principio,
necesitaba ser reformada a fondo -por la herencia recibida del sistema
dictatorial jerárquico y por el "enchufismo"-, pero también la forma
de gobernar que ha ido escorándose hacia el clientelismo y la corrupción
sistémica, lo que empaña las exigencias de la selección de personas y
contratos. Además, en las tareas de gobierno se obvia a veces la obligatoriedad
de los principios rectores de la política social y económica, en la conjunción
de libertad e igualdad. Igualmente el Ejecutivo no puede ni debe invadir el
Poder Legislativo.
Ahora mismo, dada la situación de sucesivos escándalos, lo
lógico sería que se tramitara una cuestión de confianza o una moción de
censura. ¿Por qué no se utiliza ese mecanismo parlamentario? Pues, entre otras
cosas, porque los parlamentarios son representantes que proceden de listas
cerradas y bloqueadas y se convierten en números de voto fieles a las consignas
de los diferentes partidos, incapaces de fomentar que los representantes de la
sociedad piensen y valoren las cosas por sí mismos.
El Poder Judicial (Título VI), sometido al imperio de la
Constitución y las Leyes debe ser mucho más democrático en cuanto que no
dependiente sino autónomo respecto de fuerzas políticas y económicas sectarias.
La Justicia, puesto que emana del pueblo, al igual que la soberanía, debe
llegar a ser la Institución en la que más confíe el pueblo a la hora de poder
garantizar sus derechos y deberes, y a la hora de poder conjugar la libertad y
la igualdad, en un Estado Social y Democrático de Derecho.
Que la riqueza del país tiene que estar subordinada al Interés
General, es algo recogido en el artículo 128 (Título VII) de la Constitución.
Pero, ante tanto descrédito y desconfianza, ¿cómo actualizar esa exigencia de
forma efectiva y práctica? Necesitamos de un cambio cultural o, como dice Mayor
Zaragoza, de una evolución responsable (esa debe ser nuestra revolución
actual).
No quisiera cansarle, sabe que la Organización Territorial del
Estado (Título VIII) no es "moco de pavo", como vulgarmente se dice. Usted
ha recorrido ya todas las Comunidades y las conoce. Hay que deslindar
competencias y evitar duplicidades. No vale multiplicar entes sin necesidad.
Pero es el momento de encaminarse a un Estado Federal Integrador o Solidario y,
en Europa, hacia un Estado Confederal -que garantice la cohesión territorial,
social y económica-. Su generación tiene un gran reto en la construcción
europea: la solidaridad.
La gente de nuestra generación hemos podido llegar a transmitir
la Carta Universal de los Derechos Humanos, con no pocas trampas, triquiñuelas
legales y recortes de hecho, pero ustedes deben encarar el futuro con renovada
ilusión para abrirse a un horizonte de esperanza, desde las mayorías populares,
desde los pueblos más necesitados, desde la solidaridad internacional. No vale
seguir parcheando. No vale suplir la Justicia por una Caridad mal entendida,
pues la Caridad debe ser siempre un plus de la Justicia. Desde esa perspectiva hay que
revisar los Tratados Internacionales, el sentido de la "Hispanidad",
la "Cooperación", el diálogo intercultural e inter-religioso, pero
también los paradigmas al uso del "nosotros" y "ellos",
desarrollo y subdesarrollo...
Cuídese mucho, para cuando vaya a ejercer la Jefatura del
Gobierno, de que el Tribunal Constitucional lo formen juristas de reconocido
prestigio, con experiencia, autonomía y honradez intelectual.
¿Cómo proceder a la Reforma Constitucional? ¿Cómo protagonizar
una Nueva Transición de la Ley a la Ley? Hable con su padre. Él sabe. El
protagonismo es de su generación y deben encabezarlo los mejores, mujeres y hombres. Nosotros, los
mayores, podemos ser cauce y ayudar en la tarea, pero son ustedes los que deben
afrontar los retos del momento.
Europa y España han envejecido demasiado. El Vaticano nos ha
mostrado el hecho sociológico y un gesto humano a tener en cuenta. La
renovación es ineludible. Pero no por ser más jóvenes se es más justo, más
libre, más responsable, más dialogante... Por si usted no se atreve, yo mismo
se lo digo a su padre: debe abdicar cuanto antes. Hay que ponerse a construir
el futuro con renovadas energías y con una nueva escala de valores, lo más
universales posible.
Gracias por atender esta misiva. Un saludo a todos sus seres más
queridos.